A medida que vamos envejeciendo suele aumentar la frecuencia de enfermedades crónicas y de dificultades funcionales, que pueden llevar a la pérdida de autonomía y al deterioro del bienestar. Existe una relación directa entre el número de medicamentos y el riesgo de efectos indeseados. La polifarmacia y la medicación inapropiada son un riesgo del que poco se sabe pero que puede evitarse.
Las múltiples enfermedades y comorbilidades que se presentan con el pasar de los años conducen a la utilización de varios medicamentos. Estudios recientes han detectado un promedio de 5 enfermedades crónicas en adultos mayores, cuya frecuencia aumenta con la edad: diabetes, hipertensión, problemas cardiovasculares, osteoporosis; problemas cerebrovasculares, artrosis, problemas nutricionales, depresión etc.
Es común que cada una de estas afecciones se trate por separado, y los especialistas suelen perder de vista al paciente en forma integral. Así, el cardiólogo se ocupa del tratamiento de los problemas del corazón, pero no de las interacciones de los medicamentos que prescribe con los que recetó el neurólogo o el endocrinólogo, por ejemplo. Por estas razones, hoy se reconoce que uno de los mayores problemas de los adultos mayores es la polifarmacia.
“Hace uno años participé de un estudio con más de 1.000 pacientes en PAMI, en el que observamos que cada uno recibía en promedio 9,6 medicamentos a la vez”, recuerda el Dr. Moisés Schapira, especialista en Geriatría y director médico de Hirsch, Centro de Excelencia para Adultos Mayores y Rehabilitación. Lo grave, señala, es que muchos de esos medicamentos tienen efectos contrapuestos o duplicativos. En tal sentido, la Organización Mundial de la Salud advierte que alrededor del 50% de los medicamentos se prescriben, administran o venden inapropiadamente, y el 50% de los pacientes no toma de manera adecuada sus medicamentos.
Esto genera un efecto cascada en la prescripción. Por ejemplo: a un paciente con trastornos de conducta, se le da un psicofármaco que produce temblores similares a los de la enfermedad de Parkinson como efecto adverso; y en vez de discontinuar el primer medicamento, se le receta una segunda droga contra el Parkinson. Este segundo remedio a la vez lo constipa, lo que se resuelve mediante un laxante: el laxante puede generar un desequilibrio hidroelectrolítico pudiendo generar hipertensión arterial y potencialmente asociarse a una caída, y así sucesivamente. Esto, sin contar el riesgo de daños renales o hepáticos por sobremedicación, que es tanto mayor a medida que aumenta la edad, según confirman múltiples estudios.
Schapira especifica la diferencia entre polimedicación, que es el uso racional de medicamentos con efectos adicionados (terapias combinadas en pequeñas dosis) de la polifarmacia, que implica el uso indiscriminado de múltiples drogas. Pero para el uso racional y adecuado se requiere un estudio integral del paciente y un acompañamiento que ayude a cumplir el esquema de medicación: la adherencia es una de las partes más difíciles de cualquier tratamiento crónico.
“En Hirsch –agrega el doctor- aplicamos los criterios de Beers que definen qué medicamentos son apropiados para ser utilizados con seguridad en los ancianos y cuáles no”.
Según estos criterios internacionalmente aceptados por la comunidad de especialistas, son inapropiados los antihipertensivos de efecto muy intenso y veloz, así como las benzodiazepinas (tranquilizantes de alta vida media), algunos opiáceos y laxantes, antidepresivos tricíclicos o los anticolinérgicos (antialérgicos) que pueden producir confusión un descenso de la presión al pararse, entre otros.
“Otro problema se da cuando no se controlan los efectos secundarios de los medicamentos, que es lo que generalmente ocurre. Por eso, el seguimiento de la historia clínica es fundamental, y cada médico debe analizar al paciente de manera integral, sabiendo qué medicamentos está tomando para prescribirle o no algún otro fármaco.”, finaliza Schapira.
Algunos consejos para evitar la polifarmacia
• Hacer un listado bien claro de los medicamentos, los días y las horas del día en que deben tomarlos, y tenerlo siempre a mano. Es recomendable hacer fotocopias de la lista y pegarlas en los ambientes de la casa y en lugares de visita frecuentes (la heladera, la mesa de luz, el mueble del televisor, etc.).
• Utilizar dispensadores de remedios diarios o semanales con espacios diferentes para cada día (desayuno, comida y cena).
• Cada vez que vaya a un médico diferente al habitual, llevar consigo una lista de los tratamientos que está siguiendo y de los medicamentos que está tomando. De esta manera, el médico sabrá si prescribirle algo nuevo, y si puede haber efectos adversos o contraindicaciones con los que ya toma.
• Si el médico decide discontinuar el uso de alguno de los fármacos del tratamiento, lo mejor es deshacerse inmediatamente de aquellos que se han retirado para no confundirse.
• Es recomendable que algún familiar supervise -cada tanto y sin ser molesto- que el paciente tome sus medicamentos en las dosis y momentos indicados por el médico.
• Ante cualquier problema de salud (catarros, estreñimiento, dolores, etc.) debe consultarse con el médico y no optar por la automedicación. Sólo él puede indicar cuál es el tratamiento o fármaco adecuado, teniendo en cuenta las posibles interacciones con los que ya se toman y los posibles efectos adversos.
• Consultar al médico ante la aparición de nuevos síntomas o de aquellos que ya estaban controlados con el tratamiento pero que vuelven a aparecer.