Envejecer no es sinónimo de enfermarse. Buenos hábitos alimenticios durante toda la vida, y particularmente en la tercera edad, disminuyen el riesgo cardiovascular, y de cáncer y de pérdida de masa y fuerza muscular
Afortunadamente, la expectativa de vida va en aumento. Según estadísticas recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hoy en la Argentina alcanza a un promedio de 76,3 años (72,7 en los varones y 79,9 para las mujeres), lo cual hace que nos enfrentemos a nuevas situaciones y enfermedades.
En opinión de los especialistas convocados por el 21º Congreso Internacional de Nutrición, que se llevará a cabo en Buenos Aires del domingo 15 de octubre al viernes 20, “el gran desafío que enfrenta la medicina moderna es lograr un envejecimiento saludable y tanto la nutrición como la actividad física son claves para alcanzarlo”.
Los cambios que constituyen e influyen en el envejecimiento son complejos. En el plano biológico, está asociado con la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares. Con el tiempo, estos daños reducen gradualmente las reservas fisiológicas, aumentan el riesgo de muchas enfermedades y disminuyen en general la capacidad del individuo. Pero estos cambios no son ni lineales ni uniformes, y solo se asocian vagamente con la edad cronológica de la persona. Así, mientras algunas personas de 70 años gozan de un buen funcionamiento físico y mental, otras tienen fragilidad o requieren apoyo considerable para satisfacer sus necesidades básicas.
“En parte, esto se debe a que muchos de los mecanismos del envejecimiento son aleatorios. Pero también a que esos cambios están fuertemente influenciados por el entorno y el comportamiento de cada persona”, afirmó la Dra. Mabel Carrera, presidenta del 21° Congreso Internacional de Nutrición, reunión científica que se realiza por primera vez en la Argentina.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al Envejecimiento Saludable como el ‘proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez’. Dado que la mayor carga de morbilidad en la edad avanzada se debe a enfermedades no transmisibles, los factores de riesgo de estas afecciones son blancos importantes en la promoción de la salud.
Las estrategias para reducir la carga de discapacidad y mortalidad en la edad avanzada consisten en la adopción de hábitos saludables y el control de los factores de riesgo metabólicos. Por lo tanto, deben comenzar a una edad temprana y continuar a lo largo de toda la vida.
Además, cada vez existen más indicios de que algunos hábitos clave relacionados con la salud, como una nutrición adecuada, pueden tener gran influencia en la capacidad intrínseca en la vejez, con bastante independencia de su efecto reductor del riesgo de enfermedades no transmisibles.
“Generalmente, el envejecimiento viene acompañado de cambios fisiológicos que pueden afectar el estado nutricional. Las deficiencias sensoriales, tales como un menor sentido del gusto o del olfato, o ambos, en muchos casos disminuyen el apetito. Por otro lado, la mala salud bucodental o los problemas dentales pueden producir dificultad para masticar, inflamación de las encías y una dieta monótona de baja calidad, factores que aumentan el riesgo de desnutrición”, afirmó por su parte la Dra. Zulema Stolarza, ex presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición y miembro del Comité Organizador del Congreso.
“Asimismo, puede que se vea afectada la secreción de ácido gástrico, lo que reduce la absorción de hierro y vitamina B12. Y la pérdida progresiva de visión y audición, así como la artrosis, en muchos casos limitan la movilidad y afectan la capacidad de las personas mayores para ir a comprar alimentos y preparar comidas”, agregó la Dra. Stolarza.
Estas tendencias aumentan el riesgo de desnutrición en la vejez y, a pesar de que las necesidades calóricas disminuyen con la edad, el requerimiento de la mayoría de los nutrientes se mantiene relativamente sin cambios. La desnutrición en la edad avanzada se manifiesta en una reducción de la masa muscular y ósea y en un mayor riesgo de fragilidad. También se asocia con deterioro de la función cognitiva y de la capacidad para cuidar de uno mismo, y mayor riesgo de dependencia de cuidados.
Para hacer una evaluación nutricional exhaustiva de las personas mayores, se deben tomar medidas antropométricas y realizar análisis bioquímicos y evaluaciones nutricionales. Un estudio efectuado en el Reino Unido aplicando estos enfoques integrales reveló que el riesgo de desnutrición proteico-calórica era de entre el 11% y el 19%, y que se acompañaba de deficiencia de vitaminas C y D y bajos niveles de carotinoides.
“Tenemos que trabajar como Especialistas en Nutrición para integrarnos, cada vez mejor, en equipos interdisciplinarios para abordar al individuo en todas sus dimensiones. Una persona que se recupera de un infarto, alguien con 20 años de diabetes, quien está desarrollando incipientemente algún grado de demencia o un adulto mayor sin enfermedades crónicas, todos ellos, tienen requerimientos nutricionales específicos que deben ser atendidos para que lleven la mejor vida posible”, sugirió la Dra. Graciela Fuente, miembro del Comité Organizador del 21º Congreso Internacional de Nutrición.
“No es un aspecto complementario el hecho de que sus decisiones nutricionales lo están acercando o alejando de un futuro de bienestar. Si hay que tomar medidas para cambiar patrones de alimentación, es necesario hacerlo cuanto antes”, destacó la Dra. Fuente.
Existen varios tipos de intervenciones eficaces para corregir estos cuadros de desnutrición con el objetivo de retrasar la dependencia de la atención de terceros, mejorar la capacidad intrínseca e invertir estados de salud delicados. Es necesario mejorar la concentración de nutrientes de los alimentos, sobre todo las vitaminas y minerales, pero también es importante tener en cuenta la ingesta calórica y proteica. Se ha demostrado que el asesoramiento nutricional individualizado mejora el estado nutricional de las personas mayores en 12 semanas.
