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Por Carina Barber
Consecuencias del dolor crónico
2 de abril de 2009
El dolor, en particular el que persiste en el tiempo, cambia a los que lo padecen. La primera reacción al dolor serio suele ser el miedo. Las personas que lo sufren se preguntan qué tienen, si es grave, si tiene cura. Pero el dolor que no logra responder al tratamiento genera ansiedad, depresión e irritabilidad.

Puede aparecer por una lesión, una enfermedad o la alteración del sistema nervioso.

¿Qué consecuencias puede provocar un dolor agobiante que no desaparece?

El dolor es un síntoma invisible y subjetivo. El cuerpo de una persona que padece dolor crónico -alguien con fibromialgia, por ejemplo, o dolor de espalda- suele estar intacto. No existen pruebas objetivas para detectar este dolor o medir su intensidad.

Casi el 10% de la población padece dolor moderado a grave y crónico, en tanto el porcentaje va en aumento a medida que se envejece. Es muy poco frecuente el alivio por completo de este tipo de dolor, incluso con el mejor tratamiento.

Médicos y pacientes por igual, a menudo se muestran reacios a usar fármacos como los opiáceos, que pueden aliviar tanto el dolor agudo como el crónico y evitar la aparición del síndrome de dolor crónico.

Los problemas relacionados con el dolor crónico son que nunca termina realmente y que no siempre responde al tratamiento. Si su origen fue una lesión o enfermedad, puede persistir más allá de la curación de la herida o la patología, debido a ciertos cambios permanentes en el cuerpo.

El psicólogo australiano Mark Grant, especialista en el manejo del dolor crónico, dice que la idea de que una "lesión física equivale a dolor" es simplista. "Ahora sabemos que el dolor aparece y se mantiene por una combinación de factores físicos, psicológicos y neurológicos”. Con el dolor crónico, a menudo es imposible precisar una causa física permanente.

"El dolor crónico puede ser ocasionado por tensión muscular, cambios en la circulación, desequilibrios en la postura, perturbaciones psicológicas y cambios neurológicos -agrega-. Asimismo, se sabe que el dolor que no cesa está asociado con una mayor tasa metabólica, excitación espontánea del sistema nervioso central, cambios en la circulación de la sangre al cerebro, así como cambios en el sistema límbico-hipotálamico", la región del cerebro que regula las emociones.

Jennifer Schneider, especialista en manejo del dolor en Tucson, Arizona, destaca en su libro que el sistema nervioso es responsable de dos tipos importantes de dolor crónico. Uno, conocido como dolor nociceptivo, "surge por lesiones musculares, de tendones y ligamentos o en los órganos internos", explica. Las células nerviosas que no están dañadas y responden a una herida o lesión fuera de sí mismas transmiten señales de dolor a la columna vertebral y después al cerebro.

El dolor resultante suele describirse como profundo y punzante. Los ejemplos más frecuentes son el dolor de la espalda baja, la osteoartritis, la artritis reumatoide, la fibromialgia, las cefaleas, la cistitis intersticial y el dolor continuo de la pelvis.

El segundo tipo, conocido como dolor neuropático, "aparece por la función nerviosa anormal o una lesión nerviosa directa". Sus causas incluyen el herpes zóster, la neuropatía diabética, la distrofia simpático-refleja, el dolor fantasma en las extremidades, la radiculopatía, la estenosis espinal, la esclerosis múltiple, el Parkinson, la embolia y la lesión de la columna vertebral.

Las fibras nerviosas que están dañadas "pueden disparar el dolor de manera espontánea, tanto en el sitio de la lesión como en otras partes del nervio, y pueden continuar indefinidamente, incluso después de que la fuente de la lesión haya dejado de enviar mensajes de dolor", según Schneider.

El dolor neuropático, agrega, puede ser constante o intermitente, punzante, quemante, dispararse súbitamente o como una puñalada, y hasta irradiarse por brazos o piernas. Este tipo de dolor tiende a "incluir respuestas exageradas a estímulos dolorosos e irradiación del dolor hacia áreas que antes no dolían, además de sensaciones de dolor ante estímulos que no suelen provocar molestia, como un roce delicado". A menudo, se agrava a la noche y puede causar cosquilleo, comezón intensa y sensación de pinchazos.

Las consecuencias del dolor crónico se extienden más allá de la incomodidad que provoca la sensación de dolor en sí. Schneider señala, entre los efectos físicos, la imposibilidad de lograr una curación o recuperación completa de una lesión o enfermedad; la debilidad y el desgaste muscular; la reducción de la movilidad; los problemas para respirar y la necesidad de contener la tos para evitar el dolor.

Todo esto eleva el riesgo de sufrir neumonía, retención de sodio y líquido en los riñones, aumento del ritmo cardíaco y la presión, debilitamiento del sistema inmune, lentitud de la motilidad intestinal, insomnio, pérdida del apetito, del peso y fatiga.

Las consecuencias psicológicas y sociales de este dolor pueden ser enormes, desde quitarle a una persona la capacidad de disfrutar de la vida hasta la posibilidad de trabajar. Sólo la mitad de los pacientes que padecen dolor crónico pueden volver a trabajar, debido a lo invalidante que es y al enorme desgaste que causa.