La meningitis por meningococo es una enfermedad severa que podría ser mortal, dejar a una persona discapacitada o con secuelas graves en las primeras 24 horas, tras la aparición de los síntomas.
Siempre debe ser considerada como una urgencia médica.
Roberto Debbag, Director Médico para América Latina de Sanofi Pasteur, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología Pediátrica (SADIP), aseguró que "debido a que se asemeja a muchas otras enfermedades infecciosas, la meningitis por meningococo puede ser difícil de reconocer, especialmente en su estadio temprano".
La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que entre el 10 y 20% de los casos de pacientes con meningitis por meningococo podrían resultar fatales. De los casos que desarrollan sepsis o meningococcemia, se estima que la mortalidad podría ser tan alta como del 40% al 50%.
"Se han identificado 12 serogrupos de los cuales en los últimos años ha prevalecido el W135 que -en América Latina- surgió en Argentina inicialmente –si bien provenía de brotes epidémicos a inicios de la década del 2000 en peregrinos a la Mecca- y luego, Chile ha mostrado un incremento significativo que va desde ningún caso en 2001 a un 34% del total de casos en 2011", señaló Debbag.
En Chile, en particular, en diciembre de 2012, el 50% de los casos registrados, correspondieron al serogrupoW-135. Además, en este país la tasa de fatalidad fue desde el 10 al 15% (la esperada para la enfermedad) al 25% en ese mismo año.
Cómo se previene la enfermedad meningocócica.
La vacunación es la medida preventiva más eficaz para luchar contra esta enfermedad que puede ser devastadora e incluso mortal, en menos de 24 horas.
Actualmente en América Latina hay vacunas disponibles que previenen contra 4 de los 5 serogrupos con mayor circulación y virulencia, A, C, W135 e Y. Las vacunas disponibles están indicadas para niños a partir de los 9 meses de edad hasta los adultos.
Debido a que la adquisición de la bacteria N. meningitidis entre los individuos vacunados se reduce, la incidencia de la bacteria en una población que tenga altas tasas de cobertura de vacunación, especialmente en los grupos de edad responsables por la portación, también disminuye.
Esto reduce la probabilidad de que haya una diseminación bacteriana y, además, sirve de base para la inmunidad de rebaño, es decir, que las personas no vacunadas tengan menos riesgo de contraer la enfermedad pues los individuos vacunados tienen menor probabilidad de albergar la batería y transmitirla.