El hombre que produce mientras los demás disponen de su producto es un esclavo.Ayn Rand. (Columna publicada en el diario La Nación).
El viceministro de Economía, Roberto Feletti acaba de afirmar que "el populismo -al que muchos critican- debería radicalizarse. Uno de los problemas del populismo es que no era sustentable, ya que no podía apropiarse de factores de renta importantes. Esto es lo que cambió. Un proceso de estas características necesariamente debería profundizarse". Al hablar de profundizar el populismo Feletti reconoce que la política kirchnerista ha sido populista. La próxima etapa sería de más populismo, de acuerdo con sus declaraciones.
Si el objetivo final de una política económica es mejorar la calidad de vida de la población con mejores salarios, condiciones laborales, eliminación de la pobreza e indigencia, terminar con la desocupación, etc., el camino más lógico es generar las condiciones institucionales para atraer inversiones que creen nuevos puestos de trabajo y permitan elevar los salarios y las condiciones laborales. Si efectivamente uno quiere mejorar la calidad de vida de la población, no hay otra alternativa que transformar al país en un lugar atractivo para que las empresas hundan sus inversiones. La pregunta que surge es si el populismo kirchnerista que desea profundizar Feletti ha logrado el objetivo de atraer inversiones.
La pregunta que surge es si el populismo kirchnerista que desea profundizar Feletti ha logrado el objetivo de atraer inversiones.
De acuerdo a la Cepal, una institución que difícilmente pueda ser catalogada de liberal, acaba de informar las estadísticas de Inversión Extranjera Directa (IED) en América latina durante 2010. Los datos que surgen son los siguientes. El año pasado, la región recibió U$S 85.143 millones de IED. De ese monto, fueron a Brasil U$S 48.462 millones, a Chile U$S 15.095 millones, a Perú U$S 7328 millones, a Colombia U$S 6.760 millones y la Argentina quedó relegada en el 5° puesto con sólo U$S 6193 millones. Cabe recordar que la Argentina solía ostentar el 2° o 3° puesto dependiendo de si se incluye a México o no. Estos datos reflejan que el populismo que pretende profundizar Feletti lejos ha estado de crear las condiciones necesarias para atraer inversiones y mejorar la calidad de vida de los argentinos, particularmente de los más humildes. Ese populismo ha tenido efectos adversos sobre el conjunto de la sociedad en general y de los más humildes en particular porque no solo no atrajo inversiones, sino que además generó un proceso inflacionario que castiga a los más pobres con mayor intensidad.
Pero tomemos datos del BCRA. Entre 2003 y el primer trimestre de este año, la fuga de capitales llegó a los U$S 69.565 millones. Para que el lector tenga una idea del monto fugado y no invertido en el país, podemos relacionarlo con el total de los depósitos del sector privado en el sistema financiero. Al momento de redactar esta nota los depósitos del sector privado equivalen a U$S 69.800 millones. Es decir, el populismo kirchnerista generó una fuga de capitales equivalente a todos los depósitos del sector privado. De no haberse producido esa fuga, hoy el sistema financiero debería tener le doble de depósitos y, por lo tanto, la ausencia de crédito que tanto preocupa a la Presidenta no hubiese existido si hubiesen imperados reglas de juego eficientes y estables.
Lo curioso es que el populismo que intenta profundizar el funcionario kichnerista, produce un efecto casi ridículo. ¿Por qué? Porque si bien parte de esa fuga de capitales puede estar en las cajas de seguridad o debajo del colchón, una parte no menor está invertida en activos financieros de los países desarrollados. Es muy raro que alguien fugue capitales para depositarlos en la populista Venezuela de Chávez o en la cuba sometida a la dictadura de Fidel Castro. Los capitales se fugan, por ejemplo, hacia EE.UU. ¿Qué es lo ridículo? Que la inseguridad jurídica que genera el populismo se traduzca en una fuga de ahorros hacia países desarrollados, por lo tanto, el resultado ridículo es que países pobres como el nuestro terminan financiando el consumo y la inversión de los países desarrollados. El populismo hace que los países pobres financien a los países ricos. En vez de atraer inversiones que generen puestos de trabajo aquí, las espanta y generan puestos de trabajo en los países más avanzados. Parte de esos casi U$S 70.000 millones que se fugaron en la era kirchnerista deberían hoy estar en el sistema financiero local financiando créditos. Y no lo están porque no hubo ni hay seguridad jurídica sobre los derechos de propiedad.
