A medida que transcurren las horas previas al cónclave, el italiano Scola (foto), el estadounidense O’Malley, el brasileño Scherer y el canadiense Ouellet se consolidan como candidatos
La elección del 266 sucesor del apóstol Pedro ha ingresado en la recta definitiva. Con el transcurrir de las horas, cuatro nombres de cardenales han logrado posicionarse de modo de aspirar a ocupar ese trono, aunque nadie descarta aún que pueda haber una sorpresa.
El italiano Angelo Scola, arzobispo de Milán y de amplia consideración de Benedicto XVI, el canadiense Marc Ouellet, teólogo de prestigio y figura influyente en la Santa Sede, el brasileño Odilio Scherer, arzobispo de San Pablo y preferido por la curia romana, y Seán O’Malley, el fraile capuchino arzobispo de Boston, de fuerte prédica en sectores más progresistas que, a la vez, buscan una desburocratización de la iglesia romana.
Éstos son los príncipes de la Iglesia que comienzan a sentir sobre sus espaldas la eventual decisión de sus pares para convertirse en Obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal.
Sus perfiles son diferentes así como su mirada sobre el futuro de la Iglesia. Aunque en lo esencial todos coinciden, hay quienes tienen interés en mantener fuera de peligro la estructura de la curia romana y quienes creen que ha llegado la hora de la limpieza.
Entre los más proclives a mantener el statu quo de la curia está el arzobispo de San Pablo y promesa latinoamericana. El sector más tradicional del colegio cardenalicio lo mira con buenos ojos.
En el otro extremo puede ubicarse el arzobispo de Boston, el fraile franciscano capuchino que se mueve sin chofer ni asistente personal. A él se le debe gran parte de la lucha contra la pedofilia en los Estados Unidos.
En el medio puede ubicarse el italiano Scola, de fuerte vínculo con Benedicto XVI y promocionado por sus compatriotas, que se ilusionan con ver de nuevo a uno de los suyos en la cátedra de Pedro.
Finalmente, Marc Ouellet, el canadiense con amplias chances, es el encargado de la Congregación de Obispos del Vaticano, lo que le permite tener un conocimiento directo de la situación interna y a la vez convertirse en un hombre capaz de llevar nuevos aires a la Iglesia.
Pero, a diferencia de lo ocurrido en el anterior cónclave, donde Joseph Ratzinger, ingresó como “número puesto”, los cardenales que desde el martes se congreguen en la Capilla Sixtina tendrán más de un nombre para evaluar. Las especulaciones son tales que, al tiempo que crece el sigilo, también crece el margen para la sorpresa. De seguro, la decisión no se extenderá más allá del viernes. De lo contrario, los príncipes de la Iglesia habrán dado al mundo una imagen de división, que bajo cualquier concepto, procuran evitar.