La Dra. Stolarza detalló que, con frecuencia, “el paciente añoso presenta un combo de varias condiciones de salud para las que suele recibir más de un medicamento a la vez, también viene con algunos dolores y achaques, sueño alterado, en ocasiones con algunas dificultades para movilizarse, lo que le ha hecho perder independencia, y hasta encuentra dificultades para concurrir a la consulta médica”.
En algunos ancianos, se evidencian determinados cambios psicosociales, impulsados por la vida en soledad con cierto aislamiento social, que puede ir generando cuadros de depresión. Estos factores, sumados a -eventualmente- bajos recursos económicos, dificultan la adopción de hábitos de alimentación saludable.
Para el abordaje de una situación así, la Dra. Fuente remarcó que es necesario involucrar a su familia o entorno directo: “la comunicación y empatía entre el paciente, los familiares y todo el equipo de salud es fundamental, es una herramienta fantástica que da resultados muy positivos. Eso implica tiempo, pero hace sentir involucrado al paciente. Es la manera en que la persona no sea una cifra, un diagnóstico, y así sea abordada desde toda su humanidad”.
Cómo debe ser la alimentación del adulto mayor
Siempre hay que atender a la situación individual de cada persona, pero en líneas generales, podría sugerirse que debe consistir en una ingesta de entre 2.000 y 2.400 calorías diarias, distribuidas entre hidratos de carbono (55-60%), proteínas (15-25%) y grasas (20-25%).
La alimentación del adulto mayor debe ser baja en sodio (sin sal agregada, prefiriendo otras especias para condimentar), abundante en fibras y vitaminas (frutas, verduras y granos enteros), rica en calcio (lácteos) y hierro (carnes magras y legumbres).
“El adulto va perdiendo progresivamente masa muscular y fuerza muscular, es lo que se conoce como ‘sarcopenia’. Esto impacta en su capacidad de hacer actividad física y aumenta la fatiga. Todos estos elementos incrementan el riesgo de caídas, con las potenciales fracturas de cadera o muñeca y toda la morbilidad asociada a esa situación en esta etapa de la vida”, insistió la Dra. Carrera.
Estar polimedicado puede favorecer la desnutrición, hipoglucemias y alteraciones en el gusto y el apetito. Con el paso del tiempo, además, pueden aparecer determinadas alteraciones en el aparato digestivo, como problemas de masticación por pérdida de piezas dentarias, dificultades en la deglución, disminución de la motilidad esofágica, retraso en el vaciamiento gástrico y estreñimiento por falta de ejercicio físico y escasa ingesta de líquido.
Los especialistas coincidieron en que la comida debe ser fácil de preparar, estimulante del apetito, bien presentada, apetecible y de consistencia blanda.
Alimentación saludable toda la vida, para envejecer bien
Tal como puntualizó la Dra. Fuente, para sobrevivir, los seres humanos tenemos que hacer dos cosas: respirar oxígeno y nutrirnos con alimentos y agua. Son el combustible que nos permite vivir, crecer y desarrollarnos.
Siguiendo las leyes del Dr. Escudero, el padre de la nutrición en nuestro país, la alimentación, durante toda la vida, debe ser suficiente, completa, armónica y adecuada, prestando atención a qué representan esas características en cada una de las etapas de la vida.
Búsqueda del embarazo: los cuidados comienzan al programar la búsqueda de un hijo, atendiendo el estado nutricional de la madre y suplementando con ácido fólico para prevenir defectos en el cierre del tubo neural del niño.
Gestación: en el vientre materno, la alimentación de la madre debe procurar un desarrollo adecuado del bebé. El hierro y el calcio son imprescindibles en esta etapa. Al igual que evitar los tóxicos: alcohol y tabaco.
Nacimiento: la leche materna es el alimento por excelencia, porque provee al niño todo lo que necesita para nutrirse adecuadamente y para continuar desarrollando su sistema inmunológico.
Infancia: en los primeros años de vida, se debe cuidar que el aporte calórico sea el adecuado para la edad y es la etapa en la que se van forjando patrones alimentarios que tienden a afianzarse por el resto de la vida. Para prevenir el desarrollo de enfermedades complejas, es necesario prestar atención a la cocción de las carnes, la limpieza de vegetales crudos y la contaminación cruzada en los procesos de cocción.
Adolescencia: es de gran importancia el aporte de los nutrientes necesarios para cubrir el significativo crecimiento en peso y talla. Además, la educación en hábitos de vida saludable protege a los jóvenes de las modas alimentarias, el sedentarismo y los hábitos tóxicos.
Adultez: el aporte calórico debe estar acorde a la actividad laboral y la realización de ejercicio físico, dado lo marcadamente sedentaria que se va tornando la vida moderna. También es pertinente atender la ingesta de sodio y su impacto en el riesgo cardiovascular.
Tercera edad: pueden aparecer trastornos en la masticación, en la deglución y en la digestión, que afectan las costumbres de alimentarse de los adultos mayores. Se reducen el apetito y la sed, pero sigue siendo necesario el aporte de nutrientes a través de una alimentación variada y equilibrada, que impacta enormemente en el estado general de salud.
La Dra. Fuente mencionó que la malnutrición en esta etapa de la vida “puede ocasionar alteraciones en la respuesta inmune y propiciar la aparición de condiciones como gripe, neumonía y sus complicaciones, que ponen en riesgo la vida del individuo”.
“Tenemos un solo cuerpo y los hábitos nutricionales que incorporemos y perpetuemos impactarán en el pronóstico de cómo responderá nuestro organismo en las próximas décadas”, concluyó la Dra. Carrera.