Por Iván Damianovich
La Iglesia y el Gobierno bajaron la guardia
28 de noviembre de 2008
Por convicción o necesidad, el encuentro que mantuvieron la cúpula del Episcopado y la presidenta Cristina Fernández no sólo distendió las complejas relaciones entre ambos sino que hasta procuró recrear un vínculo más maduro.
La visita del cardenal primado Jorge Bergoglio a la Casa de Gobierno no sólo debe leerse como una formalidad sino también como un incipiente y genuino interés de los obispos y el Gobierno por encarar una nueva etapa en la relación.
La excusa para mirar hacia delante no podía ser mejor: se trata precisamente de evocar los 30 años de una mediación que impidió que Argentina y Chile llegaran a las armas.
Recordar la mediación del cardenal Antonio Samoré –el enviado del entonces recientemente asumido Juan Pablo II- es para la Iglesia poner sobre la mesa varias cosas.
Es volver a señalar que las diferencias sólo son susceptibles de ser saldadas a través del diálogo y el entendimiento mutuo.
Es reafirmar que sólo puede avanzarse en la medida en que existan resignaciones y gestos de grandeza.
En definitiva, la mediación del cardenal Samoré, que Cristina y Bergoglio decidieron evocar juntos el 22 de diciembre próximo en la Basílica de Luján, permitirá un ejercicio doble: hacer memoria y mirar hacia un futuro en el que el encuentro y la tolerancia primen por sobre los intereses particulares. Un ensayo por construir un país más hermanado.