Lo curioso es que el populismo que intenta profundizar el funcionario kichnerista, produce un efecto casi ridículo.
Feletti sostiene que el populismo ahora es sustentable porque actualmente puede apropiarse de rentas importantes. Es decir, su esquema de pensamiento no apunta a atraer inversiones para crear puestos de trabajo para darle dignidad a la gente de vivir de sus ingresos, sino a un efecto de corto plazo de mejorar transitoriamente a algunos sectores confiscando ingresos de otros, que él considera rentas importantes, para luego redistribuirlos.
En rigor tengo mis dudas de que ahora sí el populismo sea sustentable porque, según Feletti, existen rentas que antes no existían. Si así fuera el BCRA no estaría aplicando el fenomenal impuesto inflacionario que genera ni tendría la mitad de sus reservas comprometidas contra deuda de corto plazo. Con la renta que se apropia el Gobierno actualmente tendría que poder financiar el populismo sin necesidad de que el Banco Central financie al Gobierno con el impuesto inflacionario.
Pero en todo caso habrá que preguntarse si, aun suponiendo que ahora hay rentas expropiables, es sustentable el populismo en el largo plazo. En efecto, para que sea sustentable, esas rentas extraordinarias deben sostenerse en el largo plazo para financiar el populismo propuesto por el kirchnerismo. Ahora bien, ¿qué es una renta extraordinaria? Una renta que supera la tasa rentabilidad de otros sectores de la economía. Supongamos que alguien descubre que vender pizzas de palta es un muy buen negocio y la rentabilidad de la inversión en las pizzas de palta es del 20% contra un promedio de rentabilidad del resto de los sectores de la economía del 12%. En un país que atrae inversiones y el Estado no estorba la producción, nuevos competidores harán pizzas de palta copiando al primero. Aumentará la inversión, habrá más puestos de trabajo, más salarios y la economía crece. La propuesta del populismo kirchnerista es quitarle al primero que descubrió la rentabilidad del 20% en pizzas de palta hasta llevarla, digamos, al 12% promedio del mercado. Al quitarle compulsivamente esa rentabilidad extraordinaria, no habrá estímulos para que otros inversores apuestan a la pizza de palta, en consecuencia no se crearán nuevos puestos de trabajo, ni se pagarán más salarios, ni habrá crecimiento. Es más, quien ganaba el 20% y ahora el Estado le quita la renta extraordinaria no tendrá estímulos para ampliar su empresa. Por otro lado, el mensaje a los inversores será: todo aquél que descubra una demanda insatisfecha y logre una rentabilidad extraordinaria, será expropiado por el Estado. Si esta es la regla de juego, no habrá inversión de riesgo ni renta extraordinaria, con lo cual, el populismo es insostenible en el largo plazo. O si lo es, solo condena a la población a niveles de estancamiento o de creciente pobreza.
Son dos propuestas diferentes. Mientras unos proponen seguridad jurídica para atraer inversiones, crear puestos de trabajo y dignificar a la población con mejores ingresos y trabajo, el populismo kirchnerista que se pretende profundizar traba el crecimiento en base a inversiones y hace que la gente sea dependiente de las dádivas que pueda repartir el Estado.
