Llegan las vacaciones y lo que para la mayoría de las personas significa la ilusión de disfrutar un período de relajación y descanso, para algunos, particularmente aquellos que padecen un trastorno de de pánico (TP), puede convertirse en la anticipación de un problema.
Llegan las vacaciones y lo que para la mayoría de las personas significa la ilusión de disfrutar un período de relajación y descanso, para algunos, particularmente aquellos que padecen un trastorno de de pánico (TP), puede convertirse en la anticipación de un problema.
Estas personas temen alejarse de los lugares considerados para ellos como “seguros”, sus casas, centros de salud, familiares cercanos, ante la eventualidad de padecer una nueva crisis de pánico o síntomas asociados a ella.
Precisan esos reaseguros, porque se sienten desamparados ante la idea de no recibir la ayuda y la comprensión que necesitan. Además, de buscar constantemente lugares donde se sientan seguros, es probable que estén alerta y se les dificulte gozar de las actividades recreativas.
Patricia Gubbay de Hanono, directora de Hémera Centro de estudios del estrés y la ansiedad, explicó que cuando el TP, como es habitual, "se acompaña de agorafobia, es decir, la aparición de ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil o donde, en caso de aparecer una crisis de pánico inesperada o más o menos relacionada con una situación, o bien síntomas similares al pánico, puede no disponerse de ayuda, no pueden ni siquiera imaginar subirse a un micro, tren o avión para realizar el trayecto necesario que lo llevara al destino elegido".
"Veamos ahora que es el trastorno de pánico y que se puede hacer para solucionarlo. El TP es una enfermedad de la ansiedad caracterizada por la aparición de ciertos síntomas que producen un malestar significativo y una desregulación emocional que trae como consecuencia conductas de evitación. Estas conductas llevan a la persona a no enfrentar todas aquellas situaciones en las que podría aparecer la crisis", indicó Gubbay de Hanono.
La especialista indicó que "cuantos más pensamientos catastróficos, como la idea de muerte inminente o el temor a enloquecer, a perder el control o a tener alguna enfermedad grave, mas se padece porque se retroalimenta el circuito del miedo. Estos pensamientos activan el sistema de alarma". Según la profesional, esto es lo que se denomina “miedo al miedo.”
"El ataque o crisis de pánico se caracteriza por un malestar muy intenso, acompañado de sensación inminente de muerte, que se inicia bruscamente y alcanza su máxima expresión aproximadamente a los 10 minutos de haber comenzado. Muchos pacientes relatan que los síntomas aparecen “de la nada”, sin aviso previo y en ausencia de estímulos externos que puedan desencadenarlos. Pueden aparecer mientras estos se encuentran realizando alguna actividad e incluso durante el sueño", añadió.
Los síntomas físicos más frecuentes son: palpitaciones, sudoración, sensación de ahogo, temblor, opresión torácica, junto con pensamientos como el miedo a morir, o volverse loco, o a tener un tumor cerebral. Sin embargo no todas las personas tienen los mismos síntomas ni estos tienen la misma intensidad.
Para llevar a cabo un diagnóstico de TP es necesario que la persona presente ataques de pánico recurrentes e inesperados más y que al menos una de las crisis haya sido seguida durante un mes (o más) de uno (o más) de los siguientes:
a. inquietud persistente ante la posibilidad de sufrir nuevas crisis.
b. preocupación por las consecuencias de la crisis.
c. cambio significativo del comportamiento relacionado con las crisis.
Si estos criterios no se cumplen estamos hablando de crisis o de ataque de pánico y no de un trastorno.
Es común que aquellos que sufren estas crisis comiencen a depender de otras personas o de determinados lugares para sentirse seguros. En ese caso estaríamos hablando de un TP con Agorafobia.
¿Cuál es el tratamiento y cuándo es el momento adecuado para consultar?
La terapia cognitiva conductual junto con la farmacoterapia son los tratamientos de elección para el tratamiento de este trastorno. Si el cuadro es severo por la intensidad y frecuencia de las crisis el tratamiento farmacológico es imprescindible. Por eso es muy importante bloquear las crisis lo antes posible, ya que las mismas mantienen y alimentan el pánico reforzando, como dijimos antes, el círculo vicioso característico de estos trastornos. Las técnicas que se instrumentan desde el comienzo del tratamiento y la medicación ayudan a que el paciente se sienta más en control de la situación, sin el temor a estar a merced de los síntomas. Las crisis de pánico no desaparecen solas.
El miedo al miedo y la evitación son las consecuencias más características. La evitación alivia la sintomatología solo en el corto plazo, pero a largo plazo genera mayor inseguridad y ansiedad, perpetuando el miedo.
La vida de estas personas puede reducirse significativamente ya que solo circulan por aquellos lugares donde se sienten seguros. La persona puede evitar por ejemplo viajar en micro si en el pasado sufrió una crisis mientras viajaba o evitar ir a un recital si la misma se produjo estando entre la multitud. De esta manera lo que logra es evitar los síntomas pero con serias consecuencias, ya que sus desplazamientos se van restringiendo y la posibilidad de circular se vuelve casi nula.
Muchos pacientes recurren al alcohol o a la drogas para relajarse, porque la tensión en el cuerpo cuando la ansiedad es muy elevada les resulta intolerable. “Peor el remedio que la enfermedad” podría decirse sobre esta conducta, dado que luego la persona tendrá que tratar otro problema, su adicción.
¿Qué factores pueden facilitar que se desencadene una crisis de pánico?
· El consumo excesivo de alcohol y drogas.
· El consumo de pastillas para adelgazar.
· Consumo excesivo de café y bebidas cola.
· Consumo de tabaco.
· Situaciones de vida muy estresantes.
"El TP puede limitar seriamente la calidad de las vacaciones o llevar a evitarlas, puesto que condiciona la conducta de aquellos que sufren este trastorno", concluyó la experta.