Proliferan opciones engañosas para implantes y rellenos estéticos por el alto costo de los insumos importados
Recientemente los tratamientos estéticos con resultados insatisfactorios o directamente perjudiciales para la salud han sido noticia en medios de todo el país. Famosas y desconocidas han sufrido efectos drásticos en sus intervenciones, a causa de la aplicación de productos de baja calidad o, directamente, de la impericia del responsable.
Cuando las razones de las complicaciones se encuentran en la baja o nula calidad de los productos utilizados –que muchas veces no están aprobados por los organismos pertinentes- es frecuente que la “justificación” se encuentre en el precio: las restricciones al dólar, algunos límites a las importaciones y las vicisitudes del tipo de cambio, parecieron tornar inaccesibles a muchos de los productos importados que habitualmente se utilizan para colocar prótesis y rellenos estéticos.
Consecuentemente, se generó una suerte de “mercado paralelo” con costos mucho menores, que resultan engañosamente atractivos o que, en las circunstancias actuales, simplemente son “lo accesible”.
Pero son el cuerpo y la salud lo que está en juego. Tras su reciente internación por complicaciones renales, la modelo Silvina Luna acusó de mala praxis al especialista que la trató y su caso dejó instalado el tema de la seguridad de las intervenciones estéticas en esta era de “pesificación compulsiva”.
“Lamentablemente ha aparecido toda una serie de productos que parecieran tender a adaptar el costo de estas intervenciones a los bolsillos argentinos, pero que puede resultar peligroso”, advierte el Dr. Guillermo Galgano, (MN: 77.442) médico especialista en Cirugía Plástica y miembro de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (SACPER) y de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires.
Ante la posibilidad de que algunas de estas “soluciones” puedan representar un verdadero riesgo para la salud, o de que a la larga terminen siendo un gasto inútil por su falta de eficacia, la palabra del especialista permite orientar a las personas interesadas a elegir la opción más adecuada para su salud, sus expectativas y su bolsillo; o bien postergar su intervención temporalmente hasta que aparezca una mejor oportunidad.
Caso 1: Los rellenos de “metacrilato”
El doctor Galgano aclara que bajo el nombre general de “metacrilato” se agrupan sustancias muy diferentes en cuanto a su composición y consistencia, y absolutamente diferentes en cuanto a sus usos y aplicaciones. “El metacrilato es un material acrílico que se endurece, muy utilizado en la industria odontológica y en traumatología por ejemplo, para pegar prótesis.
Por otro lado está el polímero de polimetilmetacrilato, el Metacrill, que son micropartículas preparadas en una disolución y proporción adecuadas para ser inyectadas en el organismo, sin riesgo de que se difunda ni de que se solidifique”.
Es el costoso proceso de obtención de este polímero, y la aplicación de procesos de control de calidad, lo que hacen tan caros a los productos que los especialistas en cirugía plástica colocan sin riesgos: “Con lo que cuesta un centímetro cúbico de este polímero, se pueden comprar quinientos centímetros del metacrilato en polvo que se vende en cualquier local de insumos para odontología. Pero hay que destacar que esto último no tiene nada que ver con el Metacrill, que se utiliza para el relleno de glúteos”.
“El polvo de metacrilato sí es una sustancia tóxica porque se distribuye por el organismo –puntualiza el especialista–, mientras que el polímero del polimetilmetacrilato al ser inyectado, no se difunde por el organismo ni se solidifica, sino que queda blando: el tamaño de la partícula es tal que no puede ser transportada por ningún macrófago”. Este polímero se vende en jeringas para exclusivo uso médico que vienen selladas desde origen. Se utiliza para dar turgencia a los pómulos o los labios, corregir arrugas y, mezclado con grasa, también para darle volumen y forma a los glúteos, quedando localizado allí donde sea ubicado durante la intervención. Otros profesionales que lo utilizan son los neurocirujanos, otorrinolaringólogos y oftalmólogos desde hace unos 30 años.
