A partir del martes el mundo asistirá a una ceremonia de vital importancia para el futuro de la Iglesia: el proceso de elección del sucesor del renunciante Joseph Ratzinger bajo los frescos de Miguel Ángel
A diferencia de lo ocurrido en la elección de Benedicto XVI en abril de 2005, el cónclave que comenzará el martes en la Capilla Sixtina aparece poco definido, sin candidatos claros y con amplio margen para la sorpresa. En el cónclave de 1978, tras la muerte de Juan Pablo I, la votación había quedado bloqueada entre los cardenales italianos Siri y Benelli. Ese empate derivó en una tercera figura que no aparecía en ninguna lista de “papables”: Karol Wojtyla.
Como en aquella oportunidad, crecen las posibilidades de que la votación a partir del martes próximo se incline a favor de un hombre que resulte una sorpresa. En el espectro especulativo, los cardenales más renombrados son el arzobispo de Milán, Angelo Scola –quien goza de un gran aprecio por parte de Joseph Ratzinger-, Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, el brasileño Odilio Scherer, arzobispo de San Pablo, y el canadiense Marc Ouellet, de gran prestigio y a cargo de Prefecto de la Congregación para los Obispos.
Pero la lista sigue: el presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, cardenal Peter Turkson, el filipino y joven promesa Luis Antonio Tagle o el conservador ítalo argentino Leonardo Sandri. Un caso singular lo constituye el arzobispo de Boston, el franciscano Sean O’Malley. Su hábito que recuerda al pobre de Asís y su austera vida lo colocan en un lugar inusual. Su fuerte compromiso en la lucha contra la pedofilia así como su capacidad pastoral acorde con los desafíos del mundo moderno parecen ubicarlo en un lugar de creciente importancia.
Con todo, el martes próximo el mundo asistirá a una ceremonia de vital importancia para el futuro de la Iglesia.
Comenzará con una procesión de los príncipes de la Iglesia hasta la Capilla Sixtina en la que invocarán al Espíritu Santo y luego prestarán un solemne juramento bajo los frescos de Miguel Ángel. Minutos después se escuchará en latín “Extra omnes!”, que significa “¡Fuera todos!” y desde ese momento habrá silencio. A partir de entonces, sólo el humo blanco revelará quién tomará el legado del apóstol Pedro para conducir la Iglesia de los próximos años.