Es imprescindible construir una nueva alternativa política que vivifique al sistema y abra nuevas expectativas a la sociedad, dice el legislador demócrata-progresista.
¿Qué nos pasa a los argentinos en este largo, larguísimo presente de tantas décadas? ¿Cuál es la causa primordial que nos ha impedido crecer y desarrollarnos acorde con nuestras posibilidades y atendiendo a la evolución de muchísimos otros países?
Respuestas puede haber variadas e inclusive, quizá pueda pensarse en una pluralidad de factores.
Sin embargo, en la opción me inclinó a pensar que la causa madre de nuestros desasosiegos ha sido y sigue siendo tener una mala política, entendida esta como una idea clara de lo que se debe hacer desde el gobierno en una Nación, siguiendo la conceptualización de Ortega y Gasset.
Algunas preguntas hay que hacerse: ¿Asistimos al fin del debate ideológico, como preconizo en la década anterior Fukuyama? ¿Estamos absolutamente ausentes del tablero de la política mundial, en la descripción de Brzezinski? ¿Asiste el mundo a un choque de civilizaciones, según vaticinó Huntington? ¿La disputa entre izquierdas y derechas, que pretende actualizar Bobbio, sigue vigente?
Felipe González, socialista llevando España a la OTAN y abriendo la economía, Chirac confrontando a Bush por Irak, Blair laborista, acompañando a este ultimo, Schroeder, del mismo cuño, promoviendo en Alemania reformas previsionales que la sociedad rechaza, indican que el debate contemporáneo es distinto al imaginado por los ideólogos de algunas décadas atrás, sin embargo en la Argentina parecerían recrearse las discusiones de los años sesenta y setenta.
Durante el Siglo 20 nos desubicamos en el concierto de las naciones. Fuimos neutrales en la Primera Guerra, generando desconfianza entre los victoriosos.
En los años treinta privilegiamos relaciones comerciales sin advertir el surgimiento como potencia de los Estados Unidos. Después en los cuarenta no se ocultaron las simpatías hacia el fascismo y el nazismo. Un país poco confiable para las naciones lideres. A la vez, la intelectualidad, la “intelligencia”, aislada del mundo de la política activa.
Nuestro sistema de partidos fue dominado por el “movimientismo” donde conviven pensamientos de la mas dispar raíz, con Yrigoyen a partir de 1916 y Perón desde 1946. Ese movimientismo nos ha llevado a situaciones hegemónicas en muchos momentos, con su secuela inclusive de golpes militares.
Restablecida definitivamente la democracia, a partir de 1983, no fuimos capaces de afirmar un sistema de alternancia del poder basado en el respeto a ciertos principios que son los seguidos por los países exitosos, privilegiamos las creencias a las realidades muchas veces, cada cambio de gobierno fue traumático y, para colmo, los “movimientos” no tienen empacho en mostrarse como variantes del poder a pesar de pertenecer a una misma corriente política.
No hemos sido capaces de fundar un sistema de partidos con capacidad para gobernar o de ser oposición, partidos que estuvieran sobre bases programáticas, sobre ideas comunes, con cosmovisiones que marcaran tendencias precisas.
Pensamos mentalmente en los cambios políticos de los últimos veinte años. Cada uno ha sido traumático con respecto al que lo antecedió. No nos pusimos a construir a partir de lo existente, sino a demoler o demonizar lo que venía de antes.
Hoy el debate ideológico está muy acotado. Aquella vieja discusión entre derecha e izquierda parece ya no tener vigencia, al menos en los términos en que se planteaba. En la Argentina estamos ante una transición del sistema de partidos, como ocurrió en muchas naciones después de las dictaduras o aun en democracia, como consecuencia de algún rudo traspié.
Si miramos nuestra historia veremos que cuando un partido se transformo en hegemónico tendió a dividirse, como ocurrió con el radicalismo en 1928 y 1957, o en el 2003 con el justicialismo.
Ahora pasa lo mismo, el justicialismo está en una posición dominante y el radicalismo no puede recuperarse de sus fracasos de gobierno.
Por eso es imprescindible construir una nueva alternativa política que vivifique al sistema, abra nuevas expectativas a la sociedad, genere ilusiones.
Una nueva alternativa que se asiente sobre bases programáticas, en las que la educación, la economía libre, la inserción regional y mundial, sean pivotes acordes con las posibilidades del país. Para que la Argentina vuelva a ser un país exitoso, como lo fue en las postrimerías del siglo 19 y principios del 20. Lo que pensamos es urgente, pero la urgencia no debe precipitarnos. Algunos creen que todo se agota en el 2005 o, a lo sumo, en el 2007. Tantos que pensamos parecido tenemos que confluir en una corriente moderna, progresista, transformadora. ¡Ojalá fuera este año! Pero si no es en el 2005 y tampoco el 2007, será para el 2009, 2011 o el 2013.
Algún día será. Ese debe ser nuestro objetivo. Ayudemos a construir una alternativa política que contribuya al mejoramiento de la política general de nuestro país.
Así podremos volver a soñar con una Argentina que crezca, que sea más justa, que gane respeto entre las naciones.
Si los Padres Fundadores pudieron hacerlo en otros tiempos, seguramente más difíciles que los presentes, por qué no puede lograrlo nuestra generación.