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27 de diciembre de 2024
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Cuando el deseo sexual de la mujer está escondido
El estrés, las exigencias de la vida moderna e incluso las inhibiciones y tabúes conspiran contra la vida sexual, dando lugar a una situación que solemos experimentar como falta de deseo. ¿Es eso, o es sólo falta de estimulación?
29 de agosto de 2013
La falta de deseo aparece como principal emergente de la insatisfacción en la vida sexual de las mujeres. Algunas piensan que es la causa; para otras, es la consecuencia. Un estudio europeo asegura que en general el sentimiento está asociado con una vida sexual poco satisfactoria en los últimos meses. Lo cierto es que hoy, esto que se vive como una “falta de deseo” no sólo es visto como un problema, sino que es uno de los principales motivos de consulta a especialistas.

Uno de los mayores estudios poblacionales sobre la vida sexual –la Encuesta Nacional de Salud Sexual dada a conocer en 2009 por el Ministerio de Sanidad español– mostró que la proporción de quienes se quejan de falta de deseo –que después de la menopausia alcanza a un 9,6% de las mujeres, pero que se da a cualquier edad”– es significativamente mayor que la de mujeres que consultan a un especialista por este tema, sea en ginecología, psicología, sexología o cualquier otra área. Las mujeres que lo hacen no llegan al 3%. Y la “falta de deseo” se lleva la palma entre las consultas clínicas por insatisfacción en la cama.

Sin embargo el Dr. Juan Carlos Kusnetzoff advierte que no siempre es una real falta de deseo lo que se esconde tras esa queja. “Muchas veces lo que se manifiesta es en realidad la falta de espontaneidad del deseo –sostiene el destacado médico psiquiatra y sexólogo clínico–. Por eso lo primero que se le debe preguntar a esa persona es si el deseo reaparece cuando la provocan, cuando hay caricias, besos, abrazos, cuando se toma más tiempo en la estimulación. Si responde que sí, entonces esa supuesta falta de deseo no es tal”.

En las mujeres, el efecto de esta falta de espontaneidad del deseo puede ser más notorio incluso por una simple cuestión anatómica: la irrigación de la región pelviana donde se hallan las terminales nerviosas responsables del placer genital demanda mucho más tiempo que el llenado de los cuerpos cavernosos del pene que determinan la erección en el varón. Por eso, la excitación sexual en la mujer requiere, por supuesto, un cierto arte; pero sobre todo, tiempo.

Cuando el problema se resuelve simplemente estimulando –“diez minutos por noche durante tres semanas, como cuando uno estaba de novia, sin tener relaciones sexuales”, señala el sexólogo–, entonces difícilmente pueda hablarse de un problema “orgánico”, u “hormonal”: de lo que se trata, es de “poner el motor en marcha” nuevamente.

Un estudio de grupo focalizados llevado a cabo por la doctora Cynthia Graham en el Instituto Kinsey de la Universidad de Indiana (EE.UU.) y publicado en la revista científica Archives of Sexual Behavior, señalaba dos grandes factores que permiten predecir problemas sexuales en las mujeres: la falta de ocasión o la interrupción de ese proceso necesario para la excitación, y las inhibiciones respecto del propio cuerpo, que resultaron ser más relevantes que la edad, la condición socioeconómica de la mujer, e incluso que el propio hecho de tener o no pareja.

La Lic. Verónica Barrera es kinesióloga especialista en rehabilitación de piso pelviano y en el tratamiento de disfunciones sexuales, trabaja en el Hospital “Diego Thompson” de San Martín (Provincia de Buenos Aires).

“La mayoría de las pacientes con incontinencia por problemas de piso pelviano también presentaba disfunciones sexuales, independientemente de la edad –explica–. Todas, y no sólo las que tienen un déficit hormonal, hablan de una marcada falta de deseo sexual, incluso pacientes muy jóvenes. E indagando sobre eso se veía que muchas veces no había un tiempo previo de juego de excitación, con lo cual era lógico que esa mujer no deseara tener ese tipo de relaciones”. Lo que las pacientes desconocían también era que el trabajo corporal con asistencia profesional las podía ayudar a recuperar una vida sexual satisfactoria.

El apetito y el deseo
El deseo sexual no es como el hambre, que se activa ante la ausencia de alimento: es un apetito que sólo se activa cuando es adecuadamente estimulado. Y si no lo es, tiende a apagarse.

“Muchas veces, cuando una persona consulta por falta de deseo, se le hace un dosaje de hormonas y, si alguna está baja, el médico se queda tranquilo –advierte– aunque puede seguir quejándose. Lo que hay que darle es la hormona que le falta y, al mismo tiempo, estímulo”.

Hay otros favorecedores naturales de los procesos fisiológicos relacionados con el deseo y la excitación sexual, como la L-arginina –un aminoácido con efecto vasodilatador que facilita la circulación sanguínea–, el ginseng o el extracto de arándanos, uno de los más poderosos antioxidantes naturales.

Hasta hace poco se podían incorporar a través de la alimentación o en forma de suplementación dietaria, aunque no había productos que integrasen estos componentes en concentraciones suficientes como para acompañar un tratamiento por disfunción sexual.

“En general la industria farmacológica apunta más al varón, por lo que solo contaba con algún gel con L-arginina de uso local, pero con un resultado muy relativo –comenta la fisiatra–. Un día recibí muestras de Magnus G, y me sorprendió que tuviera 300 miligramos de L-arginina, además de arándano, más vitaminas y suplementos energizantes como ginseng y ginkgo, rápidamente se los recomendé a mis pacientes como suplemento dietario”.

“En las mujeres actúa ‘por stock’ o efecto acumulativo, al cabo de una semana o diez días” refiere por su parte el Dr. Kusnetzoff. La acción vasodilatadora y estimulante de este producto elaborado con componentes totalmente naturales, no es inmediata sino que se hace notoria a través de su toma periódica. Su efecto es el de ayudar a “preparar el terreno” para que el juego erótico –que es la razón de todo y lo que, definitivamente, nunca puede faltar– encuentre menos obstáculos para traducirse en excitación y placer. “Además en los varones se utiliza como complemento del tratamiento con sildenafil para facilitar la acción del medicamento –agrega Kusnetzoff–.

La sexualidad nos involucra por completo en cuerpo y mente, y aquella diferencia entre lo “orgánico” y lo “psicológico” hoy se considera menos tajante. Las barreras psicológicas para gozar se caen cuando hay un cuerpo dispuesto para besar, abrazar, morder o acariciar; y hasta el tratamiento de problemas orgánicos, si es que los hubiera, debe ir de la mano con un redescubrimiento del erotismo, que tiene que ver con nuestro principal órgano sexual: la mente.