Por Iván Damianovich
Volquetes existenciales
7 de agosto de 2009
Reciben los desechos. Todo el material que se descarta va a parar allí. Y entre escombros, también personas. Los volquetes que proliferan en los centros urbanos parecen ser también ahora destino de miles de seres humanos que van quedando marginados del sistema.
Así lo graficó, con una crudeza que no admite interpretaciones, el cardenal primado de la Argentina, Jorge Bergoglio, embarcado de lleno en la desenmascarada campaña de la Iglesia por denunciar el acuciante crecimiento de la pobreza.
El titular de la Pastoral Social, Jorge Casaretto, el presidente de Cáritas, Fernando Bargalló, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, y el propio papa Benedicto XVI han puesto el acento en el escándalo que significa pasar hambre en un país rico.
En palabras del arzobispo porteño, pronunciadas en el santuario dedicado a San Cayetano, el problema más angustiante es que “hay gente que tiene sitio, que tiene cabida, y gente que sobra y es dejada de lado como descarte en verdaderos volquetes existenciales”.
La preocupación del gobierno central por interpretar el mensaje del Papa -en sintonía con el del resto de la Iglesia- como una denuncia generalizada, vaciada de especificación y casi formal es, en los hechos, una negación del problema.
Es verdad que Roma enhebra palabras similares para describir cuadros preocupantes en diferentes partes del mundo. Pero esa coincidencia no le quita ni peso ni gravedad a lo que a la Argentina se refiere.
Por otra parte, el enojo oficial por el modo en que se reproduce la palabra del Santo Padre no hace más que desenfocar el fondo de la cuestión.
El problema es que ya no se trata de formas sino de fondo. Y el fondo es precisamente el abismo en el que caen a diario una, cien o mil personas cada vez que ven cercenadas sus posibilidades de vivir dignamente a causa del hambre y el olvido.