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Por Jorge Vasconcelos
La Argentina, blindada por la soja. ¿Hasta cuándo?
Ese respaldo está firme, pero la pregunta es cuántos tiroteos podrá enfrentar si persiste la turbulencia financiera
17 de enero de 2008
El deterioro de la situación financiera externa, con 6 meses de turbulencias, que ahora amenaza con una nueva etapa, por el predominio de tendencias recesivas en los Estados Unidos, ha tenido hasta aquí un impacto limitado en la Argentina. El riesgo país subió y se complicó el financiamiento de largo plazo de empresas y sector público pero, como contrapartida, se acentuó la tendencia positiva de los precios de las materias primas, muchas de las cuales son exportadas por nuestro país.
Esta bifurcación de caminos entre el mundo financiero y el real, que en el último tramo se explica por el debilitamiento adicional del dólar, no dejará por siempre en el limbo a la Argentina, ya que las opciones se plantarán con crudeza durante 2008: o bien nuestro país utiliza el oxígeno para ampliar el horizonte de la economía; o bien los problemas sin resolver irán carcomiendo la ventaja provista por precios de materias primas que subieron 30 % en 2007 y, con los niveles actuales, ya garantizan para 2008 un 20 % adicional respecto del promedio del año pasado.
Con un riesgo país superior a 400 puntos, que duplica el de Brasil, la Argentina
hoy puede estar enfrentando una limitación para que la tasa de inversión siga subiendo, amén de un sesgo cortoplacista en los proyectos que las empresas van aprobando.
Desde 2002 en adelante, la locomotora China, potenciada por tendencias similares en la
India y otros países, ha tenido fuerza suficiente como para traccionar la demanda y el
precio de las materias primas, con impacto positivo sobre los países que tienen más
elementos de complementariedad que de competencia con estos grandes emergentes.
Este fenómeno repercutió en forma notable en la Argentina. Los precios de las materias primas que exporta el país, luego que quedar hundidos entre 1998 y 2001 en torno a un valor índice de 70 (para una base 100 en 1995), treparon un 40 % hasta un andarivel de índice 100 en los años 2004 y 2005. A partir de allí, la tendencia se aceleró de la mano de dos factores adicionales, pero interrelacionados: a) el debilitamiento del dólar estadounidense contra el resto de las monedas del mundo; b) el auge de los biocombustibles, que retroalimenta el encarecimiento de productos agropecuarios y de los hidrocarburos.
Respecto del debilitamiento del dólar, la crisis financiera de Estados Unidos aceleró su caída en 2007, completando un ciclo de 6 años en el que se devaluó un 30 % contra la canasta de monedas (euro, yen, yuan,etc). Dado que las commodities se cotizan en
dólares, ese fenómeno, multiplicado por la expansión del mercado de los biocombustibles, impactó de lleno en las materias primas.
La pregunta es si en 2008 el visible enfriamiento de Estados Unidos, que afectará a las exportaciones de China, no habrá de generar una reversión de los factores favorables a las commodities.
La preocupación no es infundada si se tienen en cuenta los siguientes datos:
- el 48 % de las exportaciones de China tiene como destino los grandes mercados de
Estados Unidos, Unión Europea y Japón, por lo que su sector externo es sumamente
sensible a lo que ocurra en los países desarrollados;
- el consumo del país oriental representa entre el 20 y el 40 % de la demanda
mundial de materias primas tales como el cobre, combustibles, aluminio, acero, soja y arroz.
Hay analistas que confían en que Pekin de ningún modo dejará enfriar su economía en
2008, para que nada empañe la imagen del país en el año de las Olimpíadas.
El orgullo y el marketing no deben subestimarse, pero también hay elementos
macroeconómicos a tener en cuenta, que van en la misma dirección.
Al respecto, conviene rescatar la reacción del gobierno chino frente a la crisis asiática de 1997/98, cuando países como Corea, Tailandia, Malasia e Indonesia sufrieron caídas de entre el 7 y el 13 % del PIB. En aquel episodio, Pekin desempolvó el manual keynesiano, sustituyendo el debilitamiento de la demanda externa por una expansión equivalente de la demanda interna, recurriendo al gasto público financiado con endeudamiento. Así, China redujo su superávit de cuenta corriente de 30 a 15 mil millones de dólares entre 1997 y 1999, aumentó 3 puntos porcentuales la proporción del gasto público sobre el PIB y admitió una suba de la deuda pública de 23 a 30 puntos del PIB. De ese modo, logró que su principal objetivo de política económica, la tasa de desempleo a nivel urbano, se mantuviera cercana al 3 por ciento de la fuerza de trabajo.
El keynesianismo de aquellos años no impidió que el mercado mundial de materias primas
se mantuviera deprimido por varios años, pero hay que tener en cuenta la menor
incidencia que el país oriental tenía en aquel entonces, con una participación de 2,5 % en el comercio mundial. El contexto también era diferente, porque durante la crisis asiática ya operaba el proceso de sostenido fortalecimiento del dólar. En cambio, en 2008 probablemente China represente 8 % del comercio mundial, mientras que difícilmente el escenario de dólar débil se revierta abruptamente.
Ante la crisis actual, Pekin parte de un exceso de ahorro interno (superávit de cuenta
corriente) equivalente a casi 10 puntos del PIB, por lo que está en condiciones de
promover políticas expansivas para la demanda interna, totalmente financiables. Así, la curva de sus importaciones no debería resentirse significativamente, aún cuando se frene el ritmo de crecimiento de sus exportaciones. O sea que la Argentina podría contar con algún rol anticíclico de China, si es que la crisis en Estados Unidos se agravara aún cuando la Reserva Federal implemente una agresiva baja de tasas.
Pero por supuesto, no sería sensato apostar todas las fichas al 8 (el número de la suerte en China). Las turbulencias de los mercados financieros y la dificultad para emitir nueva deuda, junto con algunas medidas de emergencia (como la prohibición temporal a exportar combustibles) han ayudado a poner en foco buena parte de la agenda que la Argentina necesita satisfacer para ampliar el horizonte en materia económica.
El esfuerzo fiscal encarado en los últimos meses debería servir para reducir en forma efectiva el riesgo país pero, además, debería cuidarse que algunas de las medidas no terminen afectando los incentivos a invertir y a exportar, que son en definitiva las pilares que harán sustentable el crecimiento.