Cáncer de mama: un nuevo agravante
Es la proteína ErbB2 y puede viajar hasta el núcleo de las células enfermas y disparar una descontrolada proliferación celular, contribuyendo a una metástasis.
5 de abril de 2012
Científicos argentinos identifican un nuevo agravante del cáncer de mama de la mano de una proteína. Se llama ErbB2 y puede viajar hasta el núcleo de las células enfermas y disparar una descontrolada proliferación celular, contribuyendo a una metástasis. Los investigadores ya habían comprobado este mecanismo in vitro y en ratones. Ahora, el estudio en humanos arrojó el mismo resultado
El cáncer de mama es una de las enfermedades más temidas, por lo silencioso de su aparición y lo sigiloso de su avance. También, claro está, por los números que ilustran su impacto en la población mundial a lo largo de la historia. En la Argentina, por ejemplo, se producen al año unos 206 nuevos casos de cáncer cada 100 mil habitantes. Sin embargo, desde hace algunos años, ha comenzado a dejar de ser un tabú en la sociedad, fundamentalmente gracias a las posibilidades no sólo de curarse, sino también de no enfermarse.
En este sentido, la ciencia se erige como parte fundamental de la búsqueda por desentrañar los mecanismos mediante los cuales, en determinado momento, células anormales comienzan a multiplicarse hasta dar lugar a un tumor. Y es aquí donde aparece el equipo de la doctora Patricia Elizalde, investigadora del Conicet en el laboratorio de Mecanismos Moleculares de Carcinogénesis del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME), que a finales de 2010 descubrió el singular papel que cumple una proteína llamada ErbB2 en los casos de cáncer de mama, cuando se traslada al núcleo de las células malignas y dispara la expansión tumoral.
Aquellas conclusiones se volcaron entonces en una publicación de la revista Molecular and Cellular Biology, a la que recientemente le sigue otra que refleja el importante avance alcanzado en un nuevo estudio de 2011: mediante pruebas a pacientes, el equipo de trabajo pudo confirmar la relevancia clínica de aquel primer hallazgo.
Descubrimiento previo
Para comprender el tema de estudio de Elizalde y sus colaboradores, sirve repasar el intrincado proceso por el cual las células reciben información de todo el organismo mediante unos componentes llamados receptores –entre ellos, el ErbB2- que son proteínas que actúan como una especie de antena que capta los datos que vienen de “afuera” y los envía al interior de la célula. En una persona sana, el ErbB2 permanece anclado en la membrana celular y, cada cierto tiempo, se ocupa de darle una señal a la célula para que se multiplique de manera ordenada, y luego otra para que se detenga.
En el hallazgo anterior, el grupo descubrió que en células de cáncer de mama en ratones, el ErbB2 se mueve desde la membrana hasta el núcleo y, una vez allí, ordena una descontrolada multiplicación celular. En el segundo trabajo, quisieron comprobar la importancia clínica de encontrar eso mismo en tumores en humanos.
Sus hallazgos mostraron que la presencia nuclear de ErbB-2 es un indicador de menor sobrevida: hasta ahora, en biopsias de cáncer de mama sólo se estudia el ErbB-2 localizado en la membrana, lo cual es una señal de mal pronóstico. Las conclusiones de este grupo evidenciaron que la presencia nuclear de ErbB-2 es también un factor independiente de menos posibilidades de curación.
Resultados confirmados
Con la colaboración de patólogos y oncólogos chilenos, el grupo realizó estudios con biopsias de 346 pacientes, tras los cuales confirmó que la localización de ErbB2 en el núcleo efectivamente se corresponde con un peor pronóstico.
“Desarrollamos un protocolo de identificación, y los resultados nos permitieron trazar una correlación entre la presencia del ErbB2 en el núcleo con una menor sobrevida de las mujeres en las que se lo detectaba, que tienen menos chances de responder a las terapias”, precisa la doctora Elizalde. “La idea es lograr inhibir la entrada de este receptor al núcleo, para que no estimule la división celular. Lo importante es seguir avanzando en las pruebas clínicas, y encontrar un partner con alguna industria farmacéutica”.
El trabajo, publicado a comienzos de este año en la revista de BMC Cancer, fue financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, el Conicet, y la Fundación Susan Komen for the Cure de Estados Unidos. El equipo que dirige Elizalde está compuesto por Roxana Schillaci, Pablo Guzmán, Florencia Cayrol, Wendy Beguelin, María Díaz Flaqué, Cecilia Proietti, Viviana Pineda, Jorge Palazzi, Isabel Frahm, Eduardo Charreau, Esteban Maronna y Juan Roa.