La Exhortación Apostólica del papa Benedicto XVI, recientemente difundida en todo el mundo, y la sanción que aplicó la Santa Sede a un afamado teólogo promotor de la Teología de la Liberación han provocado en las últimas horas un extraño cóctel aperitivo para la primera visita del pontífice a Latinoamérica, que tendrá lugar en mayo próximo.
Aunque se trate de dos hechos diferentes, no puede desconocerse el grado de conexión que ambos exhiben para los fieles de América Latina, donde no pocas veces la voz de Roma resuena lejana no sólo por la distancia geográfica sino también por las realidades tan disímiles de uno y otro continente.
Ninguno de los organizadores de la V Conferencia del CELAM, que tendrá lugar en Brasil, ha podido obviar las sugerencias que el Papa lanzó esta semana.
Tampoco les será ajeno la “notificación” de la Congregación para la Doctrina de la Fe que dispuso para el sacerdote salvadoreño Jon Sobrino, referente de la Teología de la Liberación. Fue justamente un brasilero -promotor de esa corriente, el teólogo Leonardo Boff- quien corrió una suerte similar en 1985.
En variadas ocasiones se ha señalado que la realidad de la Iglesia difiere sustancialmente en Europa y en América Latina. Mientras desde un lado del mundo se alinean países prósperos que exhiben un crecimiento económico sostenido, desde la otra región del planeta la desigualdad social y la pobreza se abre camino sin miras de soluciones en el corto plazo.
Es precisamente a partir de éstas diferencias que no pocas veces se ha criticado a la jerarquía de la Iglesia instalada en Roma por mantener una mirada “eurocéntrica”.
En las últimas décadas esa crítica se convirtió en una suerte de desafío al propio Vaticano y encontró en sacerdotes y laicos de la Teología de la Liberación un canal de confrontación directa y una vivencia del Evangelio inspirada en algunos casos por ideologías de izquierda.
Con todo, fue el papa Juan Pablo II –y por entonces su prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger- quien se embarcó a fines de los ´70 detrás en la empresa de desarticular aquellas ideologías que ponían en riesgo verdades de la fe.
Pese a todo, muchos de los curas y laicos que entonces se enrolaban en la Teología de la Liberación mantuvieron sus ideas y principios, aunque debieron atender las sugerencias de la Santa Sede para no exponerse a sanciones mayores.
La “notificación” a Sobrino llega justo un día después de la Exhortación Apostólica en la que el Papa reafirma la obligatoriedad del celibato sacerdotal, la imposibilidad de que divorciados vueltos a casar accedan a la comunión y el rescate de oraciones en latín dentro de la misa.
Todas realidades que contrastan con gran parte de la feligresía latinoamericana, catequizada en las últimas décadas a partir del Concilio Vaticano II y la Conferencia de Puebla. La misma feligresía que en pocos días más le dará su bienvenida al pontífice alemán.