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27 de diciembre de 2024
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La actividad física y la expectativa de vida
Hacer actividad física con regularidad reduce hasta 50% la probabilidad de desarrollar cáncer, diabetes y sufrir accidentes cardiovasculares. No existe ningún fármaco que se compare con los beneficios del ejercicio ni que responda a un gran número de enfermedades de forma simultánea
30 de agosto de 2012
Hacer ejercicio con regularidad puede incrementar hasta 10 años la expectativa de vida, además de que reduce hasta en un 50% la probabilidad de desarrollar enfermedades crónicas como el cáncer, la diabetes y las afectaciones cardiovasculares.

Por ello, es indispensable hacer un esfuerzo multidisciplinario en el que participen gobiernos, industrias, organizaciones sociales y especialistas de la salud para promover la activación física como la forma más eficiente de combatir la epidemia de obesidad en la región, coincidieron especialistas durante el cierre del Simposio sobre Balance Energético de la Serie Científica Latinoamericana.

El encuentro que congregó a más de 130 expertos e investigadores en temas de nutrición y salud pública de todo el continente cerró con un intenso y prolífico diálogo sobre los beneficios de la actividad física en prácticamente todos los aspectos de la salud, por lo que su promoción, apuntaron, debe ser una prioridad en las agendas de política pública de todos los países.

Hacer ejercicio y cuidar nuestra alimentación es la mejor vía para combatir los problemas asociados al aumento de peso, coincidieron.

“El control inadecuado del balance energético es quizá la principal causa de la obesidad que afecta a América Latina”, aseveró el doctor Fernando Lavalle, presidente del Comité Científico encargado de la organización del simposio.

Antes, el especialista en Medicina Interna de la Universidad de Rosario en Colombia, John Duperly, presentó diversas evidencias científicas que documentan los beneficios de la actividad física en todos los ámbitos de la salud. Mencionó que por ejemplo, hacer una hora diaria de actividad física moderada activa cerca de 800 genes que contribuyen a conservar una buena salud además de que reduce hasta en un 50% el desarrollo de enfermedades mortales como la diabetes, el cáncer y los accidentes cardiovasculares.

Hasta ahora, dijo, no hay ningún fármaco en el mercado que tenga los efectos de mantener un estilo de vida saludable, como el ejercicio. Explicó que con cinco intervenciones en el estilo de vida se puede reducir 90% riesgo de desarrollar diabetes tipo 2; estos cambios son: No fumar; tener un consumo moderado de alcohol; comer 5 porciones de frutas y verduras al día; hacer 150 minutos de ejercicio a la semana –lo que equivale a media hora al día-; y tener un peso adecuado.

Sin embargo, dijo, es importante que los profesionales de la salud cuenten con las herramientas y conocimientos básicos para prescribir la actividad física de forma terapéutica, pues actualmente no cuentan con la información suficiente para motivar a sus pacientes para cambiar sus hábitos e incorporar el ejercicio en su rutina diaria. “Comprender el comportamiento humano y cambiarlo es el desafío más grande del balance energético”, dijo Duperly.

Por la mañana, al presentar la ponencia “Gasto de energía y su evaluación” el investigador de la Universidad de Sonora, Mauro Valencia, explicó que el gasto energético total de un individuo se determina por el gasto del propio metabolismo, el efecto termogénico de los alimentos y el gasto por actividad física, que es el más variable.

Por su parte, el doctor Eric Ravussin, Director del Centro Biomédico Pennington de Investigación para Nutrición en Obesidad de la Universidad Estatal de Luisiana, afirmó que uno de los factores determinantes en la ganancia de peso que ha experimentado la población mundial en los últimos años es el mayor consumo de grasas, más que la ingesta de carbohidratos y azúcares, pues las grasas tienen un mayor impacto en el desbalance energético.

Al presentar la ponencia Fisiología de Gasto Energético, el experto en metabolismo explicó que el cuerpo humano trabaja de forma diferente con los carbohidratos y las grasas. Mientras los primeros se van al hígado y sirven para dar energía al músculo esquelético, las grasas prácticamente sirven para aumentar el tejido adiposo.

Sin embargo, dijo, es necesario profundizar en los estudios que tratan de explicar el desbalance entre la ingesta de calorías y el gasto de energía, ya que “en el medio ambiente hay muchos gatillos que pueden disparar la obesidad y todavía hay muchas cosas que desconocemos”.

Finalmente, el doctor Hugo Laviada, profesor de la Universidad Marista de Mérida, expuso sobre la influencia de los diferentes macronutrimentos en el balance energético.

Al clausurar los trabajos del Simposio de la Serie Científica Latinoamericana, el doctor Fernando Lavalle anunció que el próximo encuentro se llevará a cabo el próximo año en México, Distrito Federal, con el tema: Cómo cambiamos estilos de vida.