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27 de diciembre de 2024
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Por Leonardo Coscia
Sexualidad: la mitología del "macho argentino"
Un personaje que muchos llevan dentro, ese que nació sabiendo de sexo. Estos supuestos conocimientos en muchos casos los llevan a constantes fracasos y frustraciones en su vida sexual
7 de febrero de 2013
“No hay vuelta que darle –le comenta en la mesa del bar un hombre al otro, cerveza mediante, en un acto raro de sinceridad- ellas saben más”.

En su “tesis de entrecasa”, este hombre asegura que al tener que ocuparse ellas desde chicas de los avatares de su ciclo menstrual, y al portar el estigma de ser el “sexo débil” (lo cual hace que tengan que fortalecerse), las mujeres están más informadas sobre sexo que los varones.

Y en parte es cierto: la revolución sexual que se inició hace unas décadas gracias a cambios sociales y también tecnológicos (como la píldora anticonceptiva) derribó tabúes construidos durante siglos, sobre todo en torno de la sexualidad femenina.

Incluso la propia idea de que una vida sexual satisfactoria es una condición saludable para toda persona adulta –para los unos y para las otras– era impensable medio siglo atrás”, opina el Dr. Fabián Gómez (MN 135992), médico urólogo, Asesor Científico del Boston Medical Group para Argentina, una alianza internacional de clínicas médicas especializadas en el tratamiento de las disfunciones sexuales masculinas.

Ellas tuvieron que aprender y en gran medida se hicieron cargo; mientras tanto, ¿qué ha pasado del lado masculino? Aunque el mundo de hoy sea tan diferente al de sus padres y abuelos, en muchos casos (afortunadamente no en todos) el hombre argentino sigue siendo el mismo de antes: el que sabe todo sobre sexo, el que está “siempre listo”, como un boy scout para la conquista y para la práctica –ya que de eso, supuestamente, depende su masculinidad-, así tenga veinte años como setenta.

En la mitología vernácula, el arquetipo del “macho argentino” sigue vivo; la pregunta es si goza de buena salud.
Pues bien, así como la actitud del “macho argentino” suele ser pura palabrería, resulta que investigándolo no es curioso encontrar que ese ídolo de la mitología popular tenga pies de barro.

Y está construido, justamente, por mitos que el creciente conocimiento científico y la mayor apertura sobre la vida sexual han derribado hace rato, por más que sigan vigentes. El Dr. Gómez analizó algunos de estos mitos comunes y si hay o no correspondencia con la realidad.

Un mito: “saber sobre sexo es una característica de la masculinidad”

Ningún “verdadero macho argentino” que se precie de tal admitirá en público su ignorancia sobre temas relacionados con la vida sexual, porque eso equivaldría –en su atribulado imaginario- a admitir que su vida sexual no es todo lo rutilante que quisiera, ni tan exitosa como lo promociona en la rueda del café o de la cervecería.

Pero he aquí que estamos ante una cadena de falsos mitos: ni es cierto que quien más practica sea el que más sabe (o la fuente más confiable de la cual informarse), ni tampoco que el deseo de aprender (que comienza cuando la persona reconoce que no sabe algo) implique una mella en la masculinidad, sino todo lo contrario.

Lo sospechoso es, justamente, esa figura del que sabe sin haber nunca aprendido. Este mito convierte al mundo sexual del varón en una moneda de dos caras que –para peor– se complementan perfectamente: por un lado, la charla de amigos en la que brillan los relatos de hazañas mayormente imaginarias, y por otro, el silencio y la angustia con la que cada uno de esos “héroes de la verba” evalúa la distancia que lo separa de ese “macho argentino” en el momento del acto sexual.

En general, los hombres suelen saber bastante menos que las mujeres sobre sexo, o la toman con menos seriedad.

“Justamente, muchos de los problemas frecuentes de los hombre tienen en su vida sexual se dan por falta de información”, corrobora el doctor Fabián Gómez.

Cuando se pregunta por las fuentes de la información que los varones tienen sobre sexo, resulta que la mayoría la ha adquirido a través de los amigos, por Internet, a través de las propias experiencias o, en algunos casos, a través de los varones de su familia (padres, tíos, hermanos, etc.). Algunos, incluso, admiten que es relevante la información que reciben de sus parejas. “Sucede que ninguna de estas fuentes garantiza una información confiable, y la mayoría de las veces se terminan reproduciendo prejuicios que no tienen ningún fundamento”, destaca el especialista.

