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27 de diciembre de 2024
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Bronquiolitis: claves para proteger al bebé
Para prevenir la bronquiolitis no existe una vacuna, por eso es muy importante evitar la exposición al virus, especialmente de los grupos más vulnerables: los prematuros de bajo peso, con afecciones pulmonares, y los niños con cardiopatías congénitas, ya que tienen un riesgo 4 a 5 veces superior de internación por esta infección respiratoria.
29 de abril de 2016
El virus sincicial respiratorio (VSR) es uno de los principales causantes de la bronquiolitis, una enfermedad respiratoria que afecta las vías aéreas inferiores o ‘bronquiolos’, es de fácil contagio y se transmite de persona a persona por el contacto directo con secreciones nasales. Representa un riesgo para la salud pública por el gran número de hospitalizaciones en los bebés de alto riesgo,.

“Dos tercios de los menores de 2 años podrían verse afectados por este virus, pero hay que destacar que no ataca a todos por igual; son los infantes de riesgo los más vulnerables”, afirmó el doctor Guillermo Colantonio, jefe de neonatología del Sanatorio Finochietto y coordinador de neonatología de la Clínica y Maternidad Suizo Argentina (MN: 88422).

Los infantes de riesgo o la población más vulnerable a esta enfermedad son los bebés prematuros de bajo peso, “son bebés menores de 32-35 semanas y con un peso menor a 1.500 gramos”, aclaró el especialista; o con ciertas afecciones pulmonares producto de haber recibido ventilación mecánica por largo tiempo, así como niños con cardiopatías congénitas. Esta población tiene un riesgo 4 a 5 veces mayor de hospitalización por infección por VSR respecto de los niños sanos, como también, más riesgo de evolución grave y complicaciones.

En el mes de abril se inicia el período del año de mayor circulación del virus, por lo que hay que estar atento a las medidas de prevención. “Hay un corredor estacional en el cual a partir de la semana 13-15 del año y hasta la 37-42 circula el virus, con un pico que en general se presenta a la mitad de este período” explicó el doctor Colantonio.

Para prevenir la bronquiolitis no existe una vacuna, por eso es muy importante reducir la exposición del bebé al virus y para esto se recomienda:
Impulsar y mantener la lactancia materna.
Lavarse las manos.
Evitar la contaminación ambiental con humo (ya sea humo de cigarrillo u otros).
Evitar el hacinamiento.

• Concurrir a los controles rutinarios con el médico.
Cumplir el calendario nacional de vacunación y con las vacunas que determine el pediatra, tanto para el bebé como para quienes conviven con él.
Solo para los más vulnerables: cumplir con el esquema completo de inmunización pasiva que actúa como un “escudo” para la protección de esta población vulnerable. La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) recomienda, teniendo en cuenta las semanas de circulación viral, iniciar la profilaxis durante el mes de abril, con una aplicación mensual del anticuerpo monoclonal de hasta un máximo de 5 dosis.

La inmunización pasiva está incluida en la “Estrategia Integral de Prevención de Infecciones Respiratorias en prematuros de alto riesgo” del Ministerio de Salud de la Nación y en niños con cardiopatías congénitas con inestabilidad hemodinámica significativa, según las recomendaciones consensuadas con las sociedades científicas. La inmunidad persiste por un período acotado de tiempo, por lo que es fundamental la aplicación mensual de las dosis para mantener los niveles adecuados de anticuerpos durante la época de mayor circulación viral. La inmunización pasiva debe acompañarse además de todas las demás medidas de prevención.

“En la población vulnerable, diversos estudios demuestran que si se llevan adelante todas estas medidas de forma conjunta, disminuye la tasa de hospitalización, los días de oxígeno, la gravedad del cuadro respiratorio y, junto con ello, la disminución de la mortalidad también es significativa”, aclaró el doctor Colantonio.

Principales síntomas:
Mucosidad nasal.
Tos, catarro.
La respiración se hace más rápida (taquipnea) y aumenta la tos.
Tiene la respiración ruidosa con silbidos (sibilancias).
El niño se agita fácilmente.
Al respirar se le hunden las costillas.
Tiene dificultad para alimentarse o para conciliar el sueño.
Tiene la piel azulada o muy pálida.
Tiene fiebre, con temperatura mayor a 38°C.

Cuánto más pequeño es el niño, más importantes pueden ser los síntomas.

“Ante la aparición de los primeros síntomas, como dificultad respiratoria, agitación, dificultad para comer o dormir, es fundamental consultar con el médico”, concluyó el especialista.