A pesar de ser consideradas un importante problema de salud pública por la Organización Mundial de la Salud (OMS), las hepatitis virales no son altamente reconocidas por la comunidad, a tal punto que la mayoría de las personas que están infectadas lo desconocen. Se estima que sólo la hepatitis C afecta en forma crónica de 130 a 170 millones de personas y que cada año mueren por sus complicaciones unas 350.000.
La necesidad de crear conciencia en torno a la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad ha llevado a la creación del Día Mundial de la Hepatitis, que a partir de este año es impulsado por la OMS, y que se celebró el 28 de julio último.
El diagnóstico de la infección por el virus de la hepatitis C se realiza través de un test de sangre, que evalúa la presencia de anticuerpos específicos. Sin tratamiento, la hepatitis C puede conducir a la cirrosis, a la insuficiencia hepática y al cáncer de hígado. Esta enfermedad es la principal causa de trasplante hepático en Argentina, la Unión Europea como Estados Unidos y la causa de la mitad de los tumores malignos primarios de hígado.
“En Argentina se estima que cerca del 1% de la población se halla infectado o al menos ha estado en contacto con este virus”, afirmó el doctor Hugo Tanno, jefe del Servicio de Gastroenterología y Hepatología del Htal. Provincial de Centenario, Rosario
Una enfermedad que progresa en silencio
La hepatitis es la inflamación del hígado, que habitualmente es causada por un virus. De los cinco virus de la hepatitis conocidos (A, B, C, D y E), sólo el B y el C son capaces de generar una infección crónica, lo que puede llevar al desarrollo de complicaciones a largo plazo.
Sumadas, las hepatitis B y C afectan a más de 500 millones de personas y se estima que un millón de pacientes mueren cada año; estimaciones indican que 1 de cada 3 personas ha estado expuesta a alguno de estos dos virus en algún momento de su vida.
“Una característica de esta enfermedad es que el paciente infectado con el virus C evoluciona en forma crónica (hepatitis crónica) pudiendo llegar a la cirrosis sin percibir síntoma alguno. Esta forma silente de la enfermedad hace que muchos la padezcan sin saberlo, de allí la importancia de su detección para posterior tratamiento”, destacó Tanno.
El conocimiento del virus de la hepatitis C es relativamente reciente: fue identificado en 1989. Se transmite principalmente a través del contacto directo con la sangre, ya sea por el uso de jeringas no esterilizadas, a través de transfusiones de sangre no segura, al compartir objetos de aseo personal contaminados con sangre infectada (como máquinas de afeitar o cepillos de dientes) o al tener relaciones sexuales sin condón con una persona infectada.
“En los países de América Latina el uso de drogas inyectables no es la forma de contagio más relevante en comparación con lo que ocurre en Estados Unidos y Europa; y sin embargo, la prevalencia estimada de la hepatitis C en la mayoría de los países latinoamericanos está en aumento. Esto sugiere que otros factores de riesgo juegan un papel importante en las nuevas infecciones. La sospecha es que factores de riesgo tales como las inyecciones intramusculares con agujas inadecuadas, procedimientos dentales, tatuajes y otros procedimientos médico inseguros son los mayores causantes de transmisión de la enfermedad”, explicó el doctor. Marcelo Silva, jefe de la Unidad de Hepatología y Trasplante Hepático del Hospital Universitario Austral de Buenos Aires.
Hasta un 85% de las personas que contraen la infección por el virus de la hepatitis C desarrollarán la forma crónica de la enfermedad. El problema es que en la mayoría de los casos la enfermedad se desarrolla en forma asintomática, dañando progresivamente el hígado sin que el paciente lo sepa.
Se estima que:
* Entre el 60 y el 70% de los pacientes desarrollará enfermedad hepática crónica.
* Entre el 5 y el 20% de los pacientes padecerá cirrosis.
* Entre el 1 y el 5% de los pacientes morirá por cirrosis o cáncer hepático.
Estimular la prevención
El año pasado, en la 63ª Asamblea Mundial de la Salud, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió una resolución sobre las hepatitis virales en la que reconoció el inmenso impacto sobre la salud de estas enfermedades –sólo el número de personas con hepatitis B y C es diez veces mayor que el número de personas con HIV/SIDA–, así como también la falta de atención que han recibido hasta el momento.
Esa misma resolución designa al 28 de julio como Día Mundial de la Hepatitis, con el objetivo de “proveer una oportunidad para educar y ampliar la comprensión de que la hepatitis es un problema de salud pública global, y para estimular el fortalecimiento de medidas de prevención y control de la enfermedad”.
Hasta el año pasado, el Día Mundial de la Hepatitis era celebrado el 19 de mayo. Durante ese día, organizaciones médicas, asociaciones de pacientes e instituciones públicas de 76 países llevarán adelante distintas actividades con el fin de generar conciencia sobre la importancia del diagnóstico y el tratamiento temprano de las hepatitis.
Entre las medidas de prevención de esta enfermedad, los especialistas indican:
Hepatitis A: una buena higiene personal y la vacunación
Hepatitis B: vacunación y la profilaxis de la transmisión madre-hijo
Hepatitis C: no existe todavía una vacuna. No hay que compartir jeringas, máquinas de afeitar, cepillo de dientes o cualquier otro elemento que pueda contener sangre infectada.
Hepatitis D: puede ser prevenida a través de la vacunación contra la hepatitis B.
Hepatitis E: no hay vacuna A. Es fundamental la higiene y un acceso a agua segura.
Mejorar la respuesta de los pacientes a los tratamientos
En la actualidad el tratamiento estándar logra erradicar el virus hasta en un 80% de aquellos pacientes que tienen las variantes (genotipos) 2 y 3 del virus, sin embargo, entre aquellos que están infectados con el genotipo 1 la respuesta es de hasta el 50%. Por otro lado, muchos pacientes no toleran bien estos medicamentos.
Aproximadamente la mitad de los pacientes no responde al tratamiento estándar y sus efectos secundarios suelen debilitarlos. En este marco, nuevos tratamientos para la hepatitis C se convierten en una imperiosa necesidad, teniendo en cuenta además el gran número de pacientes que, aún bajo tratamiento, tienen un daño hepático severo.
Estudios clínicos publicados recientemente en la prestigiosa revista médica The New England Journal of Medicine han demostrado que la adición de nuevos tratamientos antivirales a la terapia estándar aumentó el porcentaje de pacientes que respondieron al tratamiento, tanto en aquellos pacientes previamente no tratados, como entre los que habían fracasado al uso del tratamiento estándar.
“En los últimos 10 años se han utilizado combinaciones de drogas que consiguen eliminar al virus y curar al paciente en un 50% de los casos. Recientemente el descubrimiento de nuevas moléculas que actúan inhibiendo la reproducción del virus C están siendo incorporadas en la clínica con singular suceso ya que podrían lograr la curación en el 80% de los pacientes tratados”, concluyó el doctor Hugo Tanno.