Por Carlos Almada*
En los últimos años la industria de la alimentación se enfocó hacia el desarrollo de alimentos funcionales, es decir, aquellos que consumidos habitualmente y en cantidades adecuadas tienen un impacto positivo sobre la salud más allá del nutricional. Como consecuencia, se ha producido un desplazamiento en la ciencia y en la tecnología de los alimentos y la nutrición: de la identificación y corrección de las diferencias nutricionales hacia el diseño de alimentos que promuevan una salud óptima. Durante 2007 la frase “All Natural” fue la tercera declaración más frecuente en los productos lanzados en Estados Unidos; mientras que en Europa, 878 productos alimenticios y 509 bebidas utilizaron esa frase.
Esta tendencia, que probablemente siga creciendo, se debe a dos factores fundamentales: las investigaciones que se realizaron sobre nuevos ingredientes que demostraron efectos benéficos para la salud, tanto en reducción como en prevención de enfermedades; y por el otro lado, al grado creciente en la conciencia de los consumidores sobre la importancia de su salud. En la actualidad hay 6.5 billones de personas sobre la tierra, por lo tanto, es necesario contar con alimentos procesados y no limitarse a un único nutriente de forma aislada.
Como consecuencia de este desarrollo, la industria de los alimentos ha sufrido un cambio en su cadena, de un diagrama lineal a otro que considera al consumidor en el centro. Por lo tanto, los proveedores de ingredientes y los elaboradores y proveedores de alimentos tienen que esforzarse por atender la demanda de los consumidores.
Hoy la novedad en los alimentos funcionales radica en su formulación, es decir en cómo están integrados los nutrientes, y por lo tanto, es importante la interrelación entre agregado y alimento. Además, la producción de estos ingredientes está siendo dirigida hacia sub-grupos de poblaciones atendiendo demandas específicas, y en consecuencia se generan alimentos según grupos de necesidades, como por ejemplo: productos para niños para el manejo del peso corporal; o para los adultos, aquellos que mejoren el estado de ánimo, disminuyan el estrés o incrementen la energía.
Sin embargo, esta industria se encuentra con un importante desafío para su crecimiento. Es primordial en Argentina que se establezca un marco regulatorio que garantice la protección de los consumidores, a partir de la información necesaria para elegir con conocimientos fundados y al mismo tiempo, crear condiciones iguales de competencia para la industria alimentaria.
Qué es un alimento funcional, en qué cantidades es beneficioso un nutriente y en conjunto con qué alimentos se puede considerar “funcional”, son datos que deben definirse en primera instancia para poder avanzar en las investigaciones de estos ingredientes.
La industria tiene amplias posibilidades para continuar creciendo, especialmente si presta atención a ciertos aspectos de gran influencia: cuestiones medioambientales, es decir aquellas relacionadas con el reciclado y los envoltorios biodegradables; la seguridad en cuanto a la “naturaleza” de los ingredientes; el ritmo de vida de las personas que lleva a buscar alimentos que brinden energía y placer por lo que éstos deberán cubrir esas expectativas; y por último, el incremento en la edad poblacional, que aumenta la demanda de productos “anti-ageing”.
Hay que tener en cuenta que la meta a alcanzar en el corto plazo es la reducción, mediante la investigación científica, de la incertidumbre acerca de la funcionalidad de un ingrediente bioactivo a lo largo de todo el ciclo de vida de ese componente. En este sentido, aún hay muchos temas importantes para difundir.
Sólo de esta forma, y creando una regulación para la industria se podrá continuar el desarrollo de los alimentos funcionales, logrando que cada vez sean más eficaces y saludables, y además, respaldando a las industrias que deciden llevar adelante estos desarrollos.
Fuente: Ingeniero Carlos Almada, Presidente de AATA- Asociación Argentina de Tecnólogos Alimentarios- Coorganizador de Tecno Fidta.