Por Iván Damianovich
Explosión de fe popular por Ceferino
10 de noviembre de 2007
La beatificación del indiecito mapuche Ceferino Namuncurá volvió a dejar en claro el arraigado sentimiento de religiosidad popular que circula por las venas de la Argentina.
La dimensión del acto en que la Iglesia católica declara beato a Namuncurá tiene una lectura religiosa pero también social y política.
Religiosa porque implica el paso previo a la santidad, lo que para la teología significa la visión de Dios. Y social y política porque una vez más, un hijo de la tierra, un nativo, un aborigen es considerado modelo para seguir a Cristo, lo que implica el reconocimiento de los pueblos originarios y la inculturación del Evangelio.
Como sucediera con San Juan Diego, el azteca que recibió el mensaje de la Virgen de Guadalupe en el siglo XVI, Ceferino Namuncurá viene a recordar el profundo sentimiento religioso de las comunidades aborígenes. Haber alcanzado la beatificación es un nuevo paso de la Iglesia universal en su compromiso –tardío pero eficaz- de descubrir la explosión de la fe en América Latina, un continente siempre relegado.
Hijo de los pueblos originarios de América del sur, Ceferino alcanzó, no obstante, un grado de educación y contacto con el entonces primer mundo que lo distingue del resto de sus contemporáneos. Y la pregunta es si eso lo diferencia para siempre de su comunidad o si bien su todavía los mapuches pueden ver en él un modelo a seguir y sentirse identificados.
A juzgar por los peregrinos que llegaron masivamente a Chimpay y por la expectativa que el hecho despertó entre los habitantes de la zona, es probable que Ceferino Namuncurá exhiba una creciente devoción en lo que a la religiosidad popular se refiere. Y, precisamente, esta expresión tan peculiar de la fe contagia mayormente a los sectores más humildes y postergados que, como en otras festividades que se celebran en el país, asisten periódicamente para renovar sus esperanzas, deseos y en busca de auxilio para sus angustias.