Los costos en pesos de cultivar y producir soja y otros granos crecen a un ritmo del orden del 3% mensual, mientras la cotización local del dólar se ha mantenido o incluso ha tenido descensos forzados por el Banco Central. La decisión oficial es no devaluar, por lo tanto sólo un nuevo aumento de los precios internacionales podría evitar que el campo vuelva a reclamar mayores reducciones en las retenciones antes de levantar la próxima cosecha.
Ya no estará pidiendo que bajen desde el 45% al 35%, para volver al 11 de marzo, sino que se reduzcan por debajo de ese 35%. Cuando hay inflación y el gobierno contiene el tipo de cambio intentando no alimentarla, las retenciones deben disminuirse, de lo contrario son destructivas. La falta de percepción de esta circunstancia es lo que llevó al ministro Martín Lousteau y a Cristina Kirchner a creer que había espacio para aumentar las retenciones porque veían en marzo que los precios internacionales habían subido. Se olvidaron o no quisieron admitir la inflación que impulsa constantemente hacia arriba los costos de producción. Es notable observar en los debates de estos días al coro de obsecuentes funcionarios apelar a cuadros y gráficos que muestran el aumento histórico de la producción y de los precios, para deducir que hay “rentas extraordinarias”. Recurriendo a la publicación Márgenes Agropecuarios encontramos, por ejemplo, que los costos directos de cultivar una hectárea de soja se incrementaron entre diciembre de 2007 y junio de 2008, en un 58,8%. ¡En sólo seis meses!
Esto nos hace ver que hay problemas de fondo en la economía. No sólo una inflación creciente, sino también deterioro fiscal (ver la Carta Semanal del 17 de junio), retraso explosivo de las tarifas de servicios públicos, distorsiones en los precios controlados, reducción de la actividad comercial e industrial, crisis energética y otros problemas no menos preocupantes. Las jugadas políticas sucesivas y poco imaginativas del gobierno en su enfrentamiento con el campo, no han hecho más que estirar el conflicto sin advertir que la realidad está formando una ola que crece y se acerca y que le puede pasar por encima. El tardío disfraz de Robin Hood que se puso la presidenta al anunciar un destino social del aumento de las retenciones, así como el envío de la Resolución 125 para su ratificación por el Congreso, con declamaciones democráticas, fueron actuaciones forzadamente elaboradas. La presidenta tendrá que dilucidar si fueron del género de la comedia o de la tragedia, como a ella le gusta decir frecuentemente parafraseando a Carlos Marx. Con estas jugadas el gobierno intentó ganar tiempo y recuperar espacio político, pero sigue sin resolver el problema. Planteando el tema como lucha de clases, Néstor Kirchner intenta ganar batallas y no advierte que el tiempo juega en su contra porque cuando los problemas reales de la economía no se resuelven, se agravan.
Por otro lado, esta última jugada probablemente no saldrá como el kirchnerato la imaginó. Sus mayorías parlamentarias, que suponían una rápida ratificación de la Resolución 125 bajo el sistema de obediencia debida, muestran signos de desgranamiento. Frente a la presión de la opinión pública de sus provincias, les ha resultado imposible negarse al debate y muchos diputados y senadores fueron acorralados por sus gobernadores e intendentes. El Congreso está tratando el proyecto de ley y ahora se ve más probable que le introduzca modificaciones para corregir el abuso impositivo y el dislate de la movilidad de las retenciones. Mientras la tropa de Néstor Kirchner instaló su carpa blanca frente al Congreso, la Presidenta convocó a los dirigentes rurales con aires dialoguistas. Si prevaleciera en los legisladores oficiales la obediencia debida, Kirchner habría conseguido un precario triunfo virtual que en poco tiempo operaría como un bumerang. Si el Congreso corrige las retenciones habrá ocurrido un avance en el manejo institucional del tema y en su transitoria corrección. Pero insistimos en ese carácter transitorio, porque en poco tiempo el aumento de los costos internos frente al ancla cambiaria, hará seguramente necesario volver a reducir las retenciones.
El enfrentamiento con el campo ha acelerado los tiempos políticos por dos motivos: 1) ha puesto en evidencia la paranoia y el fuerte ideologismo del kirchnerato que el peronismo, por razones de supervivencia y de ajenidad a esas ideas, está cada vez menos dispuesto a sostener; 2) ha adelantado la pérdida de apoyo popular que de todas maneras se estaba produciendo y continuará a medida que la inflación y el enfriamiento de la economía sigan el curso que han tomado. La economía y las cuentas públicas en particular - a diferencia de la política - tienen una relación muy estricta con la aritmética. Lo que vemos hacia el futuro inmediato son números que no cierran.