Existe el mito que las personas mayores ya no tienen edad para ejercer su sexualidad, no obstante, la ciencia indica que no hay una edad cierta para dejar de disfrutar de la plenitud sexual humana.
Los términos “Tercera edad o vejez” ya no tienen el mismo significado que tenían hace algunos años. Se iniciaba esta etapa a partir de los 65 años y se sobreentendía que, salvo excepciones, comenzaba una franca declinación de las funciones físicas y psíquicas de las personas. Sin embargo, hoy la expectativa de vida asciende a los 100 años, y la medicina ha dejado muy en claro que el envejecimiento es una serie de sucesos progresivos que se inician a la temprana edad de 35 años, por lo cual no podemos determinar con certeza cual es su momento culminante.
Los seres humanos desde la gestación son seres sexuados y sexuales, esto significa que tienen órganos sexuales que son la exteriorización de la función para la cual existen.
¿Cuál es esta función? Proveer al individuo la posibilidad de procrearse y lograr a través de ello una trascendencia genética, pero también y a veces solamente, otorgarle un medio muy poderoso de comunicación con su pareja, lo cual va a influir fuertemente en su auto estima, seguridad e intimidad emocional con su compañero/a.
Otro aspecto de la función sexual es que le produce placer al individuo; lo cual está relacionado con el mejoramiento del sistema inmunológico, fundamental para prevenir y combatir enfermedades y también muy importante para el mejor tránsito a través de las etapas de envejecimiento.
Existe aún el mito (muchas veces inducido por quienes homologan la sexualidad con la juventud) que en las personas que ya no tienen edad para procrear, la sexualidad es una función prescindible o decadente. Esto por suerte no es así y las personas que transitan su sexta, séptima u octava década tienen derecho al disfrute de su vida entera en plenitud, incluyendo la sexualidad.
Muchas veces aparecen Disfunciones Sexuales, pero no siempre están directamente relacionadas con la edad, sino que son alteraciones debidas al mal funcionamiento de otros órganos como la glándula Tiroides o enfermedades generales como la Diabetes o la Hipercolesterolemia. En estos casos, y en muchos otros, la consulta con el médico especializado definirá un pronto diagnóstico y tratamiento que permitirá al/la paciente el restablecimiento de su función sexual y la posibilidad de continuar llevando una vida más plena, satisfactoria y saludable.