Sandra Bergenfeld, una ferviente funcionaria K, tiene un curioso pasado en la tele del cual no reniega. Pide que le den una oportunidad para demostrar su capacidad
Tras conocerse que fue "gatita" de Jorge Porcel en los 80, Sandra Bergenfeld, la futura auditora de cuentas de la Ciudad, salió a hablar.
Sólo pide que le den una oportunidad para demostrar que está capacitada para el papel de funcionaria, y que nada tiene que ver su paso por el espectáculo con la función pública.
En diálogo con Minutouno.com, dijo: “Me parece válida la desconfianza de la gente. Hay un gran preconcepto para con los políticos y no se puede evitar, y si a los ojos de la gente nuestro pasado puede resultar dudoso, denme una oportunidad de demostrar mi capacidad”.
Eso pide la legisladora porteña que en un mes y días asumirá su cargo al frente de la Auditoría de la Ciudad, organismo que controla las cuentas y obras en la Capital Federal.
“Me parece válida la desconfianza de la gente. Hay un gran preconcepto para con los políticos y no se puede evitar", dice Bergenfeld.
En la nota en que recordó su pasado revisteril y su presente político, los lectores dejaron sus comentarios. Buenos, malos, despectivos y comprensivos. Todos pudieron opinar sobre ella.
Es por eso que Sandra Bergenfeld, conocida en los ’80 por su nombre artístico, Sandra Rubio, quiere contar su historia.
“Lo comentarios de los lectores me parecen bien. De hecho está perfecto que exista la posibilidad de opinar. Además la nota tiene datos puntales y no está realizada con mala fe”, sostiene.
Y recuerda: “Cuando asumí como legisladora repartieron carpetas con mis fotos de esa época como operación política. Es ese momento fue muy duro. Di notas a todos lados; no se me puede perseguir por eso. Mi paso por el espectáculo no está en mi currículum porque creo que no hace a la actividad profesional que desarrollo”.
Todavía se acuerda de su paso por “Las gatitas y ratones de Porcel”, allá por 1987.
“Es un trabajo lícito, además siempre fui y soy laburadora. Hubiera seguido en el mundo del espectáculo pero entre irme de gira con Porcel y mi embarazo, opté por lo segundo”, apunta.
La legisladora viene de una familia de buena posición económica. Mujer de Barrio Norte, se crió en los coquetos alrededores de plaza Francia. Como toda joven de los ’80, dice, estudiaba danza jazz.
Uno de esos días, Ricky Pashkus, su coreógrafo, la llevó a trabajar como su asistente. Así empezó. Primero en el programa “Badía y compañía”, con Juan Alberto Badía, después con Tato Bores. Siempre como asistente de Pashkus.
“Recuerdo esa época con cariño. Haber salido de la burbuja de la clase alta y haberme abierto sola me sirvió para sensibilizarme mucho socialmente", asegura.
Hasta que un día una bailarina de Bores brilló por su ausencia y Sandra Rubio, por aquel entonces, bailó en su lugar. Después de girar por teatros y otros programas, llegó el mundo de las Gatitas. Allí fue cuando su familia puso el grito en el cielo. Chica bien, con padre empresario y relacionado con el mundo de la política, no debía pertenecer a ese mundo. Ella quiso rebelarse y se afirmó aún más en su trabajo con Porcel. Se olvidó de la facultad y se dedicó full time a la danza.
“Recuerdo esa época con cariño. Haber salido de la burbuja de la clase alta y haberme abierto sola me sirvió para sensibilizarme mucho socialmente y ver qué pasaba con los sectores más humildes”, asegura años después, ya designada en un cargo estratégico en la administración porteña. Pero un día quedó embarazada y optó por el bebé en vez del trabajo. Así se alejó de la televisión y empezó a desarrollarse en el ámbito privado.
“Si no hubiese quedado embarazada creo que hubiese seguido en el mundo del espectáculo. Pero es muy difícil tener en contra a tu familia. Sola no se puede. Me sorprendió cómo se entrenaba, cómo se trabajaba… en el mundo del espectáculo hay mucho laburo. Y eso no se ve”, asegura.
Cuenta, a modo de respuesta a los lectores de , que se recibió de abogada en 2001, que tiempo después entró en la política y que siempre -claro, después de la televisión-, trabajó en el área legal. Hoy tiene 44 años, un master de colegios públicos y va por su segunda maestría en derecho ambiental.
Desde el 10 de diciembre, esta ex macrista de paso fugaz por el partido del jefe de Gobierno electo estará ni más ni menos que al frente de la Auditoría de la Ciudad.