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21 de noviembre de 2024
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Por Gustavo Lazzari
Kirchner no es Stalin porque no quiere
El director de Políticas Públicas de la Fundación Atlas manifiesta su preocupación por la falta de límites al poder gubernamental
15 de noviembre de 2004
La limitación al poder gubernamental es la gran preocupación que diferencia a las sociedades democráticas y civilizadas de las autocráticas y tribales.

La historia está plagada de ejemplos de gobiernos con poderes ilimitados. Se observa una plena correlación entre dichos gobiernos y las violaciones a derechos humanos y civiles. En los casos más extremos, la muerte y la opresión tiñen de sangre las nobles intenciones de las administraciones extralimitadas.

En la Argentina, la Constitución Nacional quiso marcar un límite, una guía de acción más allá de la cual el gobierno no podía atravesar. Pero no fue suficiente. La limitación al poder duró solo algunas décadas. Las suficientes para transformar un desierto pobre y miserable en uno de los países más prometedores del mundo. Los seis millones de inmigrantes fueron testigos vivientes de los éxitos que provoca la limitación al poder.

Actualmente, el gobierno de Kirchner basó sus primeros dos años de gestión en acumular poder. El pretexto utilizado era evitar la debilidad que había caracterizado a la gestión de De la Rúa. Varias veces repitió el presidente “yo no soy un presidente débil”, “tengo posturas claras sobre las cuestiones que hacen a la Argentina”.

La diferencia de carácter es quizás un aspecto saludable de la actual gestión. Pero las claras convicciones no deben confundirse con la destrucción paulatina y sistemática de los límites institucionales.

Los límites que destruyó la administración Kirchner:

- La corte: El gobierno diseñó la Corte Suprema de Justicia a imagen y semejanza. La adicción de la corte resultó perversa sólo si el alucinógeno utilizado es distinto al que usa la administración de turno. Sin percatarse del viejo adagio de cocineros y amas de casa por el cual “nunca vas a sacar de la cacerola mejor calidad que la que pusiste”, el presidente Kirchner conformó una corte que ataca los principios básicos de la Constitución Nacional y peor aún, los principios que hacen a una convivencia pacífica y creativa de los ciudadanos. El principio de propiedad, seguridad jurídica, cumplimiento de la ley y libertad de mercado fueron cuestionados por recientes fallos de la Corte. No podía esperarse nada diferente de los fragantes nuevos miembros: juristas sesgados en lo ideológico con un profundo desprecio al esfuerzo de los individuos privados. Del cocktail de la corte adicta no puede salir una comida sana.

- El Congreso: El gobierno continúa la tendencia las últimas administraciones de “anular de hecho” el Congreso de la Nación. Muchos políticos y periodistas argentinos cacareaban como gallinas cuando en 1992 Fujimori abolió el Parlamente peruano. El Congreso Argentino no funciona para leyes relevantes desde hace no menos de cinco años. La delegación de poderes (incluso impositivos), el abuso de los decretos de necesidad y urgencia y la facultad que la CN 94 le otorgó al Poder Ejecutivo de revisar el texto de las leyes antes de ser promulgadas; hacen del Congreso una institución virtual. Hoy todo el poder legislativo pasa por la Casa Rosada. El edificio del Congreso Nacional se utiliza sólo para rendir homenajes a políticos difuntos o albergar actividades culturales como las que se realizan en cualquier punto de la ciudad de Buenos Aires.

- La prensa está silenciada. La dependencia de la publicidad oficial en un contexto de depresión en las campañas privadas es atroz. Es difícil establecer criterios objetivos para medir el “grado de presión del gobierno sobre los medios”. Sin duda el diferente tratamiento de “la misma noticia” con protagonistas diferentes dan cuenta de la existencia de una presión nunca vista en períodos democráticos. Son pocos los periodistas que – solo en privado – se animan a reconocerlo. El uso indiscriminado del polémico avión presidencial, los tour de compras de la primera dama, la mansión de los kirchner a orillas del lago argentino – el lugar mas caro del país –, la duplicación de los presupuestos de los ministros más amigos, las adjudicaciones directas, la presión sobre el contenido de las portadas de los diarios, el silencio oficial frente al “¿extravío?” de los fondos de Santa Cruz, son algunos ejemplos de noticias silenciadas. En otro tiempo, con otros protagonistas estaríamos en presencia de escándalos mediáticos y denuncias judiciales de todo tipo.

- El empresariado timorato: Los empresarios dicen en privado exactamente lo contrario a lo que sostienen en público. Temen represalias de la AFIP o violaciones a los contratos. Muchos de ellos, fieles a su espíritu cortesano, tienen sus resultados atados a contratos oficiales o concesiones monopólicas. No obstante, la inestabilidad de las normas y la violación de contratos son “herramientas de negociación” de los funcionarios del actual gobierno.

- La inexistencia de una alternativa real de poder contribuye a este panorama. La división casi terminal del justicialismo, la transformación de la UCR en una ONG, la tenue oposición de la derecha y los delirios místicos del progresismo forman un escenario propicio para la consolidación del poder oficial. El manejo clientelístico de la ayuda social y el empleo público hacen el resto. El 20% del electorado en la Argentina basa su ingreso mensual en el Estado. El manejo arbitrario y discrecional de los fondos constituye la principal herramienta electoral. Las elecciones se definen en las Secretarías de Hacienda.

Néstor Kirchner tiene todo a su disposición para ser un presidente autoritario. Sólo depende de su voluntad. Los límites institucionales y políticos no funcionan. Posiblemente jamás asuma actitudes stalinistas o castristas pese a su amistad con el dictador cubano y pese a que uno de sus ministros le escribe poesías al eslabón perdido entre el pasado y la opresión.

La democracia Argentina necesita más garantías que la errática voluntad de un presidente. Las garantías civiles y las libertades no pueden estar sujetas a los designios de una sola persona. La pretensión del “dictador bueno” puede resultar un juego muy peligroso, tanto como aquellas experiencias que los argentinos supimos lamentar.