Varios estudios aseveran que entre un 5% y un 10% de las personas que escucha música con auriculares experimenta pérdidas auditivas. Con el paso del tiempo, este daño puede generar presbiacusia prematura, tinnitus, y otras patologías asociadas
Diversos estudios han mostrado que, entre un 5% y un 10% de las personas que utilizan auriculares a un volumen muy alto, presenta pérdidas auditivas con el correr del tiempo. Muchas de ellas sufrirán, por esta causa, de presbiacusia prematura, o de tinnitus o acúfenos.
Los episodios de acúfenos o tinnitus son percepciones subjetivas de sonidos en los oídos, que no proceden de una fuente externa. Pueden manifestarse en uno o ambos oídos: “quienes los sufren suelen describirlos como un tipo de pitido, o zumbido. Pueden homologarse con los sonidos del mar, con ronroneos, o con el ruido una campana. Estos zumbidos internos suelen ser más intensos y constantes a la noche, cuando hay más silencio, o en ausencia de otras actividades, sonidos y ruidos que pueden enmascararlos o atenuarlos”, afirma Mónica Matti, Gerente de Formación y Calidad de GAES Centros Auditivos.
La clave: controlar los decibelios
La exposición a niveles de sonido menores a 70 dB (decibelios) no produce daño auditivo, independientemente de su duración. Pero si este umbral sube a 85 dB, por más de 8 horas diarias, puede ser un factor de riesgo para la audición. El daño está, de este modo, relacionado con la presión sonora, y el tiempo de exposición.
Según los resultados preliminares del Estudio sobre la Audición, el 78% de los argentinos considera que vive en una población ruidosa.
“Sin notarlo, estamos expuestos a los factores negativos extrauditivos del ruido. El síntoma principal del trauma acústico crónico es una sensación de ensordecimiento, que se convierte en una clara hipoacusia o sordera. Ésta puede ser bilateral, salvo en ciertas situaciones en que la exposición de uno de los oídos ha sido mayor que la del otro”, explica Matti.
“Los resultados de la pérdida de audición son variados, y pueden llevar a situaciones de deterioro de la discriminación oral y la conversación normal, la dificultad para relacionarse, la disminución del rendimiento académico y laboral, y un claro sentido de aislamiento, soledad y depresión”, concluye.
¿Cómo cuidarse?
La prevención del trauma acústico, de las infecciones del oído, no exponerse a sonidos fuertes (como los que consumimos en los recitales), y no abusar de los auriculares, son las alternativas a considerar. Por otro lado, la habituación mediante técnicas de reentrenamiento que disminuyen el reflejo de alerta y aumentan el bloqueo subcortical son útiles. En ocasiones, es preciso tratar el estado emocional mediante la relajación, o generando ambientes sonoros y un ruido ambiental adecuado.