Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, durante 2012 la cobertura de vacunación contra la gripe en los llamados “grupos vulnerables” (embarazadas, bebés, niños y adultos mayores) alcanzó el 86.6%. Teniendo en cuenta que comenzaron las épocas de fríos intensos en Buenos Aires y en gran parte del país, es prudente hacer foco sobre uno de estos grupos de riesgo: los adultos mayores.
Por: Dr. Moisés Schapira (MN 72 224), Director Médico de Hirsch, Centro de Excelencia para Adultos Mayores y Rehabilitación. Para más información, ingresar a www.hirsch.org.ar
A medida que envejecemos se producen modificaciones del metabolismo basal, determinando cambios en la termorregulación así como en la percepción de la temperatura.
A pesar de que el organismo humano tiene la capacidad de mantener constante la temperatura corporal incluso en presencia de variaciones ambientales, se ha demostrado que el anciano presenta un déficit de adaptación a la temperatura externa: tolera mal el calor, pero todavía peor el frío, porque las reacciones vasomotoras metabólicas son poco eficientes.
Esto se produce porque al envejecer, la piel se adelgaza y se desnaturalizan los receptores cutáneos de la temperatura, por lo que el anciano puede tener dificultad para percibir con certeza si tiene frío o calor.
Cuando el cuerpo se enfrenta a las bajas temperaturas, se pierde más calor que el que se produce y los vasos sanguíneos de la piel deben contraerse para conservar la temperatura corporal.
La vasoconstricción determina que el corazón deba bombear la sangre a través de los vasos contraídos, por lo cual se observa un aumento de la presión arterial y consecuentemente un riesgo mayor de infarto agudo de miocardio.
En Hirsch, Centro de Excelencia para Adultos Mayores y Rehabilitación, elaboraron una serie de recomendaciones para ganarle la batalla al frío:
1.- Si usted o alguien en su familia tiene más de 65 años y debe salir de su casa, controle la temperatura a través de los medios de comunicación. Además, si puede instale un termómetro en un lugar visible para vigilar la temperatura dentro de su cuarto.
2- Las temperaturas invernales influyen sobre la presión arterial al producir vasoconstricción. Con el frío, la misma tiende a aumentar, y aunque afecta a todos, los ancianos son aún más susceptibles a estos cambios. Es por ello que se recomienda incrementar la vigilancia en los hipertensos.
3- Artrosis. Las bajas temperaturas pueden agravar las dolencias típicas de esta enfermedad relacionada con el sistema locomotor por predisponer a las contracturas musculares. Es necesario extremar precauciones: evitar cambios de temperatura bruscos, tomar baños con agua caliente para disminuir la rigidez y evitar aquellas actividades que requieran gran esfuerzo físico si la persona no está entrenada.
4- Dermatitis. El frío, el viento y la humedad contribuyen a resecar la piel, y se acentúan los eccemas y las grietas en las zonas expuestas de la piel, como la cara y las manos. El uso de cremas hidratantes y beber líquido frecuentemente resultan de utilidad para contrarrestar estos efectos, y además se recomienda minimizar el impacto de las bajas temperaturas con guantes y prendas adecuadas
5. Alergias. Hay pacientes sensibles al polen de árboles, que provocan los síntomas habituales de renitos alérgica primaveral en los meses más fríos. El tratamiento consiste en evitar el contacto con estas plantas y eventualmente utilizar fármacos que pueden reducir el malestar.
6. Caídas y potenciales fracturas: Si el anciano vive en áreas de frío extremo, debe considerar que la nieve y el hielo puede predisponer a caídas y potenciales fracturas, por lo que se recomienda salir acompañado de ser posible –más aún en casos de personas con problemas de inestabilidad o si el piso está mojado- y prestar especial atención al uso de calzado adecuado.
7. Trastorno afectivo de temporada: con el invierno muchos ancianos que durante la mayor parte del año llevan una vida normal, tienden a aislarse. Ello puede precipitar un episodio depresivo, por lo cual la recomendación es que cuando vea a su ser querido con fatiga creciente, desánimo, irritabilidad o somnolencia excesiva, consulte a su médico, quien deberá considerar entre otras, la posibilidad de una depresión.
8. Mantenga una buena alimentación La dieta es muy importante ya que es la principal fuente de energía que, además, nos aporta calor. Deben aumentarse el aporte calórico (a través de la ingesta de carbohidratos y lípidos), sin olvidar los alimentos con alto contenido proteico.
9. Beba agua en cantidades adecuadas (2 litros al día) aunque, en estas estaciones, la sensación de sed sea menor. Debe evitarse el alcohol ya que al ser un vasodilatador, acentúa la pérdida de calor.
10. Conserve la temperatura adecuada en el hogar (temperaturas de 18 a 21º C), utilizando preferentemente estufas eléctricas o de gas. Evite exponerse por tiempo prolongado al humo de braseros o estufas de kerosene y tenga cuidado con los niveles de monóxido de carbono al encender una chimenea o un calentador de kerosene. Ventile adecuadamente las habitaciones.
11. Evite el abrigo excesivo en lugares con calefacción.
12. Mantenga la actividad física.
13. Evite los lugares cerrados donde se aglomera la gente (supermercados, teatros u otros).
14. Cúbrase adecuadamente al salir a la intemperie. La ropa para el invierno debe ser cómoda. No está mal ponerse varias capas y, muy importante, proteja las zonas por donde se pierde mucho calor como la cabeza (gorro que tape las orejas).
15. Para evitar la transmisión de infecciones respiratorias es conveniente taparse la boca al toser o estornudar, eliminar los pañuelos descartables luego de usarlos una vez, lavarse las manos con frecuencia, no visitar enfermos con infecciones respiratorias (gripe , broncopatías, neumonías, etc.).
16. Tener presente que la mayor parte de las infecciones respiratorias son causadas por virus no susceptibles al tratamiento con antibióticos, de modo que el uso indiscriminado de estos medicamentos es contraproducente y solo deben emplearse bajo prescripción médica.