En los últimos años se ha difundido el concepto de la “medicina basada en la evidencia”, que consiste en realizar tratamientos que han demostrado claros beneficios en grandes estudios clínicos, y que han sido incorporados, como consecuencia, en las recomendaciones o guías clínicas consensuadas. En la Argentina la mortalidad hospitalaria por infarto agudo de miocardio es del 12.6 por ciento, lo que demanda un enfoque médico más exigente cuando se refiere al esquema de tratamiento a seguir.
"Si se aumenta el grado de adherencia a las recomendaciones de las guías clínicas, es posible bajar la mortalidad por infarto agudo de miocardio, salvando 2 vidas extras cada 100 pacientes bien tratados, estimándose una reducción de la misma al 10 por ciento”, comenta Fernando Botto, jefe de Unidad Coronaria e Internación del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA).
El diagnóstico adecuado y precoz es el manejo de los pacientes con dolor de pecho que concurren a una guardia o llaman a un profesional a su domicilio, en donde es necesaria la realización de un electrocardiograma y su interpretación por personal entrenado. Los hospitales deben tener sistemáticas de diagnóstico o algoritmos, inclusive, la posibilidad de observar al paciente durante algunas horas, mientras se realizan análisis de enzimas y proteínas cardíacas que suelen elevarse en el infarto.
Dichas sistemáticas existen en el 63 por ciento de los centros de nuestro medio, según una encuesta de la Sociedad Argentina de Cardiología que se presentará en el próximo congreso. En el resto, es el médico de guardia y su experiencia quienes deciden “a solas” la conducta a seguir.
Otro punto a destacar es el tratamiento rápido mediante la estrategia de reperfusión seleccionada y prescripciones medicamentosas específicas. En esta etapa es importante la indicación de drogas llamadas fibrinolíticos (disuelven el coágulo que obstruye una arteria coronaria), o la realización (durante la urgencia) de una angioplastia directa mediante catéteres para destapar la arteria culpable.
La experiencia clínica exige, idealmente, 30 minutos de tiempo desde la llegada al hospital hasta la infusión del fibrinolítico; o bien 120 minutos desde el arribo hasta la angioplastia, si esa fue la conducta elegida. De esta manera, se cumple con el postulado “el tiempo es músculo”, que hace alusión a la necesidad de actuar lo más rápido posible para “salvar miocardio” y así limitar el tamaño del infarto. “Lógicamente esto tendrá impacto en la sobrevida a corto y largo plazo”, enfatiza Botto.
Con respecto a prescripciones medicamentosas, existen evidencias sólidas que favorecen la indicación de aspirinas diariamente desde el ingreso al hospital (antiagregante plaquetario para evitar la formación de nuevos coágulos), continuando en el seguimiento ambulatorio. Algo semejante ocurre con los beta-bloqueantes (reducen la presión arterial y los latidos del corazón) desde el ingreso y luego del alta, y con los inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina a partir del alta (bajan la presión y protegen las arterias) cada vez que se produce un deterioro significativo de la función contráctil del corazón.
La evidencia disponible demuestra que los consejos médicos durante la internación tienen un gran impacto en la adherencia futura al cambio de hábitos, y así es que el médico debe sugerir fuertemente el abandono del tabaquismo, la dieta hipograsa e hiposódica, la actividad física aeróbica, y la reducción del peso y el estrés en la medida posible.
Tanto el “proceso de los cuidados médicos” como los “resultados obtenidos” son fundamentales para instalar políticas de mejoras en la calidad. Para ello es necesario unir esfuerzos y recolectar información en todo nuestro territorio. En ese sentido, se está organizando un Registro Nacional de Infarto Agudo de Miocardio (RENIAM) con la colaboración de médicos cardiólogos distribuidos por todo el país, quienes apuntan a obtener información para entender cómo se maneja el infarto y así las autoridades sanitarias puedan responder a las necesidades de las distintas regiones geográficas.