Por Alicia Kirchner
La Democracia Real y la Democracia Virtual
11 de abril de 2011
Nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner al momento de asumir la máxima magistratura, definió al proyecto político que comenzó en el año 2003 como un modelo democrático y popular.
Siempre entendimos que con el protagonismo de las mayorías populares y por el camino de la democracia es que lograremos alcanzar los objetivos de liberación social y nacional a los que nuestro pueblo aspira. Ahora bien, qué sucede y cómo se construye el relato político cuando, detrás de los llamados a la defensa de la democracia, se esconden intereses para armar una representación política e imponer un proyecto opresor que excluye a las mayorías.
El "acuerdo por la democracia" responde claramente a esta última realidad; dónde gran parte del arco opositor al proyecto nacional y popular, invoca el cuidado de la democracia para lograr consolidar una unidad opositora con el objetivo de armar una alternativa electoral que dispute con nuestro proyecto político en octubre de este año.
Es una obligación para aquellos que estamos profundamente comprometidos con una democracia plena, participativa y transformadora realizar permanentemente una mirada crítica y reflexiva sobre los oportunismos políticos de la oposición, instrumentados a partir de la manipulación de nuestros valores fundamentales, difundidos y amplificados por los medios hegemónicos de comunicación. Analizar el sentido de estas invocaciones permite dar la batalla cultural y desarticular los relatos políticos de la oposición, sustentados en una “supuesta” defensa de la democracia
Cada vez resulta más evidente que cuando se realizan estas invocaciones, se esconden las razones del mensaje. Bajo este manto exento de toda sospecha, entre las líneas de lo políticamente correcto, se trafican ideas e intenciones que no se declaran. Entre palabras de enorme significado se contrabandean acciones políticas. Claro que la jugada puede salir mal, muy mal. Sobre todo en tiempos donde se ha descorrido el velo y el espíritu crítico de nuestro pueblo está en estado de alerta.
Cuando un grupo de políticos de la oposición apela a la defensa de la democracia, la jugada queda expuesta. Si la democracia está inscripta en el ADN de los argentinos de este tiempo ¿cuál es el peligro?. Se pagó un precio muy alto para recuperarla, luego de la dictadura más feroz de la que tengamos memoria. Durante la noche más larga de nuestra historia se sustrajeron compañeros, identidades y sueños. Pero sobreponiéndonos a tanto dolor, y en memoria de los ausentes, recuperamos aquello que nos pertenecía y esto no se negocia, ni se entrega al mejor postor. Ningún compatriota está dispuesto a arriesgar un sistema de gobierno que costó tanto. A esta democracia la hemos parido con dolor, y por eso la llevamos en la sangre.
Una carta en defensa de la democracia en tiempos electorales no es ingenua. Es una jugada política de vuelo bajo, que invoca el compromiso con las Instituciones de la República para hacerlo jugar contra un gobierno elegido por el voto popular. Esta pirueta extraña, a contrapelo de la lógica más elemental, sólo es posible en el marco de la batalla cultural que todavía estamos dando.
Poner como enemigo de la democracia a un gobierno que llegó al poder en elecciones libres, democráticas y de una intensa participación popular es, por lo menos, temerario; pero por sobre todo, imprudente. Las críticas a una gestión no pueden poner en juego lo más preciado.
Si en los días que corren se le dice a la población que la democracia está en peligro, resulta evidente que se pretende generar un clima particular de incertidumbre y desencanto. Los tiempos electorales son y serán siempre tiempos de celebración de la democracia y de la diversidad. Son tiempos intensos, multicolores y apasionados. Cuando un grupo pone en riesgo este clima, flaco favor le hace a la democracia.
Las preocupaciones que atraviesan a la sociedad argentina, no están poniendo en peligro el sistema. Han ocurrido levantamientos en Semana Santa, manifestaciones cuya represión terminó con la muerte de jóvenes militantes, cinco presidentes en una semana y abandonos intempestivos en la Casa Rosada. De allí venimos y fuimos reconstruyendo derechos, puestos de trabajo, acuerdos con países hermanos, escolaridades truncadas, familias y comunidades.
Este gobierno popular tomó medidas que propiciaron un traspaso, sin precedentes, de recursos y oportunidades en favor de grandes mayorías. Lo que se ha transmitido, en definitiva, es poder y quizás sea esto lo que más incomoda a algunos sectores de la oposición.
Nuestro proyecto político democrático y popular se ha comprometido desde sus inicios con el pueblo argentino a convivir en el respeto, la aceptación de la diferencia, la integración democrática, la amistad cívica y el cumplimiento irrestricto de las garantías públicas y privadas que están expresadas en nuestra Constitución Nacional. Tanto, que un puñado de dirigentes ha podido difundir un mensaje tramposo sin que haya habido una sola medida gubernamental que lo impidiera.