La primera entrevista con el profesional constituye un acto de comunicación fundamental entre el médico y el paciente. Más aún si se tiene en cuenta que muchas mujeres llegan al consultorio del profesional mastólogo por una derivación o retardan la consulta por temor a lo que pudiera suceder.
Suele ocurrir que en la búsqueda de seguridad para dar el puntapié inicial, la paciente acuda a la primera consulta acompañada por alguna amiga o pariente cercano.
Si bien el marco de contención siempre resulta positivo, el acompañante puede tener importantes implicaciones en la primera comunicación médico-paciente, pudiendo tener un rol que la facilite o la dificulte y, en ocasiones, es muy útil tenerlo en cuenta para plantear estrategias que permitan organizar y encaminar la entrevista.
Hay diferentes situaciones que pueden darse en el consultorio. Un acompañante colaborador, es el que aporta espontáneamente y con respeto información de interés acerca del paciente, se muestra receptivo a los pasos a seguir y sirve de apoyo para la retención de los datos iniciales aportados por el especialista.
El acompañante pasivo, es frecuente en hombres; no interviene o lo hace escasamente en el desarrollo de la entrevista. En el extremo negativo se encuentran el acompañante invasivo y el patológico. El primero suele interrumpir y contestar por el paciente, induciendo sus respuestas o, incluso, pretendiendo dar instrucciones al propio médico. El segundo, es el que proyecta sus síntomas sobre el enfermo reflejando en él sus propias ansiedades y demandas.
Desde la Sociedad Argentina de Mastología (SAM) creemos que el rol del médico tiene que ver con la educación, la prevención y la curación, sin dejar de lado el acompañamiento del paciente en cada una de las etapas de su tratamiento. El mastólogo representa la primera línea de defensa en la batalla de la lucha contra el Cáncer de Mama.
Es el primer contacto al que accede la mujer para evaluar opciones terapéuticas factibles frente a un nódulo de mama sospechoso. Ante esta situación la paciente y su entorno deberán compartir con el médico la toma de decisiones inmediatas y futuras.
En este sentido valoramos la tarea del acompañante colaborador -que suele ser un familiar directo o una amiga- sobre todo por el impacto inicial que suele tener la persona ante un diagnóstico positivo de cáncer de mama.
Está comprobado clínicamente que luego de los primeros 20 minutos de consulta el shock producido por la noticia, induce al paciente a poner su mente en “blanco” y “alejarse mentalmente” del tema que le produce angustia, sin poder asimilar correctamente lo que le dice el especialista. Es ahí donde el rol del acompañante es fundamental, no sólo para contener emocionalmente, sino para escuchar con atención y, eventualmente, tomar nota de las indicaciones del profesional mastólogo.
La experiencia nos ha demostrado que en un número no menor de casos el acompañante colaborador y activo ha de ser alguien que en algún momento de su vida transitó la enfermedad.
Sin embargo, respecto a la incidencia o actividad de terceros, la buena voluntad no lo es todo. Es necesario alertar sobre el papel de aquellas amigas o personas del entorno que de manera inconsciente y bajo el aparente interés –aunque sin maldad- evacúan sus propias dudas e inquietudes en la experiencia del enfermo, pudiendo generar trastornos o temores que complican innecesariamente el estado de ánimo del paciente. Es lo que se conoce como el “síndrome del celular apagado”, como defensa ante el cansancio psicológico que implica dar respuestas de todo tipo ante consultas poco oportunas.
Salvo estos casos excepcionales, la presencia del acompañante-cuidador, así como la del entorno familiar y los seres queridos es de gran importancia para elevar la moral y ayudar a superar el miedo y la inseguridad que comporta esta enfermedad como tantas otras.