Durante la última reunión de la American Heart Association se presentaron los resultados, luego publicados en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine (NEJM), de la investigación SPRINT (Systolic Blood Pressure Intervention Trial).
Los hallazgos de esta investigación se encuentran actualmente entre los más citados y comentados de la cardiología, ya que la hipótesis inicial –desarrollada por un grupo de especialistas del National Heart, Lung and Blood Institute en 2007- consistió en probar si es mejor alcanzar una meta de presión arterial sistólica (es decir la alta) menor de 120 mm/Hg, en comparación con la actual de 140 mm/Hg, a fin de prevenir la demencia, el deterioro cognitivo, el infarto, el accidente cerebro vascular (ACV) y la muerte.
“Hasta este estudio se recomendaba que las personas hipertensas mayores de 50 años tuvieran su presión sistólica en menos de 140, pero este cambio propone llevarla a 120. Este es un cambio muy importante si se tiene en cuenta que la hipertensión arterial afecta aproximadamente a mil millones de adultos en todo el mundo, y que históricamente las evidencias han mostrado que su tratamiento disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares como, por ejemplo un, ACV nuevo (en un 35-40%), un infarto de miocardio (en un 15-25%) y la insuficiencia cardíaca (hasta un 64%)”, expuso la Dra. Carol Kotliar, directora del Centro de Hipertensión Arterial y Envejecimiento Vascular del Hospital Universitario Austral.
“Sin embargo, establecer hasta qué valor es bueno y recomendable descender la presión arterial ha sido tema de controversia a lo largo del tiempo porque el peligro de la presión demasiado reducida reside en que podría causar un descenso del flujo sanguíneo en los mismos órganos que se desea proteger, especialmente en el cerebro, corazón y riñones”, continuó.
El estudio SPRINT mostró que entre adultos hipertensos y sin diabetes el descenso de la presión arterial a menos de 120 mm/Hg, en relación con el objetivo estándar de menos de 140 mm/Hg, produjo tasas significativamente menores de episodios cardiovasculares mortales y no mortales, y de muerte por cualquier causa.
“Así, los resultados del estudio SPRINT aportan considerablemente a la evidencia de los beneficios del descenso de la presión sistólica, especialmente en pacientes mayores con hipertensión”, agregó Kotliar.
Para el Dr. Lawrence Fine, jefe de Aplicaciones Clínicas y Prevención del NHLBI: “Los resultados proporcionan evidencia importante de que el tratamiento de la presión arterial para lograr cifras más bajas en pacientes mayores o con alto riesgo podría ser útil y generar mejores resultados en la salud en general. Sin embargo, los pacientes deben hablar con su médico para determinar si esta cifra más baja es mejor en su caso individual”.
Es importante señalar que el estudio muestra, al igual que otros previamente, que cada milímetro de mercurio y cada punto en la reducción de la presión arterial puede tener una relevancia vital para el paciente.
“Sin embargo, los pacientes a quienes se extrapolen las metas de menos de 120 aún necesitan ser definidos, porque si bien están quienes se beneficiarán intensamente, también hay otros que podrían sufrir riesgos como hipotensión, sincope y anomalías renales y electrolíticas. Sin embargo, por lo demás, se considera que los riesgos del tratamiento para lograr una cifra de presión arterial más baja realmente son pequeños en relación con las ventajas potenciales en lo que respecta a desenlaces cardiovasculares”, especificó Carol Kotliar. Se trata de individualizar el tratamiento en cada paciente.
“En la Argentina el éxito en la normalización de las cifras de presión arterial ronda el 20%. Es decir que con una meta más alta como la actual, el éxito del tratamiento se alcanza en solo dos de cada 10 personas con presión alta que reciben tratamiento farmacológico. Por esto, más allá de lo sugerido por SPRINT acerca de lograr un valor menor de 120 de presión arterial sistólica en los mayores de 50 años sin diabetes, nuestro desafío es bajar la presión más satisfactoriamente si se considera que el 30% de la población argentina es hipertensa. Es decir el 30% de la población tiene hipertensión y de ellos aproximadamente el 20% alcanza éxito en la reducción de su cifras de presión”, finalizó la especialista.
A tener en cuenta
Para los especialistas, estos nuevos objetivos se vinculan con la necesidad de recibir al menos 3 drogas antihipertensivas, aunque en muchos países el tratamiento con varios fármacos plantea la dificultad de sus costos, y la falta de continuidad del paciente.
Esto, además, puede asociarse a demoras en la asignación de turnos para poder ver al médico que refuerce la motivación, controle el resultado y evalúe los efectos colaterales posibles.
Por otro lado, un tema no menor es cómo se mide la presión arterial, ya que su valor es clave para saber la situación de riesgo del paciente. Es decir que para definir si una persona tiene su presión en objetivo o no, cabe preguntarse si alcanza con un registro en el consultorio, o es necesario contar con mediciones domiciliarias que descarten el fenómeno de alerta.
Detalles sobre el estudio
SPRINT fue un estudio efectuado entre 2010 y 2013 en 102 centros médicos de Estados Unidos, y contó con la participaron de 9361 voluntarios hipertensos que debían tener por lo menos 50 años, presión sistólica de 130-180 mm/Hg y aumento del riesgo cardiovascular. Se excluyeron los pacientes con diabetes mellitus o ACV previo.
Se asignó al azar un tratamiento denominado estándar que llevaba a una meta de presión menor a 140 mm/Hg y un tratamiento intensivo cuya meta fue menos de 120 mm/Hg.
Se incluyeron todas las clases principales de fármacos antihipertensivos en la lista de medicamentos posibles, que se proporcionaron sin cargo a los participantes ajustándose mensualmente la dosis requerida. Además, se estimularon los cambios de los hábitos de vida como parte de la estrategia terapéutica.
Los resultados fueron muy beneficiosos para el grupo de pacientes que recibió el tratamiento intensivo con meta de presión menor de 120, razón por la cual los investigadores debieron detener el estudio SPRINT antes de su término a los 3,26 años (se había planificado para 5), con el objetivo de proteger a quienes no recibían el tratamiento intensivo. El riesgo relativo de muerte por causas cardiovasculares fue un 43% menor con la intervención intensiva que con el tratamiento estándar.
“Los resultados del SPRINT plantean cuestiones prácticas importantes. En primer lugar, que el descenso de la presión arterial a menos de 140/90 mm/Hg se logró sólo en alrededor del 50% de la población general de Estados Unidos, lo que sugiere que aún lograr estas cifras es difícil. En segundo término, tras excluir a los pacientes con hipertensión más grave, el descenso a menos de 120 mm/Hg exigió un antihipertensivo más. Estas observaciones sugieren que lograr una presión sistólica menor de 120 mm Hg en la población total de pacientes con hipertensión sería más difícil y llevaría más tiempo que lograr el objetivo de 140 mm/Hg, y también exigiría un mayor costo en medicamentos y más visitas al médico”, analizó la Dra. Carol Kotliar.