El verano puede llevar a una obsesión desmedida por el cuidado del cuerpo, dañándolo y cayendo en actividades que se tornan adicciones.
La vigorexia es una alteración de la imagen corporal –y también un trastorno obsesivo compulsivo (TOC)- por la cual las personas se creen más débiles y delgados de lo que son, razón suficiente para dedicar gran cantidad de tiempo al ejercicio, entorpeciendo o dejando de lado la vida social, laboral, académica e inclusive la familiar y de la pareja.
La adicción al ejercicio surge, entonces, porque la persona percibe incorrectamente su propia imagen, y pretende alcanzar “el” objetivo: tener una masa muscular mayor que la que se posee
“En la sociedad actual los patrones conductuales se extienden rápidamente en todos los estratos sociales. Entre estos cambios aparecen las denominadas ‘adicciones sin droga’. Se trata de actividades aparentemente inocuas que el individuo realiza de manera repetitiva, produciendo la satisfacción de lograr un objetivo y una gran sensación de control. Así, para muchos, el cuerpo se ha convertido en el referente más importante de la propia identidad”, explica la Licenciada Antonella María Colombo, profesora en Kinesiología, especialista en Kinesiología Deportiva y miembro del staff de Kinesiología del Hospital Universitario Austral.
Habitualmente, la vigorexia se presenta en hombres de entre 18 y 35 años que además padecen otras conductas desadaptativas como la alimentación inadecuada y el consumo de fármacos peligrosos, como los anabólicos esteroides.
“Las variables socioculturales pueden tener un papel fundamental como desencadenantes, debido a la influencia de los medios de comunicación (anuncios publicitarios, series de televisión, concursos o revistas) que fomentan valores sobre el fìsico que van influyendo desde temprana edad, e inculcan la relación entre el aspecto y el éxito, las chicas lindas, el trabajo, el automóvil que desean, etc. A todo eso, se supone, los llevará tener un cuerpo fornido muy fácil de conseguir en el gimnasio”, señala Colombo.
“El problema –completa la Licenciada- es que una vez que alcanzan ese cuerpo deseado, advierten que no es tan fácil mantenerlo, pero que hay productos o sustancias que los ayudarán a lograrlo rápidamente, o por lo menos, los incitarán a entrenar el tiempo que sea necesario. De esta forma, comienzan a dejar en segundo plano el resto de las responsabilidades y la vida, cada vez más reducida, que tienen fuera del gimnasio”.
Una curiosidad…
En los años ‘90 comenzó a estudiarse el fenómeno por el que la práctica deportiva se convertía en una “obsesión”. Dicho trastorno se denominó “anorexia nerviosa inversa” ó “big-orexia”, evolucionando hasta el término “dismorfia muscular o dismorfofobia” y “complejo de Adonis”. Recién en la actualidad pasó a denominarse “vigorexia”.