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8 de abril de 2025
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Por Iván Damianovich
Dios, la máquina y el hombre
10 de septiembre de 2008
Con asombro, perplejidad y desconocimiento colosal, el mundo se asoma a su pasado primario de la creación y, a través de la ciencia, busca recrear el �soplo� inicial que determinó el devenir de lo que existe.

Para dolor de cabeza de parte de la comunidad científica, el espectacular experimento fue denominado �La Máquina de Dios� y tendrá por objeto demostrar algunas de las condiciones que existieron en el universo inmediatamente después al Big Bang.

¿En qué se unen en todo caso Dios, la máquina y el hombre? Pese a que se trata de ámbitos distintos, con naturalezas claramente distinguibles, en rigor el mundo vuelve sobre un planteo primigenio y siempre vigente en el que los alcances de la ciencia y la fe recobran viejas disputas.

Desde la ciencia se procurará alcanzar �a través de la aceleración al máximo de partículas- una instancia en la que sólo la materia existía y no había testigos para describirla. De funcionar, la recreación nos transportará hacia un momento desconocido y nuevo, que seguramente aportará reveladores datos para enriquecer nuestra cosmovisión.

Y, en simultáneo llegarán los cuestionamientos sobre la existencia de Dios en aquel primer momento o previo a él: las afirmaciones sobre lo azaroso y/o caótico de lo sucedido o las tesis teológicas que procuren demostrar mediante la razón el orden en el que todo fue hecho y la mano creadora que en un determinado momento no biológico provocó todo lo que vino.

Con todo, �La Máquina de Dios� es en realidad la abnegada necesidad del hombre por indagar, investigar y superar todo límite aparente. Y como siempre, habrá un momento de silencio, perplejidad y cuestionamiento que conducirá al hombre a las preguntas que nos acompañan desde que habitamos este mundo. Mientras tanto, jugamos a ser Dios.