Caso 2: Las prótesis
La cirugía de mamas consistente en agregar prótesis es la intervención quirúrgica estética más frecuente entre las mujeres. Actualmente existen prótesis mamarias de origen chino, cuyo costo ronda los 300 dólares; mientras que las de origen británico pueden llegar a costar alrededor de 2.000 de la misma moneda.
En este último caso, los productos cuentan con una garantía de por vida y vienen desde origen con una serie de certificados con copias septuplicadas, de manera que por cada implante que se utiliza queda una copia del documento para el médico, otra para el sanatorio, otra va a la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), otra es conservada por el cliente y también tienen copias el laboratorio internacional y la empresa comercializadora.
“Es una cuestión ética comunicarle al paciente que existen implantes mamarios con garantía de por vida, contra ruptura y encapsulamiento de las mismas. Ese dato es un indicador de la alta calidad del implante que comercializan”.
Caso 3: Ácido hialurónico
Las inyecciones de este compuesto, inocuo en su uso normal, se usan para corregir todo tipo de arrugas y flaccideces en el rostro: pómulos, párpados, frente y labios. También se puede aplicar en los glúteos, ya que permite darles mayor volumen y levantarlos. Cabe destacar sin embargo que su efecto es menos duradero que el del Metacrill.
El ácido hialurónico más comúnmente usado por los especialistas por sus estándares de calidad es de origen suizo. Su costo actual puede remontarse a valores entre 300 y 400 dólares por centímetro cúbico, pero se consiguen sustitutos de valor casi 10 veces por debajo de ese precio. En este caso, sostiene el Dr. Galgano, la diferencia está en la eficacia de los tratamientos realizados con uno y con otro tipo de producto: “A nivel de la salud, los peligros sólo aparecerían si se utilizara, por ejemplo, un producto mal esterilizado; pero fuera de eso, el problema con los productos más baratos, en este caso del ácido hialurónico en particular, es su falta de eficacia: no producen efecto duradero”.
Responsabilidad más allá del consultorio
El Dr. Julio Albamonte, abogado con amplia experiencia en litigios por cuestiones médicas, recuerda que el caso de las prótesis mamarias PIP, de origen francés y supuestamente de máxima calidad, pero que en marzo de 2010 debieron ser retiradas del mercado cuando se descubrió su potencial toxicidad, primero en Francia y luego en la Argentina, donde ya se habían colocado unas 14.000 unidades, y se aconsejó reoperar a las mujeres para retirárselas. “Era un producto aprobado por la ANMAT, pero el problema es muy diferente si es que se utilizan insumos no aprobados por las autoridades sanitarias para ese uso específico”, señala.
Albamonte remarcó el papel del médico en garantizar la seguridad del paciente, y que es tanto mayor en cuanto lo asesora acerca de todas las opciones disponibles, con las ventajas y desventajas de cada una, y en cuanto es él mismo quien adquiere los productos.
Consejos para estar más seguras
Sobre la base de lo dicho anteriormente, vale la pena puntualizar algunas cuestiones que puede ser útil recordar:
• Interiorizarse bien sobre los detalles de cada posible tratamiento, y preguntar especialmente por el origen de los productos que se van a utilizar.
• Exigir al especialista que muestre el envase de los productos, y que éstos sean abiertos delante de la paciente para poder comprobar su autenticidad y calidad.
• En el caso de las prótesis, exigir la documentación correspondiente a cada unidad, además de cerciorarse previamente de su calidad.
• No creer que lo que se publica en Internet es siempre confiable y serio.
En todos los casos, la regla de oro es siempre acudir a un especialista certificado y cuya atención brinde la mayor confianza: Será él quien explique detalladamente las opciones y ayude a tomar una decisión teniendo en cuenta todos los factores, incluido por supuesto el económico. “Hay que pensar que cualquiera de estas sustancias son algo que la persona va a incorporar a su organismo, va a modificar su cuerpo y la percepción que tenemos de él –sostiene el Dr. Galgano–, y que si el presupuesto no es suficiente para acceder a una solución de la mayor calidad, posible, siempre debe estar entre las opciones la posibilidad de esperar hasta que sí sea posible”.