Otro mito: “todo es cuestión de tamaño”

Un mito absolutamente infundado, por varias razones. Anatómicamente, las principales responsables del placer sexual femenino durante el coito son las terminales nerviosas que se ubican en la entrada de la vagina, alrededor de los primeros cuatro centímetros de su extensión, con lo cual la longitud del pene sería, en principio, irrelevante a la hora de lograrlo.

El espacio de la vagina se modifica según el tamaño del pene, de modo que las superficies de ambos órganos genitales casi siempre logran un buen contacto, independientemente de la medida del pene en erección o de la vagina en reposo.

El doctor Gómez también advierte sobre la obsesión del “macho argentino” por el tamaño de su miembro: “El tamaño promedio del pene en erección está entre 12 y 16 centímetros; el pene de 22 centímetros o más solo es frecuente en algunas películas pornográficas”.

Raíces de una mitología: el sueño de ser actor “XXX”

¿Sería válido extraer conclusiones sobre la cirugía de hernia escuchando sólo a personas que han sido operadas de hernia? ¿Cuánto se puede aprender sobre medicina mirando “Vidas al límite” o “Dr. House”? Si la respuesta negativa es obvia, ¿por qué entonces, en el terreno del sexo, es tan frecuente que la gente crea al pie de la letra en casi toda la información que recibe, sin hacerse el mínimo cuestionamiento por la seriedad de la fuente?

¿Qué lleva al varón, por ejemplo, a creer que una película “triple X” puede darle información valedera, cuando, aunque el contacto físico entre los actores sea real, se sabe que las situaciones son absolutamente ficcionales, y el tiempo no es tiempo real? Y en cuanto a las dimensiones que se observan en la pantalla –y que suelen suscitar envidias por lo ajeno y frustración por lo propio–, está claro que son también reales, pero de ninguna manera reflejan lo habitual, ni “lo que debe ser”.

Más bien, justamente, los actores de este género suelen ser seleccionados por lo infrecuente; y en cuanto a las proezas atléticas, la edición suele hacer los milagros que la biología impide.

El género “triple X” puede servir para estimular la imaginación, pero la “información” que brinda sobre la vida sexual debería, según el especialista del Boston Medical Group, ser ubicada del lado de la ficción.

Informarse a través de simples charlas entre amigos tiene el riesgo de que las ideas muy difundidas, no por ser creídas por todos se vuelven ciertas. “Uno puede hablar con muchas personas que le digan lo mismo, pero si todas ellas se informaron de la misma manera errónea, el resultado es que se sigue reproduciendo información falsa –explica–. Y esto sucede mucho en el terreno de la sexualidad masculina”.

Internet es otra fuente común de información: “Hay que entender que es una herramienta, que puede ser muy buena o muy mala según se la sepa usar o no”, advierte. De nuevo: intentar informarse sobre sexo viendo una película pornográfica es como querer aprender a volar mirando a Leonardo Di Caprio en El aviador.

También las experiencias propias –y no sólo las sexuales, sino toda la experiencia de vida: la educación recibida, el contexto sociocultural en el que se ha desenvuelto, el tratamiento que se dio en su familia de origen a la sexualidad de sus integrantes y muchos otros factores– pueden ser fuente de información errónea sobre sexo.

Los varones que han tenido una iniciación sexual temprana y múltiples parejas no están exentos de sucumbir al desconcierto y al desánimo total ante la primera señal adversa dada por su cuerpo, o de “sentirse menos hombre” cuando algún factor orgánico –tabaquismo, diabetes, hipertensión arterial, obesidad, problemas cardiovasculares son los más frecuentes– afecta su función eréctil: el hábito, en este sentido, no convierte a nadie en experto, así como no por mucho beber vino se transforma nadie en un enólogo (en todo caso, se hace alcohólico).

Otra fuente de “información” del “macho argentino” –quizá la que más lo aterra, pero una de las más influyentes al fin–, son sus parejas, y la eventual comparación que ellas puedan hacer con otras parejas que hayan tenido. “Lo que debe tenerse en cuenta en esos casos es que la pareja lo ha elegido a uno, así que algo bien debe estar haciendo”, argumenta el doctor.

Por todas estas cuestiones, es importante tener fuentes de información fidedignas y reales, y consultar a un especialista ante el primer síntoma de problemas sexuales, como disfunción eréctil, eyaculación precoz o falta de deseo, entre otros tantos.