Por Iván Damianovich
La hora de ser magnánimos en un largo conflicto
5 de junio de 2008
Está claro que la confrontación permanente sólo provoca división. Y que el único camino para evitarla llega de la mano de la magnanimidad.
Así lo entendieron los obispos que, lejos de situarse en un justo medio, convocaron a los sectores en conflicto a avanzar hacia delante.
No se trata de un retroceso. Los prelados entienden que levantar las medidas de fuerza como la convocatoria a un diálogo sincero no implica un signo de debilidad sino de grandeza.
Es tal vez la conclusión más clara de los últimos tiempos, en los que signó el desencuentro, la mezquindad y la sordera.
Sin los acostumbrados giros propios del lenguaje eclesiástico, la Comisión Permanente del Episcopado reunió en contados párrafos lo que puede también emparentarse con el sentido común o la lógica del bien de todos los argentinos.
Respeto por las instituciones, promoción de un verdadero federalismo, defensa de la República y el estado de derecho son, a juicio de los pastores, las bases que deben garantizar quienes tienen en sus manos la resolución del prolongado conflicto.
“¿Nuestras relaciones seguirán marcadas por la confrontación? ¿Una vez más nuestra vida social estará signada por la fragmentación y el enfrentamiento? ¿Seremos incapaces de fundamentar nuestros vínculos en un diálogo sincero y constructivo? ¿No hemos aprendido nada de nuestra historia?”, se preguntaron los prelados.
Las respuestas no llegarán de un país cuya dirigencia sólo se mira al ombligo sino más bien de aquella capaz de poner la mirada en el otro. Tiempo de reflexión. Tiempo de grandes cosas.