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Por Garbiela Granata
Indicadores y Realidad
5 de febrero de 2007
La película de suspenso que precedió al anuncio oficial sobre el aumento en el Indice de Precios al consumidor es sólo un costado de la discusión sobre los indicadores y las posibilidades de que se manipulen las muestras.

Desde hace varios meses, al calor de la recuperación económica, fue creciendo la "sensación" de que los precios de los bienes de consumo más generalizados aumentaban más que el reflejo numérico mensual promedio.

Esa sensación fue reforzada por la sobreactuación de algunos funcionarios del gobierno nacional acerca de los acuerdos de precios y de listas con indicadores de lechugas, tomates y cebollas, que uno se pregunta "¿Dónde podría conseguir a ese valor?", mientras agarra apresurado la billetera y las llaves de casa para salir.

Es evidente que los relevamientos no son una ecuación exacta del consumo de cada familia argentina. Es más, si uno pudiera bucear en el mar de bienes y servicios que se suman y dividen para ponderar un índice general nacional ¿en cuántos rubros se reconocería? ¿Cuántas líneas coincidirían con las que anota mensual o semanalmente en su libreta, agenda o computadora?

Ahora, también es cierto que las cifras son hijas de la metodología de trabajo que se utiliza. Y en este caso la pregunta es si el método es correcto, sobre todo cuando se miden bienes que no son homogéneos, y también si están reflejando las pautas de consumo actual de la población.

El 1,1 por ciento no es el aumento en el costo de vida de su casa, ni de la de su vecino, ni la del dueño del comercio de la esquina y no estaría de más colocar en su punto justo qué significa un indicador, como valor relativo promedio y no absoluto.

Aún así, es notable el empeño que ponen los gobiernos por encorsetar números que le quedan dos talles más chicos a la realidad.