Sólo tres noches consecutivas de insomnio o durmiendo mal son suficientes para que el cuerpo reduzca drásticamente su capacidad de producción de glucosa y aumente considerablemente el riesgo de diabetes.
Así lo reveló un estudio –al que tuvo acceso Asteriscos.tv- que indicó que, como consecuencia de la disminución de la tolerancia a la glucosa, los efectos de tres noches durmiendo mal son similares a ganar entre 8 y 13 kilos de peso, según el estudio realizado por investigadores de la escuela de medicina de la Universidad de Chicago.
Los científicos consideran que si bien es posible que la capacidad del organismo para producir glucosa se adaptaría a un proceso crónico de privación del sueño, es probable que también los pobres patrones de sueño en las personas mayores y obesas pueda incidir en el desarrollo de la diabetes. El sueño profundo o "sueño de onda lenta" esta considerado como la forma de dormir más reconstituyente, tanto física como mentalmente.
"Estudios anteriores realizados por nuestro laboratorio han demostrado las conexiones existentes entre los problemas del sueño y los cambios de apetito, las alteraciones metabólicas, la obesidad y el riesgo de diabetes", explicó la autora del estudio, Eve Van Cauter.
"Estos resultados fortalecen estos vínculos y se suma el papel jugado por la mala calidad del sueño, que suele estar asociada con el envejecimiento", añadió.
Nueve personas sanas y delgadas, con edades comprendidas entre los 20 y los 31 años, pasaron cinco noches en un laboratorio del sueño, yéndose a dormir a las 23:OO y despertándose a las 7:30 de la mañana.
Los pacientes no fueron molestados durante las dos primeras noches, pero a partir de la tercera, unos altavoces ubicados junto a las camas emitían sonidos de baja intensidad cada vez que el cerebro daba muestras de entrar en sueño profundo.
Los sonidos no eran lo suficientemente fuertes para despertar a los pacientes, pero si rompían el 90% de los episodios de sueño profundo de los voluntarios.
Esto simulaba el patrón de sueño habitual en las personas mayores de 60 años, que por lo general sólo duermen profundamente unos 20 minutos por noche, mientras que una persona joven alcanza entre 80 y 100 minutos.
Después de haber tenido noches con perturbación de sueños, la sensibilidad a la insulina de los voluntarios disminuía un 25%, lo que significa que necesitaban de más insulina para disponer de la misma cantidad de glucosa.
Pero la secreción de insulina no se incrementó en ocho de los voluntarios y, en consecuencia, los niveles de glucosa en la sangre de los individuos aumentó el 23%.
Dado que con el envejecimiento se reducen los episodios de sueño profundo y los obesos presentan también trastornos del sueño, los resultados de este estudio "sugieren que las estrategias para mejorar la calidad del sueño, así como la cantidad, puede ayudar a prevenir o retrasar la aparición de diabetes del tipo 2 en poblaciones de riesgo", concluyó Van Cauter.