Las exigencias y el ajetreo cotidiano se acentúan en esta época del año: decidimos realizar un balance mental sobre como transcurrió nuestro 2016, las fortalezas y debilidades que atravesamos durante los 365 días y con ello acarreamos presión sobre todo lo que tenemos que hacer antes –y después- de que cambie el calendario.
¿Qué nos quedó pendiente?, ¿Qué quiero y qué no para el nuevo año?. Además, se suman a estas preguntas eventos familiares y sociales con agendas apretadas, planificación de vacaciones y corridas de un lado al otro para celebrar las fiestas. De esta manera, aparecen los primeros síntomas de ansiedad y estrés.
Hebe Perrone, Directora de la carrera de Psicología de Fundación Barceló, aclara que, la ansiedad, es un estado mental, no necesariamente una patología, que, en ciertas circunstancias, puede transformarse en una modalidad con aspectos disfuncionales. Identifica los síntomas más comunes: temor, impaciencia, preocupación, inseguridad, tensión y desconfianza.
En la actualidad ansiedad y angustia, para muchas teorías son sinónimos. El individuo presenta y padece sus síntomas. El bloqueo emocional que genera la ansiedad impide el reconocimiento, de los factores que producen estrés. El miedo al cambio es uno de los factores más usuales que se consideran como estresores o causantes de ansiedad: interfieren con nuestro orden diario, alteran nuestra rutina y nos sacan de la zona de confort.
Como parte de nuestros usos y costumbres, celebrar Navidad, Año Nuevo y las reuniones de fin de año son muy importantes para mantener nuestros vínculos sociales activos: la presión por participar de todos los eventos y organizarse bien, genera ansiedad. A lo anterior se suman los conflictos familiares, habituales en este período
La culminación de un nuevo año y la presión de todo lo que no pudimos realizar, o aquello que perdimos, siempre está presente. El concepto de la etapa que finaliza, y el paso del tiempo, nos hace percibir lo que se va y eso es un mero causante de nervios.
La Licenciada Perrone sostiene que una vez establecidas cuáles son las problemáticas y sus causas, es posible avanzar hacia la solución. Dentro de un proceso no patológico de ansiedad, la persona cuenta con recursos que le permiten organizarse y enfrentar las situaciones temidas o movilizantes.
Los recursos naturales pueden sintetizarse en los siguientes:
Organización: Para optimizar nuestra salud mental, es necesario mantenerse organizado. Para eso debemos llevar un plan escrito de todos los eventos y tareas a realizar, y atenerse a ese plan.
Técnicas de relajación: Existen numerosas disciplinas que contribuyen a la relajación física y mental. Entre ellas: el yoga, la meditación, el mindfulness. Sin embargo, se sugiere acudir a profesionales matriculados y recurrir a la psicoterapia, siempre y cuando necesitemos ayuda.
Alimentación, ejercicio, descanso: Resulta evidente pero en la mayoría de los casos no comemos adecuadamente, ni nos ejercitamos como deberíamos o dormimos lo suficiente. Una dieta correcta, una rutina de ejercicios de al menos tres veces por semana y dormir entre 7 y 9 horas, mejora nuestra salud mental y aumenta el bienestar, permitiendo afrontar los problemas con mayor energía.
Cuando lo anterior no es posible, deben incluirse consultas con especialistas, que colaboran para lograr un mejor manejo de la angustia, que permita concretar y disfrutar de los proyectos deseados. Las técnicas que se utilizan, en general buscan como objetivo la autonomía cada vez mayor del sujeto, frente a los síntomas que lo limitan. En los trastornos de ansiedad son especialmente eficaces la psicoeducación, el monitoreo de síntomas y sus ensayos de solución y las técnicas que permiten la prevención de recaídas.