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21 de noviembre de 2024
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Por Iván Damianovich
El índice parroquial revela más pobres
20 de mayo de 2008
Como en otras áreas de la difícilmente mensurable realidad social, los números que maneja la Iglesia difieren de la visión oficial y en materia de pobreza arrojan resultados diferentes y poco alentadores.

El titular de la Pastoral Social, el obispo de San Isidro Jorge Casaretto, echó mano a una imagen incontrastable: afirmó que aumentó el número de personas que piden comida en las parroquias.

El diagnóstico del prelado responde al trato cotidiano que mantienen párrocos y laicos dedicados a la atención de personas en situación de calle o pobreza. En los hechos constituye un parámetro sin filtro de la realidad social más cruda. Algo así como lo que sucede con la inflación cada vez que las amas de casa regresan del supermercado. En rigor, inflación y pobreza van de la mano. Son precisamente los pobres quienes más se ven afectados por el aumento de los precios.

Según la Presidenta, la pobreza bajó a 20,7 por ciento en diciembre pasado desde el 23,4 del primer semestre del 2007. Estos valores no son compartidos por el sector privado, que ubica a los pobres en el 30 por ciento de la población.

"Ellos siguen de cerca el punto de vista de las estadísticas, pero, además, nosotros tenemos (otro índice) que son nuestras caritas parroquiales y ellas nos dicen que vuelve la gente para pedir alimentos más que antes. Esa percepción nos dice que está aumentando la pobreza", dijo en declaraciones a la prensa monseñor Casaretto.

En el medio de todo, el Barómetro de la Universidad Católica Argentina dio a conocer días atrás que el 60 por ciento de los niños y jóvenes del país integra familias vulnerables en términos socioeconómicos. Además, el 53 por ciento de los chicos de entre cero y 17 años de los principales centros urbanos vive en hogares con grave déficit de habitabilidad.

"Los resultados del Barómetro tienen un creciente reconocimiento público", afirmó el coordinador del Observatorio de la Deuda Social, el sociólogo Agustín Salvia.

Confiables o no, más cerca o más lejos de la realidad, los índices siempre hablan de personas. Y es precisamente esa dimensión la que a veces queda desdibujada detrás de los números.

Como primer acercamiento a la verdad, habrá que humanizar las estadísticas o bien promover el ejercicio de asomarse a quienes más sufren. Así será más difícil ocultar, disimular o manipular la realidad y se estará en mejores condiciones de modificarla.