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Por Pablo Galeano
Los rostros de la política y el cine
12 de julio de 2008
Por estos días, Hollywood tiene en la mira a Ingrid Betancourt. Si bien dependerá de la capacidad del director de la película, quizás en el futuro la ex rehén será recordada con la cara de Julia Roberts o de la estrella que la protagonice. Quizás se pierda la imagen de su rostro tan popularizada hoy día. Lo mismo le pasó a Gandhy con la interpretación que de él hizo Ben Kingsley. Hasta el mismo Hitler, con una cara e imagen tan fuerte, perdió algunos cuerpos en manos de Charles Chaplin, Bruno Ganz y Robert Carlyle. Pero seguramente la historia de vida de Betancourt, al igual que muchos otros casos, terminará de trascender gracias al empujón cinematográfico de Hollywood.
En la historia del cine argentino esto no pasa. La cara de Perón es la cara de Perón y no la de Víctor Laplace o la de Jonathan Pryce. Tampoco, y afortunadamente, la imagen de Evita no nos remite a Esther Goris o a Madonna. Este mix de malas interpretaciones y malas direcciones hizo que, por estas pampas, las imágenes de archivo superaran a las nuevas imágenes.
Esto no es regla. Ayer jueves vivimos un caso en el que las imágenes y los archivos superaron a la realidad. En la comisión de Hacienda y Agricultura del Senado de la Nación una cara había pasado desapercibida: la de Hernán Brahim. Todo esto transcurría bajo aparente calma hasta que el Senador radical Morales se levantó de su banca y, mostrando una foto de Brahim, pidió "que se retire un patotero de Guillermo Moreno, no necesitamos patotas".
El poster a todo color exhibido por Morales mostraba al señor Brahim levantando un palo destinado a silenciar a algún cacerolero que se manifestaba en contra del gobierno. Morales se convirtió así, en un actor de una brillante puesta en escena que logró su cometido: mucha difusión y presencia mediática.
Se desplegó así un inmediato operativo escrache a Brahim que incluyó desde sus trabajos sucios para Moreno hasta la difusión de sus changas en el pasado cuando se disfrazaba de Hombre Araña y hacía piruetas en el techo de los trencitos que pasean chicos. Ese detalle histórico trajo a la memoria de muchos aquella leyenda urbana de que el Norberto “Beto” Imbelloni había sido, en su juventud, el Caballero Rojo de la trouppe de Titanes en el Ring. Imbelloni... quien co-reinaba los legendarios congresos del PJ bonaerense con Herminio Iglesias. Otro al que le fue mal con su paso a la historia, con la puesta en escena que protagonizó al incendiar el cajón radical. No se dio cuenta que el radicalismo podía convertirse en cenizas por mérito propio, bajo una especie de combustión espontánea.
Combustión espontánea: mal contagioso que padecen muchos dirigentes argentinos. Fuera de la metáfora, dicen que la combustión puede provocar simples quemaduras y ampollas en la piel, humos, o una incineración completa del cuerpo. Y que es espontánea porque no hace falta una fuente de ignición externa para que el cuerpo se incendie. Algo muy distinto de los que, en el afan de defender alguna causa, se prenden fuego a lo bonzo.
El primer quemado a lo bonzo que pasó a la historia fue, precisamente, un monje budista bonzo. Se trataba de un vietnamita que protestaba por la opresión budista que ejercía el premier Ngo Dinh Diem. Se suicidó, como forma de protesta, quemándose vivo en Saigon el 11 de junio de 1963. Tras su muerte, y de acuerdo a la tradición, la comunidad incineró sus restos, pero su corazón permaneció intacto. Hoy, ese corazón, es considerado sagrado y se encuentra custodiado por el Estado vietnamita.
Son distintas formas de pasar a la historia. La legislatura bonaerense y la de la Ciudad de Buenos Aires consideraron que Raúl Alfonsín debe pasar a la historia como ciudadano ilustre, y así lo declararon. El periodista Alfredo Leuco subió la apuesta y con pluma militante sostuvo que Alfonsín está “del lado bueno de la historia. En la vereda del sol. Caminando con dignidad con la frente alta y las manos limpias”.
¿De qué lado caminan hoy Cobos y los radicales K? ¿Existirá alguna vuelta del presente que haga que pasen a la historia y no que sean historia? ¿Es el gobierno de Cristina el epílogo de la historia Kirchnerista? Alberto Fernández pide a los gritos pasar a la historia y dejar el Gobierno. Desliza su cansancio en cuanto lugar puede. El boom del turismo, las Aerolíneas de Marsans, la oportunidad internacional para la economía argentina, ya son historia.
Brasil ya no es un buen punto de comparación: se fue demasiado lejos. Chávez y Evo Morales ya no son los socios estratégicos de los cuales podía depender algún éxito para estas pampas. Ya pasaron a la historia de un país y de un gobierno que parece más preocupado en pensar cómo escribir y cómo otros escriben el presente para pasar mejor a la historia, que pensar en escribir el futuro para pasar mejor a la historia.