La palabra clamor es definida en nuestro idioma como un “grito o voz lastimosa que indica aflicción”, pero en la jerga de nuestro lenguaje político se la ha aplicado más de una vez al pedido unánime de una muchedumbre para que algo se realice.
El caso que ahora nos ocupa es el de la llamada Operación Clamor que pretende que Néstor Kirchner asuma la presidencia, hoy vacante, del partido Peronista. Este sería el siguiente paso de un proceso de acumulación y retención de poder que se ha construido en base a la interacción del poder económico del gobierno nacional con la debilidad y obsecuencia de gobernadores, intendentes, legisladores, empresarios, funcionarios públicos y políticos.
La claudicación de Lavagna marca el último episodio de borocotismo que muestra al extremo el desprecio por cualquier posición política anterior si de recibir alguna dosis de ese poder se trata.
Ha habido un uso discrecional e irregular de fondos nacionales, excluidos de los mecanismos de coparticipación federal, para comprar adhesiones y someter voluntades. De esta forma no sólo se ha construido el sucedáneo de un partido político en condiciones de ganar una elección - el Frente para la Victoria que es el partido del Estado en sí mismo- sino que también han podido violarse la independencia de poderes y los límites de la Constitución.
La falta de una resistencia más amplia de sectores de la intelectualidad o del periodismo y también cierta condescendencia internacional, pueden explicarse por una especie de inmunidad virtual que ha creado la mal denominada política de “derechos humanos” del kirchnerismo. Esta política es sólo una careta construida sobre la hipocresía y el agravio a la integridad de la verdad histórica. Quienes nieguen la existencia de este efecto de inmunidad mediática miren el desenvolvimiento de Hebe de Bonafini, una pieza clave del andamiaje oficial que puede convocar a la violencia, aplaudir la caída de las Torres Gemelas, los asesinatos de la ETA y de las FARC, tomar la Catedral y desear el infierno para Juan Pablo II. Todo esto sin recibir críticas a excepción de las líneas editoriales de La Nación, Nueva Provincia, Perfil o Ambito Financiero y de pocas voces mediáticas como las de Neustadt, Leuco, Kikuchi, Grondona o Abel Posse. Probablemente haya una acumulación gradual de opinión adversa, tanto nacional como internacional, pero hasta ahora esa política lamentablemente ha servido al kirchnerato para una inmunidad mediática mayor de la que hubiera merecido.
El punto de partida de la Operación Clamor ha sido el de los intendentes del conurbano liderados por el vicegobernador Balestrini. Eran antiguamente enemigos pero hoy son socios principales de conveniencia del matrimonio gobernante. Es la política clientelística y de favores en su máxima expresión.
El procedimiento supone una suerte de designación por aclamación, más allá que en la apariencia se acepte pasar por una elección interna, conducida por la justicia electoral y por una sumisa intervención del partido. En su esencia no será muy diferente del dedo que colocó a Cristina Kirchner en la candidatura y en el lugar en que hoy está. Vemos un proceso que vulnera los principios de una democracia que funcione dentro de un sistema de partidos, bajo los principios y la letra de nuestra Constitución Nacional. Estamos frente al riesgo cierto de la consolidación de una estructura de poder que haga perdurar más de lo debido una administración que no respeta las instituciones y que aplica políticas que han socavado las bases de un crecimiento económico sostenible y de la estabilidad, más allá de la favorable coyuntura internacional y de los eficaces instrumentos de reactivación de corto plazo. Es el riesgo cierto del partido del propio Estado que por el gasto o la dádiva política, o por el temor a la alternativa creado por su propia propaganda, genere las mayorías necesarias para sostenerse en el poder.
Convocamos a que se pierda el temor y se deje de lado la conveniencia inmediata, para que se sumen más voces críticas que pongan en evidencia los manejos del kirchnerato. La construcción de una oposición política es una responsabilidad de todos y no un tema de crítica fácil por parte de los muchos que se quedan en la tribuna y señalan las falencias de los pocos que lo intentan dentro de la cancha.