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Por Federico Baraldo
Uso y abuso en el difícil arte de comunicar
16 de diciembre de 2009
El ágora. Las plazas. Los pregoneros medievales. Los bandos fijados en paredes pueblerinas. Las audiencias públicas. Los periódicos distribuidos en las calles. Hitos en el camino de la comunicaión de arriba hacia abajo o - en buen romance - desde el poder hacia el pueblo, desde gobernantes a gobernados.
Modos o medios que resultaron insuficientes al formarse los grandes conglomerados urbanos y las naciones que abarcaron espacios geográficos significativos. Pero como la necesidad exige respuestas, comenzó la era de los medios masivos. Aumentó el nivel de alfabetización que hizo posible el acceso a los medios gráficos, irrumpieron la radio y la TV y hoy se enseñorea la instantaneidad que llega por vía informática.
Estos últimos son protagonistas de una revolución que excede largamente a su rápido y constante cambio. El individuo está pasando, sin darse cuenta, de objeto de la comunicación a protagonista activo. También en fprma insensible va camino a convertirse en actor, aún contra su gusto.
Desde luego, no les ocurrirá a todos y mucho menos al mismo tiempo, pero la avidez por el consumo de informaciones no encuentra su techo. En forma paralela, la disponibilidad de elementos cada vez más sofisticados abre nuevos escenarios que cambiarán los formatos de los programas de noticias y abrirán posibilidades todavía inexploradas.
Tomará algún tiempo, pero es un proceso inevitable. No tendrá impacto similar en todas las sociedades ni en los diferentes niveles sociales, pero llegará. El uso del celular y en particular del SMS está al alcance de prácticamente todo el mundo, sin establecer brechas entre pobres y ricos ni entre jóvenes y viejos. No es infrecuente ver a un esforzado cartonero comunicándose por este medio. No será inusual en un futuro muy cercano que también comience a recibir mensajes indirectos.
Esta posibilidad lo equipara a los griegos que se reunían en el ágora y a los vecinos de una aldea que se agolpaban para escuchar al pregonero. En tal carácter continuará siendo un protagonista pasivo, pero con otras tecnologías y por otros medios podrá participar tan activamente como los miles de personas que ayudan con sus teléfonos, "mensajitos" o mails al armado de casi todos los programas de radio. Y éstos son varios cientos en todo el país.
El panorama descripto resume siglos de historia y pocos años de avances tecnológicos. Su impacto en las conductas sociales ha sido formidable.Naciones enteras saltaron soliviantadas hacia guerras y revoluciones, al compás de la verba inflamada de buenos comunicadores. Los medios evolucionaron, no así los estilos. Uno de los últimos testimonios del impacto que producen los instrumentos contemporáneos, fue la campaña que llevó al poder al Presidente de los Estados Unidos. Obama logró con el buen uso de Internet lo mismo que en sus momentos hicieron Roosevelt y Kennedy a través de la radio y la TV.
El buen uso de todos los medios disponibles y el toque de modernidad de los más recientes, logró que la comunicación política subiera uno o más escalones. Puro profesionalismo.
¿Y por casa como andamos? Como se decía años atrás, a la bartola. Se continúa apelando a las pintadas y el enchastre con tanto afán como a la publicidad oficial en el fútbol que invade las pantallas. Más aún, prácticas que parecían perdidas en el tiempo, como el armado de "cadenas nacionales", propias de los gobiernos autoritarios, han vuelto a las andadas. Parece que los estrategas de la comunicación gubernamental son impermeables al curso de la historia.
Posiblemente no cayeron en la cuenta de que el abuso en el consumo de cualquier sustancia o elemento, provoca intoxicación.