La cirugía plástica y los procedimientos médicos estéticos han dejado de ser “para pocos” y, con este desarrollo, también ha aumentado la cantidad de profesionales que ofrecen soluciones para satisfacer en los pacientes un anhelo de carácter muy complejo: verse diferentes. ¿Con qué criterio se debe elegir?
La cirugía plástica nació como una necesidad social, cuando se decidió aprovechar el avance de las técnicas quirúrgicas para reconstruir el cuerpo dañado por las secuelas de la guerra.
En esa función reconstructiva progresó tanto el resultado estético que la cirugía estética adquirió vida propia y se transformó en el gran motor de una revolución estética.
Hoy, con una amplia oferta de tratamientos de todo tipo en el ámbito privado, público –hoy en la mitad de los hospitales generales de agudos de la ciudad de Buenos Aires hay servicios de cirugía plástica– y de las obras sociales, la cirugía estética está al alcance de la mayoría, aunque la diversidad –en términos de técnicas y de métodos, de precios, y también de calidad y seriedad profesional– es tanta que todo paciente necesita orientación cuando piensa en una intervención reparadora o estética.
¿Qué garantías puede tener el paciente respecto de la idoneidad del profesional?
La cirugía plástica no es una profesión colegiada. Es decir que no existe un colegio al que el cirujano deba pertenecer necesariamente como condición para poder ejercer la profesión. Lo que existe son sociedades científicas que los nuclean, y que son las que les facilitan la tarea de formación permanente.
La pertenencia de su médico a una sociedad científica, por lo tanto, es lo que puede aportarle al paciente una cuota de tranquilidad: la de estar en manos de un profesional idóneo. Pero la afiliación a una sociedad científica es siempre voluntaria por parte del médico.
“Cualquier médico que pertenezca a una sociedad científica de cualquier especialidad implica una continuidad de su formación médica –explica el doctor Ricardo Jorge Losardo, presidente de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires (SCPBA)–. Luego, cualquier médico que se especialice en alguna rama de la medicina puede anunciarlo así ante el público”.
La pertenencia a una sociedad científica no es un requisito, sino que más bien funciona como una suerte de “calificación extra”: “En realidad –define el especialista– pertenecer garantiza en el profesional la concurrencia a una serie de sesiones, el intercambio permanente con los demás integrantes, la actualización respecto de las novedades, en suma: asegura que ese profesional está en lo que llamamos un circuito de capacitación permanente y excelencia creciente. Las exigencias que la SCPBA les pone a sus miembros son las que permiten que éstos les den a sus pacientes una atención en base a lo más actualizado de la disciplina”.
La SCPBA, que en 2013 cumple sus primeros 35 años de existencia, es la más numerosa de las ocho sociedades científicas regionales que forman parte de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (SACPER). Forman parte de ella unos 500 especialistas, entre los que se encuentran la gran mayoría de los cirujanos plásticos de la Capital Federal y el área metropolitana de Buenos Aires –más otros profesionales de algunas ciudades del interior bonaerense– y cuenta con varias vías de vinculación permanente con la comunidad, tanto médicos como público en general, a través de simposios, publicaciones científicas, charlas públicas y un sitio web informativo e interactivo, uno de los primeros en el mundo que brindó información seria sobre medicina estética.
¿Cómo orientar al paciente entre las diferentes técnicas actualmente disponibles?
“En su búsqueda, el paciente va a encontrar de todo, y creemos que la mejor garantía de calidad es la que pueden dar aquellos profesionales que tienen una educación médica continua en la especialidad”, subrayó Losardo.
Podemos diferenciar cirugías: lifting, liposucción, cirugía de mamas; medicina estética: peelings, rellenos artificiales, rellenos con células autólogas; cirugías reconstructivas: tecnicas de colgajos y reconstrucción facial en casos muy graves y aparatología: ultracavitación, láser, sistemas de radiofrecuencia.
Técnicas con diferente tradición, diferentes grados de eficacia, algunas poco o casi nada invasivas y otras algo más agresivas. Hoy los cirujanos plásticos dominan estas técnicas y muchas más; conocen de la eficacia diferencial de cada una, se han desarrollado específicamente en el uso de algunas y no en el de otras.
“Todas estas técnicas también compiten en honorarios y costos de insumos –advierte Losardo– , y en general es en eso en lo que se fija el paciente. El honorario médico depende de la trayectoria y experiencia de cada cirujano, y por ejemplo, el quirófano también dependen de las necesidades de la operación y (si es un procedimiento ambulatorio o necesita internación). Como Sociedad sólo podemos aconsejar al paciente que busque a un profesional con criterio de excelencia, ya sea dentro del ámbito privado, público o de su obra social”.
¿Cómo se tienen en cuenta los aspectos psicológicos del paciente?
No solamente aumentó la cantidad de gente que accede, sino que además ese acceso es más recurrente: tres décadas atrás una persona se hacía en su vida un lifting, o una operación de nariz; ahora hay técnicas menos invasivas y cuyos efectos varían en su duración. Es mucho más común que una misma persona pase varias veces por el consultorio y también ha surgido un nuevo problema: la “adicción a las cirugías estéticas”, en la que pueden caer personas que nunca están conformes con su imagen.
“Hay que reconocer que se ha creado cierta compulsión por operarse”, admite el especialista de la SCPBA. En este contexto, los pacientes no sólo se ponen en manos del médico físicamente: en ese anhelo de verse mejor entran en juego factores psicológicos profundos, expectativas (razonables y de las otras), deseos y temores.
Cuando se realiza sobre partes muy visibles de su cuerpo, como el rostro, por ejemplo, la persona se juega su autoestima, su imagen y la proyección de cuánto esta influye en su vida social, afectiva o laboral. Con estas variables también tiene que tratar el cirujano plástico.
“Lo primero que hay que hacer es escuchar al paciente para saber si sus expectativas pueden ser cubiertas con la cirugía que uno le propone. Muchas veces el paciente tiene expectativas más altas que las que el profesional puede satisfacer, y es entonces donde entra en juego la honestidad del médico: la de advertirle al paciente las limitaciones, en vez de ignorarlas y seguir adelante”.
Otro caso frecuente es el del paciente que reincide cuando no quedó conforme con el resultado de su operación. Entonces, después del primer lifting vuelve para hacerse un relleno; tres meses después vuelve para hacerse un relleno adicional, y así sucesivamente, hasta que en algún momento el especialista le aconseja no seguir porque su rostro parece estar desfigurándose.
Si la persona quedó disconforme y no hace caso de la advertencia, concurre a otro cirujano y reinicia el periplo, sin antes advertirle a su nuevo médico de las operaciones anteriores. Y ante ese rostro desconocido, este asume el desafío y el circuito se reinicia: “Este es uno de los grandes problemas que tenemos hoy en día: el de las expectativas y la compulsión, para verse mejor, casi perfectos”.