El tratamiento de las enfermedades cardiovasculares ha tenido uno de los desarrollos más fascinantes de la medicina. En la actualidad, ya sea por vía directa a través de una cirugía cardíaca, o indirecta por medio de un cateterismo y angioplastia, es tan común como lo fue la apendicitis algunas décadas atrás.
(*) por Raúl Alfredo Borracci. Cardiocirujano. Miembro Titular de la Asociación Argentina de Cirugía.
El tratamiento de las enfermedades cardiovasculares ha tenido uno de los desarrollos más fascinantes de la medicina. En la actualidad, ya sea por vía directa a través de una cirugía cardíaca, o indirecta por medio de un cateterismo y angioplastia, es tan común como lo fue la apendicitis algunas décadas atrás.
Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte de adultos en el mundo. Afecta más a los varones que a las mujeres, pero puede resultar más grave en estas últimas, sobre todo después de la menopausia. En particular, la enfermedad coronaria consiste en la obstrucción parcial o total de las arterias que nutren el corazón, lo que podría conducir a un infarto, muchas veces con consecuencias fatales.
¿Cuáles son los síntomas? Inicialmente, esta enfermedad se manifiesta con dolor u opresión del pecho, brazos o mandíbula, que aparece en forma brusca o con el esfuerzo, aunque también puede existir la enfermedad sin síntomas y solo detectarse con pruebas diagnósticas como el electrocardiograma, la ergometría u otros métodos de imágenes (cámaragama, ecoestrés o tomografía multicorte).
La aparición de la enfermedad coronaria está asociada con la presencia de factores de riesgo como son el tabaquismo, la diabetes, el colesterol, la hipertensión, la falta de ejercicio, la obesidad, el estrés y la carga genética familiar de la enfermedad. El llamado "tratamiento médico óptimo" a través del consejo médico y el uso de medicamentos, ayuda a eliminar o controlar todos estos factores de riesgo, y reduce la posibilidad de desarrollar una enfermedad coronaria y un eventual infarto.
Obviamente, la mejor situación sería tratar de evitar la enfermedad coronaria mediante la prevención, pero una vez instalada, el tratamiento moderno de la enfermedad coronaria se apoya en tres pilares:
1) la indicación de aspirina, betabloqueantes y estatinas
2) la angioplastia con stent cuando hay una o dos coronarias obstruidas, o en caso de un infarto agudo
3) la cirugía coronaria convencional para las situaciones más complejas
Angioplatia y stent coronario
La angioplastia no es una cirugía convencional en todo el sentido de la palabra; sino un procedimiento mínimamente invasivo que se realiza por punción y cateterismo. Consiste en abordar las arterias coronarias a través de una arteria del antebrazo o la ingle, y abrir la obstrucción con un balón y una malla tubular llamada stent. En Argentina se realizan cerca de 40.000 angioplastias al año, y el riesgo de este procedimiento se halla entre 0.5 y 3%, dependiendo de la gravedad del caso.
Aunque la angioplastia es el método de primera elección e ideal para tratar de urgencia el infarto o la obstrucción de una o dos coronarias, la cirugía coronaria tiene mejores resultados que la angioplastia cuando hay obstrucciones más complejas o cuando la angioplastia con stent ya ha fracasado.
Cirugía coronaria convencional
La primera cirugía cardíaca con circulación extracorpórea, también llamada a corazón abierto, se realizó en Estados Unidos en 1953; y 4 años más tarde en Argentina, se operó exitosamente el primer paciente en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires. A partir de ese momento, la cirugía cardíaca se expandió en todo el mundo. En la actualidad, solo en Estados Unidos se realizan alrededor de 400.000 cirugías coronarias anuales, y aproximadamente 10.000 en Argentina.
El temor a someterse a una cirugía coronaria es normal y entendible. Sin embargo, el riesgo de esta cirugía disminuyó drásticamente en las últimas dos décadas. Así, dos tercios de los pacientes que se operan del corazón en forma convencional mediante una incisión en el tórax, tienen un riesgo quirúrgico menor a 2%, y en la mitad de estos casos, el riesgo puede ser tan bajo como 1%; siempre cuando el paciente no tenga otras enfermedades agregadas (Fuente: Dr. Borracci- Mortality in low- and very low-risk patients undergoing cardiac surgery: Evaluation according to the EuroSCORE II as a new standard publicado en Cardiology Journal- 2015).
También en los cuidados postopreratorios, las técnicas de extubación rápida en el quirófano (llamada ultrafastrack) y la movilización y alta temprana han mejorado el bienestar del paciente y acortado los tiempos de recuperación.
Cada paciente es único y la técnica quirúrgica debe adaptarse a él, y no a la inversa. Las técnicas de vanguardia en cirugía cardíaca tienden también a ser menos invasivas. Esto incluye la posibilidad de hacer abordajes más pequeños y estéticos, aunque igual de seguros; o reparar las propias válvulas del paciente en lugar de cambiarlas; o usar prótesis biológicas que evitan la anticoagulación.
El incremento de la esperanza de vida de la población y los altos estándares de calidad alcanzados por la cirugía cardíaca han hecho que todos sus procedimientos también se apliquen a octogenarios y nonagenarios con un razonable nivel de seguridad. La cirugía coronaria en pacientes mayores de 80 años es hoy en día muy frecuente y sus resultados mejoran ostensiblemente el pronóstico y la calidad de vida de estas personas.