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Por Leonardo Coscia
Los problemas nutricionales de la niñez
3 de diciembre de 2009
El Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (CESNI) designó Esteban Carmuega como nuevo director de la institución y, en el marco de la celebración de sus 33 años, presentó la nueva denominación de la asociación que incorpora el nombre de su fundador, Dr. Alejandro O´Donnell.

En este contexto, Carmuega presentó los grandes problemas nutricionales de la niñez en la Argentina y las líneas de acción que permitirán dar una mejor respuesta a los mismos.

Es necesario diferenciar el hambre de la desnutrición. Hambre es la falta de comida. 17.000 personas mueren diariamente en el mundo por hambrunas. La reciente declaración de la FAO, con la presencia de más de 60 jefes de Estado, se propuso reducir para el 2015 a la mitad esa cifra, lo que probablemente sea difícil de alcanzar.

Hoy en nuestro país, seguramente muchas familias pasan hambre. El hambre de una sola familia es injustificable dado que Argentina es uno de los pocos países con un saldo neto exportador de alimentos donde la disponibilidad promedio de energía es mayor de 3200 Kcal/día.

El hambre es urgente y se resuelve con comida. Hambre y desnutrición no son sinónimos y es riesgoso confundirlos porque puede conducir a pensar que la desnutrición se resuelve con más comida. La desnutrición infantil es la condena que le impone la sociedad a los niños al limitar su derecho de ser todo aquello que hubieran podido ser.

La desnutrición se resuelve comprendiendo las necesidades particulares de cada etapa del ciclo vital, estimulando prácticas de crianza que promuevan un mejor crecimiento y desarrollo, asegurando una alimentación adecuada para mujeres en edad fértil, embarazadas, nodrizas y niños. En definitiva, honrando el derecho que todo niño tiene de poder expresar su potencial.

La desnutrición adquiere diferentes rostros: en una mujer en edad fértil, durante el embarazo y en los primeros años de vida; incluso deberíamos considerar que la obesidad es también una forma de desnutrición con consecuencias sobre el potencial infantil. Por esta razón, es tan difícil ponerle números a la desnutrición, sin embargo contamos con información suficiente como para llegar a una aproximación.

Cada año nacen 50.000 niños con bajo peso de nacimiento y alrededor de 174.000 con un peso que la OMS considera insuficiente. Nacer con un peso inadecuado implica no sólo perder masa corporal (alrededor de 5 cm de altura final, 5 kg de fuerza en las manos, 5 puntos menos en el coeficiente intelectual promedio) sino además, perder la flexibilidad de adaptación de nuestro metabolismo, lo que nos expone a un riesgo 50% mayor de padecer enfermedades crónicas en la vida adulta, las mismas que hoy representan una pesada carga para nuestros desbordados sistemas de salud (diabetes, enfermedad cerebrovascular, hipertensión, enfermedad cardiovascular).

El bajo peso de la madre al inicio del embarazo, su mal progreso y el fumar –todas causas prevenibles con un adecuado control prenatal- explican la mitad del riesgo de que un niño tenga bajo peso al nacer. No puede dejar de mencionarse la importancia del embarazo adolescente que por ejemplo, representó en el Hospital de Posadas al 19% de todos los partos, de los cuales el 12,5% tuvieron bajo peso.

A nivel de todo el país, el promedio del peso de nacimiento descendió más de 30 gramos en la última década. Nacer con bajo peso es una de las principales causas de no crecer bien en la primera infancia. A este fenómeno se lo denomina desnutrición crónica y si bien se mide como un retraso en la talla, debería entenderse como la cicatriz en el crecimiento que deja la falla de una adecuada nutrición temprana.

Un niño puede recuperar en sus primeros dos años el crecimiento en altura y el de todos sus órganos, incluido el cerebro. Pero, para ello, debe contar con una lactancia exclusiva durante 6 meses (la cual debe continuar luego) con el agregado de alimentos complementarios de elevada calidad nutricional y una cuidada crianza. Este es uno de los momentos más críticos y es importante destacar que en Argentina, el 8% de toda la población menor de 5 años no pueda expresar su potencial de crecimiento, lo que representa más de 200.000 niños afectados.

La falta de nutrientes esenciales en esta edad (como el zinc o la vitamina A) no sólo condicionan un menor crecimiento sino que los hace más vulnerables a padecer infecciones que en otros niños suelen ser banales (como la diarrea y las neumonías) y que en los niños desnutridos son más severas y prolongadas, y en consecuencia comprometen aun más su crecimiento. Por esta razón, la OMS considera que más del 53% de la mortalidad infantil por causas prevenibles reconoce a la desnutrición como responsable.

