Por Leonardo Coscia
Disestrés: sus consecuencias para el organismo
15 de septiembre de 2008
El estrés es una respuesta normal que tiene el ser humano de acuerdo con la interpretación y la evaluación consciente o inconsciente que realiza de una situación, dándole el significado de amenazante o perjudicial. Es un mecanismo de defensa inherente a la herencia filogenética que se activa cada vez que se desorganiza el equilibrio del cuerpo.
Cuando esa situación de perturbación permanece en el tiempo, sin posibilidad de dar una respuesta satisfactoria, se produce el disestrés, que involucra una serie de mecanismos que pueden conducir a una enfermedad o agravar el curso de la misma.
El disestrés surge como consecuencia de la dificultad para resolver una situación que es vivida como perjudicial por el organismo. Durante el mismo se segregan sustancias como las catecolaminas y el cortisol que pueden afectar el aparato cardiovascular y desencadenar enfermedad ateroesclerótica e hipertensión arterial. También las mencionadas sustancias pueden causar enfermedades metabólicas como la diabetes, las dislipidemias o los trastornos de los lípidos o enfermedades autoinmunes con impacto, por ejemplo, a nivel tiroideo. Todas estas patologías, a su vez, tienen repercusión en el aparato cardiovascular.
Es importante reconocer los síntomas y los signos que se pueden presentar en el disestrés para arbitrar recursos y realizar prevención, adelanta la doctora María Cristina La Bruna, coordinadora de Psicopatología del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA).
En función del impacto que el disestrés provoca en el organismo –fundamentalmente de su incidencia negativa para el aparato cardiovascular- la consulta con un equipo interdisciplinario de cardiología y psicología permite esclarecer y arbitrar los diferentes recursos y así poder realizar acciones de prevención primaria y secundaria.
“Como consecuencia del disestrés se manifiestan cambios en las conductas de la alimentación. Los trastornos van desde un mayor consumo hasta un cambio en la calidad de los alimentos que se ingieren”, detalla La Bruna. “Esto es riesgoso puesto que la incorporación de grasas e hidratos de carbonos y el aumento en la ingesta de alcohol conducen a un incremento en la secreción de catecolaminas, las que también afectan el aparato cardiovascular”.
Por otra parte, la presencia de disestrés despierta, en muchos casos, el hábito de fumar o de incrementar el número de cigarrillos de un fumador. La especialista se refiere a este síntoma: “Quienes padecen disestrés se sienten angustiados y a veces quieren calmar su malestar a través del cigarrillo. Pero lamentablemente lo que logran es segregar una mayor cantidad de catecolaminas y, como consecuencia, aumentar la frecuencia cardíaca, la presión arterial, el LDL (colesterol malo) y los triglicéridos y disminuir el HDL (colesterol bueno)”.
Además de los ya mencionados riesgos de salud, el disestrés genera cambios de conducta, lo que repercute claramente en la buena convivencia en la vida familiar, laboral y social.