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27 de diciembre de 2024
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Por Leonardo Coscia
Adolescentes y tolerancia al sonido ambiente
Los acúfenos en adolescentes estarían asociados a bajos umbrales de tolerancia a sonidos ambientales. El daño se debe en gran medida a su frecuente exposición a sonidos de alta intensidad que provocan traumas acústicos
6 de julio de 2018
Recientes estudios hechos en animales y seres humanos sugieren que el acúfeno puede reflejar pérdida de conexión sináptica en la cóclea que no se expresaría en una audiometría tonal (estudio que mide la audición en un rango de frecuencias de 125 a 8000 Hz) pero que conduce a cambios neurales en la vía auditiva llevando así a una reducción de los umbrales de tolerancia a los sonidos ambientales.

“Estos hallazgos nos llevan a preguntarnos si el acúfeno permanente que experimentan muchos adolescentes está asociado a cambios en sus umbrales de tolerancia que podrían ser indicativos de una pérdida auditiva subclínica que solo podría detectarse a través de estudios complementarios como son las audiometrías de altas frecuencias - que evalúan rangos por encima de los 8 kHz hasta 16/20 kHz - y las señales acústicas que se pueden registrar en el conducto auditivo externo muy eficaces en el diagnóstico precoz de la hipoacusia (OEA), cuando las audiometrías tonales arrojan resultados dentro de límites normales”, comenta la Lic. Susana Domínguez, fonoaudióloga de INEBA.

La prevalencia de acúfenos en la población adolescente genera gran interés por su frecuente exposición a sonidos de alta intensidad que provocan trauma acústico.

En un estudio hecho recientemente entre el Instituto Gánz Sánchez de San Pablo, Brasil, la Escuela de Medicina de la Universidad de San Pablo y la Universidad McMaster de Hamilton, Canadá, se sometió a 170 adolescentes a una encuesta sobre su experiencia con acúfenos, ya sean actuales o previos a dicho interrogatorio, sobre sus hábitos riesgosos de escucha de música fuerte y sobre la molestia que les generaban sonidos de la vida diaria. También se les realizaron estudios audiológicos de rutina y complementarios.

El 54,7% de los adolescentes refirieron haber experimentado acúfenos en los últimos 12 meses. Su audición para las frecuencias del habla se hallaba dentro de límites normales en todos los casos pero muchos de ellos (42%) presentaban umbrales descendidos para las altas frecuencias de entre 11 y 16 kHz y el 38% de las OEA presentaba respuestas sobreamplificadas (por encima de lo normal).

Los umbrales de intolerancia a sonidos ambientales se hallaban descendidos respecto de los valores de normalidad. En algunos casos llegaron hasta protegerse los oídos ante las intensidades investigadas como señal de molestia.

“Como conclusión podemos decir que la presencia de acúfenos y umbrales de intolerancia reducidos puede interpretarse como un indicador precoz de vulnerabilidad para desarrollar un daño sináptico subclínico en adolescentes expuestos a altos niveles de sonido ambiental al igual que a sonidos recreacionales excesivamente fuertes”, agrega la especialista.

Por otra parte, este daño subclínico no es percibido por el paciente ni tampoco se registra en una audiometría.

Los estudios hechos en animales revelarían que tal daño se asociaría con una pérdida gradual de células del ganglio espiral en la cóclea que va ocurriendo con el envejecimiento normal del órgano auditivo en edades adultas. “Lo que más preocupa es que estos hallazgos se dan en adolescentes, lo que sugiere que se pueden convertir en una generación que padezca acúfenos permanentes con dificultades auditivas tempranas respecto de generaciones anteriores”, concluye Domínguez.

¿Qué hacer para evitar este daño auditivo y cómo actuar si tenemos sospechas de padecerlo?

“Si nos preguntáramos qué podemos hacer para evitar el daño auditivo la respuesta es muy fácil: debemos tomar conciencia del mismo. ¿Cómo lo hacemos? Proveyendo información desde los niveles escolares más básicos a edades tempranas indicando los peligros del ruido y la importancia de tener buenos hábitos auditivos para conservar la salud de la audición”, explica la fonoaudióloga de INEBA.

Si se tiene sospecha de padecer un daño de este tipo en la audición, lo primero que se debe hacer es consultar al médico otorrinolaringólogo, quien ordenará la realización de una audiometría y una audiometría de altas frecuencias y otoemisiones acústicas. Con estos dos últimos estudios se puede evaluar precozmente el daño auditivo en caso de que los resultados sean normales en la audiometría tonal.

“Cabe también agregar que la sensación de oídos tapados propia de la pérdida auditiva también puede acompañarse de mareos, zumbidos (acúfenos) e hiperacusia, que es la intolerancia a los sonidos a intensidades que otros sujetos sí toleran bien, e incluso en el peor de los casos también se dan casos de algiacusia, es decir, dolor de oídos”, comenta.

Se debe tener presente que el límite de volumen que tolera el oído humano sin que se produzca daño auditivo es 80 dB por lo que se debe ser extremadamente cautelosos en el uso de reproductores musicales o en asistir de manera frecuente a recitales donde los niveles de sonido excedan este valor.