Las carencias de micronutrientes que no afectan el crecimiento se denominan desnutrición oculta y el caso paradigmático es en nuestro país la deficiencia de hierro, aunque éste no sea el único. Esto afecta a uno de cada 3 niños menores de dos años, es decir que cada año, 650.000 niños tienen anemia y pierden, en promedio y de manera irreparable, alrededor del 10% de su capacidad intelectual. Cuando se diagnostica y trata a la anemia se ha llegado demasiado tarde. La deficiencia en la infancia debe prevenirse a través de una alimentación rica en hierro biodisponible.

Si el crecimiento en altura (y en el tamaño de la cabeza y de nuestros músculos) refleja una adecuada nutrición temprana, la obesidad y el aumento de la grasa corporal expresan lo contrario. Muchos han comparado a la obesidad infantil con el calentamiento global, y es cierto, existen muchas similitudes. Responden a causas globales vinculadas con la urbanización, afectan a toda la población, su tendencia va en franco aumento y hemos fracasado en revertirla. Ambas necesitan de soluciones que exceden el marco individual. La obesidad infantil afecta a no menos de 2.5 millones de niños y adolescentes en Argentina, que requieren no sólo un abordaje terapéutico innovador sino una prevención que contemple la instalación de nuevos hábitos. Aquí, el papel de la escuela, el uso del espacio público, el compromiso de las familias así como el rol del Estado son claves.

CESNI es la entidad de bien público de más larga trayectoria en nuestro país en el campo de la investigación y docencia en nutrición infantil. En sus 33 años de vida cientos de miles de niños se han beneficiado directa o indirectamente con sus investigaciones, que han buscado promover un mejor conocimiento que se traduzca en mejores programas, alimentos, normas de tratamiento, etc.

La entidad ha venido evolucionando a medida que la problemática nutricional en la niñez se mudó de los hospitales hacia la comunidad. Hoy, da un nuevo paso en esta dirección para brindar una mejor respuesta a estas nuevas formas de desnutrición que requieren de un abordaje más abarcativo, trabajando en conjunto con la Industria alimentaria, la academia y las organizaciones de la sociedad civil.

Por ello, gracias al apoyo de la comunidad se inauguraron nuevos laboratorios y Unidades funcionales, para brindar una mejor respuesta a estos problemas con la vocación de transformar el conocimiento en acciones concretas para resolver los grandes problemas nutricionales de la niñez argentina.

LINEAS DE INVESTIGACIÓN : CESNI tiene 5 grandes líneas de investigación:

· Pobreza y desnutrición infantil,
· Deficiencias de micronutrientes que comprometen el crecimiento y desarrollo de los niños,
· Obesidad y factores de riesgo en la infancia,
· Intervenciones efectivas a lo largo del ciclo vital,
· Macro y Microeconomía de la alimentación.

CESNI busca transformar el conocimiento en soluciones posibles para resolver los problemas nutricionales de la infancia. Durante sus 33 años de vida, mantuvo un método basado en:

• Identificar las causas de los grandes problemas que afectan la salud y crecimiento de los niños.
• Investigar, tanto en el laboratorio y en la asistencia como en el terreno. CESNI es la institución en Argentina con mayor número de publicaciones en Nutrición infantil y la fuente de información más citada en la bibliografía argentina.
• Evaluar soluciones trabajando con la industria para el desarrollo de nuevos alimentos, con el Estado para la formulación de mejores programas y con la Sociedad Civil, para hacer más efectivos los esfuerzos de la comunidad y mejorar la situación nutricional de nuestros niños.
• Capacitar: CESNI acumula en su historia más de 400 años/persona de inversión en profesionales que hoy ejercen diferentes responsabilidades en todo el país, trabajando para mejorar la nutrición infantil
• Implementar y transferir tecnología para que el conocimiento se transforme en soluciones posibles.

El Dr. Carmuega es médico pediatra y posee una amplia trayectoria en el campo de la epidemiología nutricional, la investigación clínica y la docencia, tanto en nuestro país como en el extranjero. Fue, además, director asociado del CESNI durante más de 17 años y hoy retoma la conducción con la fiel vocación de seguir transformando el conocimiento en soluciones concretas para resolver los problemas nutricionales del país.

“Es un honor para mí asumir la conducción del CESNI y nuestro compromiso es continuar con la permanente evolución de la institución, abarcando desde el tratamiento de la desnutrición -que anteriormente transcurría en hospitales- hacia innovadoras respuestas para la prevención de las nuevas formas de desnutrición - más solapada y más extendidas- que se manifiestan en el seno de la comunidad. Esta evolución, implica adaptar los recursos del CESNI, reorientar sus líneas de investigación, reformular sus laboratorios y establecer alianzas con centros y asociaciones de todo el país”, aseguró Carmuega.