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Por Federico Baraldo
Más que multimedios
Pero desde el lado de la audiencia. Un dato de la realidad lo brinda la compactación de diarios, radios, canales de televisión abiertos y pagos, etc. en manos cada vez mas abarcadoras, lo que unifica los mensajes y criterios editoriales a la par que promueve el pensamiento único.
15 de enero de 2008
Es un fenómeno internacional, cada vez más globalizado, aunque paradójicamente tiende a la creación de aldeas culturales inconexas ante la incomprensión de los acontecimientos que ocurren en el mundo y la ignorancia sobre lo acaecido en el barrio vecino.
Curioso escenario el del siglo XXI, bien llamado el de las comunicaciones aunque estas tiendan a provocar el aislamiento individual y comunitario, con sus secuelas de adocenamiento idiomático e intoxicación con noticias fugaces que ocultan los problemas de fondo.
Este panorama podría inducir al pesimismo, pero de ninguna manera se debe caer en él sin hacer algunas reflexiones indispensables. En primer término, asistimos a un inesperado florecimiento de medios alternativos, sin costo para quien posee o puede acceder al fenómeno informático, que hacen posible conocer opiniones y puntos de vista que trascienden la información masificada.
Muchos de los miles de millones de humanos aún imposibilitados de acceder a internet, pueden escuchar radios y recibir emisiones de tv independientes que cumplen un rol similar. Además, en sociedades con cierta tradición ilustrada, se mantienen medios gráficos también ajenos al área global, que con esfuerzo abren sus páginas a la diversidad.
Son signos de nuestro tiempo. Los antiguos editores ponían en juego intereses políticos y económicos en general identificados con sus expectativas personales y orientados hacia un futuro sin fronteras. Sus pares contemporáneos que arman y manejan multimedios suelen ser integrantes del mundo de los negocios, sin necesaria experiencia previa en el universo periodistico y con fuertes anclajes en las finanzas.
Sería grosero afirmar que los multimedios se manejan con criterio idéntico al de una fábrica de galletitas o un banco. No obstante, es interesante observar que las pautas de optimización de recursos transitan por andariveles comparables. Más aún, es usual observar que con frecuencia creciente los zares de la comunicación masiva ingresan al negocio, lo desarrollan y posteriormente se desprenden de él como lo harían con la fábrica o la institución financiera.
Es posible entonces pensar que los multimedios han tomado un camino que puede igualarlos con otras actividades económicas. Su lógica pasa por la rentabilidad. El compromiso con su audiencia o clientela existe, pero varía de acuerdo a quien posea el control societario.
Nada de esto es peyorativo. Trata de exhibir una realidad en la que se manifiesta con fuerza un fenómeno propio de estos tiempos, en la que subsisten y tienden a crecer los mosqueteros que muestran otros planos y otras visiones.
Vale la pena recordar que las sociedades y costumbres son dinámicas. Los cambios tecnológicos y culturales han adquirido una potencia y velocidad impensables hace muy pocas décadas. Las audiencias exigen y la duda metódica se ha inatalado con una fuerza que Descartes no pudo prever.
Asumir esta premisa hace posible apostar al optimismo.