Como puede verse, el debate populismo versus estado limitado con seguridad jurídica no sólo se diferencia en la propuesta económica, sino que tienen visiones diferentes del ser humano. En el segundo caso se impulsa la dignidad del trabajo, del esfuerzo personal, el espíritu de innovación y emprendedor y del combate de la pobreza. En el segundo, se denigra al ser humano quitándole estímulos para trabajar, innovar e invertir, limitándolo a un ser dependiente del burócrata de turno. Esa persona no puede llegar a su hogar con el orgullo de mantener a su familia con el fruto de su trabajo, sino que termina siendo humillado ante los ojos de su familia por no tener la oportunidad de mantenerla con su salario dado que el populismo no crea más puestos de trabajo, solo redistribuye lo existente. Y lo existente tiende a ser cada vez menos porque el populismo expropia ingresos y stocks. En consecuencia se genera menos riqueza y lo que queda para repartir es cada vez menos. El ejemplo más categórico es el de la producción ganadera. En 2005, la propuesta populista fue frenar las exportaciones de carne para ofrecer, en el corto plazo, carne barata. Fue tal el fracaso de este populismo que se consumieron 15 millones de cabezas de stock ganadero, bajó la oferta y subió el precio al punto tal que la presidenta lanzó primero el plan Milanesas para Todos y luego Carne Para Todos. Y, ahora Moreno vuelve a prohibir la exportación de carne. Si tan exitoso hubiese sido el modelo populista, hoy ya tendríamos que tener carne barata en las carnicerías. Pero de eso no hay.
Probablemente Feletti esté pensando en la santa soja como la nueva fuente de renta a expropiar. Es probable que por un tiempo la soja ofrezca la posibilidad de apropiarse de esa renta, pero el día que los fondos de inversión vendan sus posiciones de commodities y vayan hacia la tasa de interés, se acabará la renta para redistribuir y el populismo quedará sin financiamiento.
Nos enfrentamos así, a dos modelos totalmente contrapuestos. Uno consiste en usar el precio de la soja para hacer populismo. El día que la soja, por cualquier causa, deje de generar esa renta, el populismo se derrumba. No es un proyecto de largo plazo. Es un proyecto que trata de aprovechar una coyuntura transitoria para generar una artificialidad de bienestar. El otro modelo no basa la mejora de la población en la soja, sino en el establecimiento de condiciones institucionales que atraigan inversiones, creen más riqueza, crecimiento y salarios.
El otro aspecto tiene que ver con la visión que uno tenga del ser humano. El populismo ve al ser humano como alguien a quien sojuzgar y mantenerlo preso de la arbitrariedad del populista de turno. Ve a la gente como un conjunto de seres incapaces de prosperar por su propia iniciativa que debe ser guiado por un supuesto ser iluminado y que se considera superior al resto de la sociedad.
El populismo kirchnerista que se pretende profundizar traba el crecimiento
La visión institucionalista ve al ser humano como alguien al que hay de devolverle la dignidad de vivir de su trabajo, creando las condiciones institucionales para que cada uno despliegue su capacidad de innovación y que la búsqueda de rentas extraordinarias generen un flujo de inversiones creadoras de puestos de trabajo. No busca un ser iluminado como fuente de crecimiento, sino instituciones, reglas de juego para que la gente busque su propia felicidad.
En definitiva, la propuesta de profundizar el populismo kirchnerista va mucho más allá de una cuestión económica. Lo fundamental es la visión que se tiene del ser humano y la dignidad con que va a ser tratado en uno u otro sistema.
Pero, finalmente, un punto que no es menor. El populismo, para ser aplicado, reclama la suma del poder público. Desprecia la democracia republicana porque le impide llevar a cabo el avance del Estado sobre la propiedad privada, sea ésta en forma de stocks o de flujos. Por definición el populismo requiere de una aparto burocrático para controlar y digitar los recursos de la economía, aparato burocrático que no tiene que tener límites a su accionar. En consecuencia el populismo es incompatible con la democracia republicana.
Como puede observarse, en octubre se juega mucho más que un sistema de precios, tipo de cambio o modelo de comercio exterior. Se juega, nada más y nada menos, que la dignidad y la libertad de las personas.