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Por Manuel A. Solanet
INDEC: un test de la desvergüenza
2 de septiembre de 2008
Ninguna sociedad organizada puede funcionar sin una medición confiable de la inflación. Por otro lado el falseamiento del índice de precios contamina muchas otras estadísticas. Hay un sinnúmero de relaciones contractuales o decisiones que son referidas a índices oficiales que por definición no se deberían poner en duda. Si esto último no fuera así, esas relaciones o decisiones se entorpecerían. No habiendo una medida confiable de la inflación, cada uno la supone a su gusto. Por ejemplo los asalariados reclaman aumentos excesivos y los empleadores los rechazan alegando una inflación menor que la real. El conflicto se potencia.
Entre las cuestiones que se vinculan a los índices del INDEC se encuentra el ajuste de los títulos públicos nominados en pesos. Son nada menos que un compromiso de la República Argentina frente a ahorristas de todo el mundo. En este caso la manipulación de los índices implica una estafa lisa y llana a quienes compraron los bonos. Esto ocurre en la Argentina y ya hay reclamos judiciales al respecto. Difícilmente el gobierno argentino pueda defenderse ya que los mismos técnicos a los que se obliga a alterar las cifras lo denuncian públicamente. Los juicios se perderán tarde o temprano.
El falseamiento oficial de la inflación por la vergonzosa manipulación del INDEC ha llevado inevitablemente a que empiecen a elaborarse índices privados. Ha tomado la iniciativa FIEL, la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas, que inició en junio pasado la elaboración de un índice de precios minoristas en la ciudad de Buenos Aires. Releva mensualmente precios de 12.000 artículos y los traduce en un índice empleando la misma ponderación del INDEC.
La primera publicación del índice FIEL en la semana pasada provocó una notable respuesta del Director del INDEC Norberto Itzcovich en la que intentó descalificar a cada uno de los economistas y miembros del Consejo Académico de FIEL, entre ellos a quien suscribe esta Carta Semanal, diciendo que es “uno de los más conspicuos representantes del pensamiento económico reaccionario”. El uso de esta expresión de estilo stalinista exime de respuesta; simplemente identifica a quien la empleó y muestra que el kirchnerismo no termina de aprender que su desgastado recurso dialéctico de descalificar a quienes no comparten sus ideas o señalan errores, sólo revierte sobre sus autores.
También puede encontrarse otro índice de precios en el sitio de Internet www.inflacionverdadera.com. Éste sólo mide 150 productos alimenticios, pero parece hacerlo seriamente. Pronto aparecerán otros y veremos en los contratos la referencia a estos nuevos índices privados, aunque ello no podrá llegar obviamente a los títulos públicos ni a los convenios donde sea parte el estado.
En cada día que transcurre sin que se rectifiquen las políticas vigentes, se acentúan las distorsiones y se potencian las consecuencias de su corrección. El sistema de precios está sometido a intervenciones que no sólo requieren subsidios, que ya se han salido de madre, sino que también provocan la caída de la producción en sectores vitales tales como el petróleo, el gas, la lechería y la carne, entre otros. El sinceramiento de los índices del INDEC, de ocurrir, deberá recoger no sólo lo que se falseó en el pasado, sino también los efectos de la inevitable recuperación de los precios retrasados.
El manipuleo de los índices oficiales es el primer señalamiento que en todos los ámbitos internacionales se le hace al gobierno del matrimonio Kirchner y es lo primero que se le exige corregir para comenzar a conversar sobre el encausamiento de cualquiera de sus múltiples faltas. Si no se empieza por el INDEC nada se hará por cambiar el rumbo de colisión que llevamos. Pero justamente en esa trinchera se empeña quien desde Olivos manda en el kirchnerato. Su mano instrumental en este zafarrancho, Guillermo Moreno, es sostenido en su cargo contra viento y marea y la cuestión sirve como una prueba de lealtad de todo nuevo funcionario. Inmediatamente a su asunción debieron declarar su apoyo a Moreno o al INDEC, los ministros Peirano, Lousteau, Massa y otros.
El nuevo secretario de Agricultura Carlos Cheppi fue más allá y reconoció a Moreno como su maestro de economía. Nadie que ocupe un lugar en el entorno presidencial puede admitir expresamente que el gobierno miente a través del INDEC. Lo absurdo es que todo el mundo lo sabe y lo peor, además de los efectos económicos y jurídicos señalados, es su efecto destructivo de la confianza y la credibilidad. La reversión de este absurdo sería el test básico para abrir una esperanza de rectificación, si es que ella cabe.