Por Nino Fernández
Cámaras: los socios que faltan recuperarse
17 de mayo de 2007
La mayoría de las cámaras empresarias argentinas están muy lejos de ser los socios mayores de las Pymes, que fueron en otros tiempos.
Consideradas una de las patas institucionales de la actividad productiva, estas entidades pasaron de ser impulsoras y ejecutoras de políticas activas y prestadoras de servicios a los asociados, a simples espectadoras de la actualidad nacional.
Muchas se conforman con tener una sede social; otras con mantener una mínima actividad gremial empresaria y la mayoría se siente realizada si puede mostrar cierta capacidad de lobby.
La falta de recursos económicos derivada de modestas tasas de afiliación y escasa recaudación por cuotas, acompañada muchas veces de una pobre calidad de gestión, explican esta progresiva pérdida de protagonismo de las cámaras locales.
Según el economista Jorge Schvarzer, director del CESPA (Centro de Estudios y Perspectivas de la Argentina) “entre 1940 y 1975 las cámaras empresarias tuvieron una participación muy activa en la política económica: podían trabar importaciones que afectaban la producción nacional y dirigir el crédito a través del BANADE. Pero todo eso se desarmó: hoy en el mejor de los casos pueden reclamar por medidas anti-dumping, pero no cuando se trata de importaciones competitivas. El resto se reduce a ciertos servicios no muy relevantes”.
Con todo, el destacado economista señala que algunos casos impiden caer en la generalización. En efecto, las fuentes consultadas coinciden en que algunas excepciones marcan el camino a seguir. Y también recomiendan mirar lo que pasa en otros países.
Comparación inevitable
“Las cámaras deben ser socios fundamentales de las Pymes, porque pueden actuar de nexo con los gobiernos locales, con la universidad y organismos como el INTI, que pueden hacer grandes aportes en materia de innovación y desarrollo, además de generar información y otros servicios”, dice Schvarzer.
Precisamente acciones de ese tipo caracterizan a muchas de las cámaras empresarias de otros países de gran densidad Pyme, como España e Italia, donde se observa un aumento del protagonismo de estas instituciones, ya de por sí importante en las últimas décadas.
Como el proceso de integración europeo ató muchas de las decisiones de los gobiernos a la política de la Unión, por ejemplo en materia monetaria, los gobiernos municipales se vieron obligados a repensar las políticas de créditos y subsidios a la producción. En muchos casos estos cambios fueron consensuados con las cámaras empresarias locales.
En Italia, sobre todo en el norte, estas entidades están muy activas en la creación y administración de figuras asociativas para la producción y la exportación, en la generación de pools de compra de insumos y partes, en la gestión de consorcios de garantías y muchas veces constituyen la “cara visible” de las empresas ante los bancos.
Pero en la Argentina la realidad de las cámaras empresarias es muy diferente.
“Desafortunadamente no cumplen el papel que deberían cumplir en estos momentos, básicamente porque las Pymes no encuentran allí los planteos conducentes a resolver sus problemas. Salvo honrosas excepciones hoy la masa societaria de las empresas no permite solventar servicios importantes, como los que podría brindar un equipo de ingenieros o economistas y se limitan a una mínima actividad gremial”, afirma Israel Mahler, ex presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA).
La Cámara de Pequeñas y Medianas Empresas de Formosa (CAPYMEF), tiene alrededor de 600 asociados, pero tan “solo un 10% abona puntualmente su cuota social y otro tanto lo hace sin observar una regularidad razonable”, dice Fabian Hryniewicz, su presidente.
En la industria de la madera, por ejemplo, las cámaras cobran cuotas de 30 pesos a las empresas de hasta 7 empleados y de 50 pesos para las que emplean entre 15 y 20 personas.
Mientras que la federación del sector, que agrupa a todas las cámaras, se financia con el 0,6% de la nómina salarial de las empresas de la industria y de esa forma “coparticipa” a las entidades asociadas, de acuerdo al volumen de afiliados y al grado de servicios que ofrece cada una.
Acuerdos similares también rigen en ADIMRA, la Cámara de Industrias Plásticas y la Federación Argentina de la Industria Gráfica.
Según un trabajo de Rodrigo Carmona y José Borello, de la Universidad General Sarmiento, sobre las cámaras empresarias del conurbano bonaerense, la falta de recursos económicos y de un rol dinámico y estratégico, plantea la dificultad de conciliar los dos grandes mandatos de estas entidades: “el resguardo y defensa de intereses” y “la promoción y el desarrollo”.
“El primer mandato, es histórico y está enraizado en el accionar de las cámaras; el segundo es más nuevo pero puede ayudar a las cámaras a renovar su legitimidad y relevancia en los sistemas productivos locales”, dice el estudio.
Las excepciones
A juicio de las fuentes consultadas, hay algunas instituciones que procuran – y pueden- apuntalar el desarrollo de las empresas con acciones significativas.
Destacan el esfuerzo de la Cámara de la Industria del Calzado y de la Fundación Pro-Tejer en defensa de la industria local y del agregado de valor a la producción; la tarea de la UIA, en sociedad con la Universidad de Bologna, en la conformación y crecimiento del Observatorio Pyme; la actividad de la CGE en comercio exterior (misiones comerciales y conformación del Foro Aduanero de Consulta para Pymes) y el aporte informativo de ADIMRA (en materia de estudios económicos y energéticos)
“La Argentina no sólo tiene que pensar en la competitividad, sino también en la productividad de sus empresas. Y en esto las cámaras tienen mucho para hacer, contribuyendo a aumentar la inversión; impulsando la asociatividad, promoviendo compras en común y todo aquello que ayude a bajar costos”, dice Mahler.
Aunque de bajo perfil, la Federación Argentina de la Industria Maderera y Afines(FAIMA), ha logrado dar forma a una iniciativa que tal vez condense las mejores intenciones en este sentido.
Se trata de un plan de desarrollo a diez años destinado a apoyar a las empresas de entre 40 y 50 empleados, que carecen de una estructura profesional para la gestión empresaria.
El programa, que ya está en marcha, incluye desde un Manual de Procedimientos, confeccionado por la Universidad General Sarmiento, hasta la participación en las firmas que lo requieran, de ingenieros seleccionados por INTI- Maderas, cuyas remuneraciones se dividen por partes iguales la federación y las empresas.
“La idea es que al cabo de un año, las empresas asistidas se encaminen a certificar ISO 9000. Hemos observado que la sola presencia del ingeniero, con el agregado de elementos básicos de organización, mejora la productividad de las empresas en un 30%”, dice Pedro Reyna, presidente de FAIMA.
La entidad, que formará parte del grupo de trabajo del Consejo de la Producción, recientemente lanzado por el Poder Ejecutivo nacional, también prevé la asistencia de diseñadores industriales y apunta a abrir un ente de promoción del mueble argentino en EEUU, donde ya cuenta con un stand permanente de 300 mts2 en la feria de High Point en Carolina del Norte.
Otro punto destacado del programa es un acuerdo con el Ministerio de Educación de la Nación para recapacitar profesores de las recuperadas Escuelas Técnicas.
“Nos encontramos con profesores que pretendían seguir enseñando con la gubia cuando hoy la tecnología computada de punto a punto, permite hacer el mismo trabajo mejor y más rápido”, dice Reyna,.
En suspenso, en tanto, está el proyecto de conformar una SGR (Sociedad de Garantías Recíprocas) destinado a mejorar la calificación crediticia de los asociados, que tendrá como socio principal a la forestal Alto Paraná.